El próximo domingo se cumplen 203 años de la histórica Batalla de Cúcuta. Habrá celebraciones en la Loma de Bolívar, y discursos, palabras oficiales, bandas de guerra (ya es hora de que cambien de nombre y se llamen bandas de paz), gentes principales, obispos, misas, agua bendita –aunque, con la sequía que hay en Cúcuta, a los curas les va tocar remplazar el agua bendita por jugo de durazno de botella, como lo hizo el alemán de la crónica famosa de García Márquez- y marchas solemnes de la fuerza pública.
Fotos: porque no puede faltar la foto para la página de sociales con los cañones emplazados al fondo, y que, desde hace dos siglos, apuntan hacia la ciudad abierta como una palma de mano, y bella y verde y grande: una ciudad que hierve al fragor de la guerra civil de la vida cotidiana.
Han pasado muchas cosas desde aquél domingo de pólvora de 1813. Hemos tenido un terremoto, una epidemia de fiebre amarilla, guerras intestinas, una prosperidad instantánea, la caída del bolívar, los despojos campesinos, la guerra de guerrillas, secuestros, asesinatos, paramilitarismo, narcopolítica, parapolítica, farcpolítica, bandas criminales, delincuencia común y políticos a secas, que son los más peligrosos.
-La Batalla de Cúcuta no ha terminado.
Lo de hoy es una crónica espeluznante que haría erizar al más valiente de los soldados del ejército de Bolívar. El cucuteño de hoy se enfrenta a una guerra a muerte contra los impuestos, el cierre de frontera, el desempleo, la inseguridad, el caos vehicular, el microtráfico, la delincuencia organizada, la contaminación ambiental y auditiva.
Hemos padecido masacres en La Gabarra y hornos crematorios en Juan Frío. Y Asesinatos políticos selectivos: desde Tirso Vélez hasta Enrique Flórez, y, en medio, un extenso e incontenible río de sangre que remplazó al río Pamplonita.
Los horrores que padecemos son cada vez más agudos. La inseguridad, por ejemplo. Mientras escribo esto un amigo me llama para decirme que a su casa entraron tres tipos armados y lo asaltaron a plena luz del día.
Esta semana supimos que tres jóvenes profesionales del sonido fueron asesinados por robarles sus instrumentos de trabajo. Y la deshumanización en el servicio de salud. Y niños con Guillain-Barré, adultos con el Zika, ancianos sin seguridad social.
Y todo esto es culpa de quien tiene la responsabilidad de administrar la ciudad. No digo que esta alcaldía tenga la culpa de todo, porque veo que todavía no arranca.
Si no que es culpa de todos los alcaldes que hemos tenido y que han dejado enconar durante décadas problemas que pudieron haber sido resueltos a tiempo.
¿Para qué sirve un gobierno local que no es capaz de garantizar ni la vida ni los bienes ni la libertad de sus ciudadanos?
La pasividad y la complicidad de las autoridades civiles y militares es lo que nos está matando. Esta Batalla de Cúcuta que padecemos es peor que la que libró Bolívar en su tiempo porque no estamos peleando contra un enemigo extranjero, sino contra nosotros mismos.