Fabi no representa a nadie, no hace parte de ningún colectivo pero los defiende a todos. Desde los 17 años ha participado en cuanta marcha salga: por los jóvenes, los trans, los animales, la educación, los maricas. En esta estaba descalzo, con el torso descubierto y un arnés que lo sostiene mientra hace sus acrobacias en telas. En el cuello un pañuelo rojo y debajo de sus ojos lágrimas pintadas que dan la ilusión de que estuviera llorando sangre, en su cabeza un velo negro. La escena cuadra completamente: en las alturas, en frente de un grupo del ESMAD y un CAI lleno de policías que lo miran desde abajo, grita: “Las balas que disparaste volverán. La sangre que derramaste la pagarás. ¡Hijo, solo te pido que me lleves contigo!” Con un dicho que los une a todos en el parque, termina con “Nos están matando”, una muestra artística que representa el dolor que más de una madre ha tenido que vivir por las víctimas que ha dejado el caos de las protestas.
Al parque de los hippies, en Chapinero, llegó pedaleando por más de una hora desde su casa en Suba. Su bicicleta llama la atención por donde quiera que pase; en la parte de atrás amarrada a lo que parece ser un palo de escoba, sobresale una camiseta blanca, con letras de los colores de la bandera LGBT. El mensaje es claro y contundente “Tombo no es maricón, las maricas resistimos en la lucha popular”. Fabi defiende la palabra Marica, no cree que sea sinónimo de cobarde y mucho menos un insulto, por el contrario, para él ser marica, trans, o en general tener un cuerpo que no pertenezca a la “sociedad heterosexual” ya es de por sí una resistencia.
A las 9 de la mañana se reunió con Wen, otra manifestante, para empezar su performance en el parque. Colgó un par de telas en un árbol justo al frente del CAI y empezó a hacer su acrobacias. A su alrededor había varias representaciones artísticas, estudiantes y otros colectivos estaban en una “toma cultural”, apoyando el paro que cumple hoy 15 días, desde el arte.
Los colores resaltaban en la escena, ropa vistosa, cabellos largos y de colores, al fondo, arengas contra el gobierno a ritmo de música. El contraste lo hacía un grupo de más de 20 uniformados del Esmad, una mancha negra visible desde lejos que se dedicaba a observar lo que tenía enfrente. A pesar de lo desafiante que podía ser, Fabi seguía gritando que el Estado estaba matando gente, no tenía miedo, incluso sabiendo que hace un par de años, en una marcha antitaurina del 2018, el ESMAD lo había cogido a patadas por intentar defender a una de las personas con las que había ido a marchar. El arte le da valentía.
Pasadas las 10 Fabi empieza a mirar el reloj llevado por el recuerdo de que está en horario laboral. Su rutina parece muy eficiente: llega al parque, hace su performance y luego vuelve a la casa de un amigo que vive cerca para seguir trabajando como si nada, como si tuviera un alter ego. Hace unos años estudió Administración de Empresas en la Universidad Nacional, se graduó y siguió con Lenguas Modernas en la EAN, ya tiene los dos títulos pero aún se identifica como estudiante y los defiende, a ellos y a cualquier colectivo que esté luchando: “llevo siete años en la lucha popular- asegura contando las marchas en las que ha participado- mi objetivo es ser alguien visible, una marica para decirle al mundo que ninguna lucha está sola, que un poquito de cada lucha nos pertenece a todos. Si no es por nosotros mismos, que sea por aquellos que están sufriendo”.
Fabi asegura que su vida ha sido una lucha, por ser homosexual y venir de familia campesina. Desde Boyacá, su familia tuvo que migrar a la ciudad, como muchos, en la búsqueda de un mejor futuro que la ruralidad colombiana no puede garantizar. Para ellos también es su lucha, cuenta con sentimiento, “mi familia no tuvo la oportunidad de tener un gobierno que respaldara sus sueños, esperamos que en algún momento logremos un gobierno que sí respalde los de las personas que vienen”. Resistir, no sólo desde el género, sino también desde la política, en lo personal es lo que lo motiva.
A las 11:10 Fabi ya sabe que debe volver a su trabajo, que como muchos aún está haciéndolo desde la casa. Recoge las cosas, se pone sus botas negras y se va del parque en su bicicleta que, al ritmo del viento, mueve los papeles de colores que cuelgan de su letrero, ese que le dice a todo el mundo que es marica.