Es momento para hablar fuerte y sin tapujos, esto no es ninguna marcha por los derechos de la comunidad LGBTI, a favor de la inclusión, y mucho menos para exigir respeto.
En mi casa mis padres me enseñaron siempre una famosa frase que reza “el respeto no se exige, el respeto se gana". Los buenos modales y las costumbres siempre serán deseables en cualquier sociedad, pero esta marcha no es la típica marcha donde se sale a expresar un descontento social y exigir cambios al respecto definitivamente NO.
Eso es un desfile de carnaval que carece de toda autoridad e identidad para conseguir su verdadero objetivo, el cual es ganar espacios de inclusión en una sociedad conservadora que se escandaliza con la más mínima muestra de amor entre dos personas del mismo sexo. Eso es lo que queremos todos los LGBTI, libertad para poder expresarnos libremente sin que nadie se sienta ofendido.
Pero una cosa es con toda libertad y otra muy diferente es el libertinaje excesivo que muchos se toman a niveles demenciales durante este desfile y le llamo de esa manera porque cualquiera que ve eso pasando por la calle lo primero que piensa es en “fiesta pintoresca” que muestra la peor cara de toda la comunidad LGBTI. Si esa de perversión, banalidad a niveles estratosféricos, promiscuidad desbordada, drogadicción y prostitución. Tantos disfraces, cuerpos semidesnudos y desnudos de todo tipo, pelucas de colores estruendosos acompañadas de unas plataformas que les sobra todo menos seriedad, en donde nadie sabe cuál es el mensaje que quieren transmitir y mucho menos el fin de este, ahora saldrán muchos a sacrificarme, y a decir que esto es diversidad pero la diversidad no tiene nada que ver con lo estrambótico de semejante espectáculo en plena vía pública. Considero que para hacer entender a nuestros familiares, vecinos, amigos que amar entre iguales no es ningún delito, no tiene que estar mal visto, lo último que necesitamos es salir a hacer ese show.
Otro tema no menos importante es que las marchas que se realizan en todas las ciudades del país están vendidas a las discotecas y bares, los cuales su único interés es económico utilizando esta movilización para convertirlas en una puerta de promoción para todo tipo de eventos que nada tienen que ver con el objetivo de marchar por unos derechos.
Debemos aprender a comportarnos en público, hay un lugar para cada cosa. Tenemos que abandonar esa antipatía que reina entre nosotros, dejar de pretender que nos respeten cuando ni nosotros mismos nos respetamos. La marcha es un espacio para demostrar que somos personas capaces, educadas, centradas que podemos ofrecer mucho a esta sociedad, dejar ver esa cara hermosa de personas alegres, dispuestas a ayudar en todo momento, seres llenos de amor los cuales somos capaces conseguir y mantener una familia.
No podemos seguir adelante con ese desfile grotesco con el cual solo logramos dar la razón a todos los que piensan que somos personas indignas del matrimonio, no aptas para adoptar o para conformar familia. Y es que no podemos salir a pedir respeto e igualdad cuando salimos a irrespetar a todo el mundo mostrando nuestras partes íntimas al público sin importar lo ofensivo que eso puede resultar para cualquier ciudadano o niños desprevenidos que transiten por el lugar.
Yo como miembro de la comunidad LGBTI me siento avergonzado cada vez que reviso mis redes sociales y miro el periódico el día siguiente a esta marcha. Pienso que este desfile no deja nada de valor que sirva para construir una nueva sociedad incluyente, que nos miren como personas respetables, dignas de admiración, lo único que consigue es todo lo contrario que nos tilden de mariquitas plumíferas, “alocatadas” de las cuales hay que reírse. Al final lo único que produce esa marcha en burla y repulsión entre quienes nos ven desfilar de lado y lado de la acera. Muchos se creen toda una diva bailando en el medio de un escuadrón del ESMAD, mientras ellos tienen que taparse la nariz para no ahogarse con la nube de escarcha que van dejando a su paso, y adicional a esto estar pendiente de que “ la Natacha no le pegue a la Casandra”.
Yo no soy ningún gay retrógrado homofóbico que los quiere volver a encerrar en su monumental clóset después de las penumbras que muchos tienen que pasar para salir de él. Yo solo quiero una comunidad que salga a marchar organizadamente, a hacernos visibles a toda la sociedad generando un impacto político y social fuerte, capaz de derribar esas murallas de discriminación que nos asedian día a día. Pero entiéndanlo muy bien a marchar no a desfilar, no disfrazarnos, esto no es Halloween, es el momento de salir a defender lo que cada uno es, sin caer en los excesos e inventar otro personaje para salir a la calle.