Lo que más detesta un gobierno de cualquier tendencia política es que el pueblo marche, por la sencilla razón de que le cambia la dirección del caos en que gobierna, de la concentración del obstruccionismo a la beligerancia ciudadana concentrada en una protesta. Pero ahora resulta que es el mismo poder (establecimiento) el que convoca marchas ciudadanas para respaldar una política y para hacer creer a sus contradictores que se tiene el poder de las masas. Le quitaron a los sindicatos ese derecho que por antonomasia constituía en “la voz del pueblo”. Así que marchas en estos tiempos hay desde Venezuela, pasando por las de la paz de Santos, las de su opositor el uribismo y aterrizando en las que nos preocupa, las de Santa Marta.
Resulta que cada vez que un opositor al gobierno de Rafael Martínez, herencia política del caicedismo, por un medio de comunicación --como lo hiciera el representante a la Cámara Eduardo Díazgranados-- presenta una estela de denuncia contra la administración el movimiento político del alcalde, este último convoca a marchar al ciudadano en respaldo de un rótulo llamado cambio, que se está quedando en una quimera, por la sencilla razón de que en los primeros 100 días de la administración de Martínez, éste no se ha podido ajustar en el desafío de gobernar sin la mermelada de Santos. ¿Cuántas marchas tendrá que convocar Fuerza Ciudadana para respaldar su política? ¿100 en un mes? Dirán que todas las que se puedan, ¿pero hasta dónde los líderes de base, no los gamonales, aguantarán el mismo discurso y peor aún, el trato del olvido como los profesores de las escuelas deportivas distritales que como René Atención tienen 5 meses que no le pagan?
A Carlos Caicedo hay que reconocerle que se puso los zapatos que anteriores alcaldes no lo habían hecho, que supo interpretar las necesidades de la ciudad y que eso podía constituirse en un caudal político que lo llevaría a mantener una fuerza electoral suficiente para ganar por varios periodos consecutivos. Caicedo el político lo supo interpretar más cuando por tradición en la ciudad había hecho mella ese caldo de cultivo corrupto que por tradición se impuso. Pero de ahí a que el ciudadano tiene que respaldar a ojos cerrados todo lo que haga la administración porque es la del “cambio” están equivocados, la conciencia ciudadana no se construye nada más con obras de arena y cemento sino con la posibilidad que se tiene de ser autocrítico, de ser autónomo; pero sobre todo de exigir mucho más de lo que le están dando y de lo cual tiene derecho, porque si no están volviendo un ciudadano conformista y mediocre, al igual que por muchos años lo hiciera la clase política tradicional y que tanto critican, pero de la que poco a poco se están pareciendo, manipulando a la opinión.
El trabajo en infraestructura y el saneamiento fiscal de la ciudad que hizo en su momento Carlos Caicedo era su obligación como alcalde, pero el establecer en pleno siglo XXI un caudillismo mediático es su más grande y grave error, a no ser que la ciudad se haya quedado en el pasado en el que un partido político dependía de un solo hombre, y las consecuencias las sufren sus sucesores. Miremos la administración de Martínez muy por encima en un tema crucial de ciudad: tiene todas las obras de infraestructura paralizadas, desde parques que ya cumplieron su tiempo de entrega y que el ciudadano no exige el cumplimiento del contrato porque lo acostumbraron a la frase de que “cualquier cosita es cariño”, y “deje así, que otros no lo habían hecho”. Los puestos de salud derrumbados, el IPC de María Eugenia es una cueva de marihuaneros a todo hora, el de Bastidas, reinaugurado está sin insumos, lo mismo que el puesto de salud de la Paz, todos están fragmentados donde los únicos beneficiados son los contratistas, los aliados de los contratistas, los familiares de los contratistas, los concejales amigos de los contratistas, los empleados de los contratistas, los “wuepa” de sus amigos, en fin una salud que si antes estaba pésima, ahora es peor.
Martínez no ha tenido la fuerza ¿o la autoridad? Para subirle el tono en privado a la irresponsabilidad de dichos contratistas, ¿o es que el no ve que lo están dejando como un zapato? o que se franquee y diga que no hay presupuesto, que hay que esperar porque son condiciones de “cambio” en la política nacional auspiciada por la mermelada de Santos, y lo que se tenía esa platica como que se perdió, o sólo queda para auspiciar más marchas. Bien lo decía el escritor Thoreau, el autor de Walden, “El mejor gobierno es el que no gobierna en absoluto”.
La política y principalmente la provinciana, es una demagógica jugada donde una parte privilegiada pone a otra a marcha para defender sus intereses que es la médula del hongo de la corrupción donde está el sistema político que apadrina, encubre y apaña la corrupción, sin este sistema la corrupción no sobreviviría; pero gracias al sistema, gracias al recambio cada cuatro años, la corrupción recibe dividendos traducidos en muchas cosas, pero sobre todo en un denominador común, como es la impunidad. Y de esa otra que es una falsa oposición se crea una pataleta en la cual están en medio unos ciudadanos que sin conciencia pueden elegir como la mosca, escoger entre la miel o el excremento, o a lo mejor salir volando de este basurero, que es la política.