No comparto las críticas de algunos políticos camaleónicos, expertos en mermeladas, voltearepismos e interesados en minimizar en Twitter, el No que salió victorioso de las urnas el 2 de octubre y hoy todavía no lo creen. Como ciudadano del común, considero que en toda democracia se debe respetar el derecho a salir a las calles y a manifestar lo que pensamos. Ya sea en contra o a favor de lo que sucede.
Un país sin derecho a pronunciarse está sometido a una dictadura. La libertad de expresión es un derecho sagrado. En Colombia afortunadamente todavía tenemos derecho al ladrido; a leer lo que se nos dé la gana; a decir lo que pensamos. Y este derecho lo tenemos que defender a capa y espada.
Desafortunadamente tendemos a confundir la gimnasia con la magnesia. Y esta oportunidad de salir a exigir con argumentos se convirtió en el desfile de jóvenes con claveles y gritando que la firma lo soluciona todo y que por favor firmen ya. Se vio mutilada precisamente porque se torció hacia la polarización política, hacia los que perdieron en las urnas lo que pensaban que ya estaba ganado porque así parecía en Twitter.
Creo que si no hubiera sido patrocinada por los que mueven su ajedrez desde Palacio, como anunció Martin Santos que podían recibir publicidad debían solicitarla en… Esa respuesta ciudadana hubiera sido eso, una respuesta ciudadana. Pero al tener nombre propio, (Roy, Benedetti, Cristo, entre otros quemados del 2 de octubre, y allá posaron en primera fila), la marcha con jóvenes de buena fe terminó por defender intereses muy particulares y dispersarse sin un objetivo claro, le hizo perder la brújula y la convirtió en algo gaseoso, gelatinoso y solo pidiendo una firma por encima de lo que se firme.
La marcha con jóvenes de buena fe terminó por defender intereses muy particulares
y dispersarse sin un objetivo claro,
le hizo perder la brújula y la convirtió en algo gaseoso
Por los datos de periódicos y noticieros que hicieron eco a estos jóvenes, de los que se sienten orgullosos en palacio, no llegaron a 20.000 las personas que salieron en total, en un revoltijo de pancartas y mensajes que cubrían desde grupos como el M19, alrededor de un campamento que Peñalosa se hizo el de la vista gorda, y se tragó el sapo, que solo piden la firma, y firma a como dé lugar. Y esto, en un país que no sabe qué ocurrirá con los seis Mil jóvenes de las Farc, y mucho menos qué de las rutas del narcotráfico, que nadie se atreve hablar, ni las marchas lo exigen, es dejar una nueva generación de combatientes con la misma fuente de financiación que el silencio se vuelve cómplice.
No tengo datos de cuánto costó traer indígenas a Bogotá, ni quién donó el dinero, tal vez algún ministerio generoso. Averiguar sería bueno para la contabilidad de la paz. Creo firmemente en la paz. Pero no donde se deje intacto la mano de obra de la guerra, ni la financiación. Ni que tal irresponsabilidad tenga megáfonos en la calle, y mucho menos que estos sean de buena fe.
Colombia necesita llegar a un acuerdo con las Farc y con el Eln. No que el uno le pase sus miembros al otro. Menos, que se vistan con el uniforme del otro. No podemos seguir creyendo que la marcha es superior cuando importa más la firma que lo que se firma. Incluyan en sus marchas contenido, exijan como aquellos que lo hicimos en las urnas, que definan qué ocurrirá con los jóvenes que hasta hoy tienen el camino libre para llegar a las bacrim, lo que sería padecer lo que hoy llora Guatemala con las maras. ¿Quién se anima?
@josiasfiesco