Las maravillas del Día sin carro

Las maravillas del Día sin carro

Por: Natalia Restrepo González
abril 09, 2015
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Las maravillas del Día sin carro

Desde el año 2000, los bogotanos hemos visto la implementación de la brillante medida conocida como “el día sin carro”. A simple vista, esta es una buena idea. Es una situación que busca mejorar los altos niveles de contaminación que sufre el medio ambiente, y ayuda a mejorar los niveles de contaminación auditiva. En papel, todo marcha bien. Sin embargo, una vez que la medida se implementa, los resultados demuestran lo diferentes que son las ideas una vez se convierten en acciones.

Al mismo tiempo que se aprueba la propuesta del primer Día Sin Carro en Colombia, el alcalde de ese entonces, Enrique Peñalosa, inaugura el primer transporte masivo (y el más importante hasta la fecha) de Bogotá: el TransMilenio. Una vez que el bogotano tiene a su disposición un transporte tan revolucionario, moderno y eficaz como el TransMilenio, la propuesta del Día Sin Carro cada vez suena como una mejor idea. Después de todo, ¿Por qué no intentarlo? ¿Por qué no involucrarse en una iniciativa que ayudará al medio ambiente, ahora que tenemos más opciones de transporte a nuestra disposición?

Sólo el tiempo puede responder a estas preguntas.

Ahora que estamos en el 2015, con quince años de diferencia entre las grandes propuestas y el momento en que se llevaron a cabo, ¿cuál es el resultado? ¿Con qué maravillas ambientales y de transporte contamos los bogotanos? La respuesta se puede ver en el diario vivir: no tenemos un buen sistema de transporte público. Tenemos muchas estaciones, claro, un enorme número de zonas de la ciudad que cuentan con el acceso al TransMilenio y, próximamente, si tenemos suerte, la totalidad de los buses pertenecerán al SITP¸ y aún más, si Dios en su infinita sabiduría lo permite (porque Él es el único que podría lograrlo) tal vez, algún día, en un futuro indefinido, la ciudad podría contar con un metro. Lastimosamente, esto no es suficiente para la movilización masiva de personas que día a día hace uso de estos servicios.

Así pues, el TransMilenio es un sistema donde la ciudad se ve obligada a implementar rejas en los separadores de las avenidas, al igual que un “nuevo e innovador sistema de puertas”, todo para evitar a los colados. Así mismo, las estaciones y el interior de los buses están, en muchos casos, en unas condiciones lamentables. Cuentan con vidrios rotos, sillas en mal estado, puertas de las estaciones que no se pueden cerrar (y tal vez nunca lo harán, a menos que reconstruya la totalidad de la estación, como sucedió en la Calle 57, y actualmente en la calle 45). Por su parte, los buses del SITP son una gran alternativa. Con tan sólo una tarjeta TuLlave (que cuenta con puntos muy específicos de recarga, seleccionados y casi ocultos), los usuarios se pueden movilizar por una red de paradas determinadas. Es una fantástica idea, aunque, lamentablemente, la falta de información al público sobre cuáles son los servicios que ofrece, qué zonas están cubiertas, y dónde encontrar la tarjeta de ingreso, han hecho que la mayoría de buses hagan sus recorridos con un interior desolado, o por lo menos con muy pocas personas, mientras el resto del público espera pacientemente a que pase su confiable buseta, la cual conoce hace años, y que es un transporte inseguro, donde en incontables ocasiones han ingresado personas a robar a sus pasajeros; aun así, es el transporte que el bogotano conoce, y del que sólo podrá hacer uso por unos cuantos meses más, pues el alcalde Petro va a eliminarlas y a implementar por completo los buses del sistema SITP.

Este es el panorama de transportes públicos de Bogotá. Hasta acá, por supuesto, se ha omitido la opción de taxis y de la nueva empresa Uber; el motivo de ignorar estas alternativas, por obvias razones, es el enfrentamiento constante y, tan presente, entre ambas compañías, haciendo que los viajes en taxi sean una pesadilla para los usuarios, y en Uber sean francamente un riesgo, pues nunca se sabe en qué momento llegará un conductor de taxi a bajar al pasajero a los golpes, evitando el funcionamiento de Uber (este fue exactamente el caso que vivieron quienes asistieron al concierto Estereo Picnic, y en su salida, luego de haber seleccionado el servicio de Uber, fueron agredidos por una serie de taxistas).

Finalmente, esta es la ciudad en la que vivimos. Este es el transporte con el que contamos día a día los bogotanos. Así mismo, esta es la situación en la que el alcalde Petro nos quiere forzar a soportar un segundo Día Sin Carro. Es más, si las propuestas del señor alcalde siguen su curso actual, nosotros, los afortunados habitantes de esta caótica ciudad, ¡podríamos contar con un Día Sin Carro mensualmente! Qué dicha tan grande será disfrutar de un TransMilenio inhabitable, cuya capacidad máxima está totalmente excedida, o en el mejor de los casos podría esperar, dejar pasar de tres a cuatro buses de TransMilenio, en búsqueda de uno en el que pueda entrar sin quedar estampada contra la puerta defectuosa; cruzaré los dedos, en espera de que tenga tal suerte. Otra gran opción sería intentar comprender el sistema del SITP¸ aunque lastimosamente no encuentro un recorrido directo que me sirva para movilizarme como necesito. ¿Qué tal hacer uso de las viejas busetas? Tal vez con camándula en mano, y rezos constantes, no me encuentre alguien dispuesto a robarme, cortarme el pelo de raíz, o amenazar con quitarme la vida. Finalmente, ¿por qué no un ameno paseo en bicicleta? Puedo mejorar mi estado físico, aunque me expondré a toda la contaminación emitida por el transporte público y, por supuesto, de los tranquilos carros diplomáticos que pasarán junto a mí, albergando con seguridad y comodidad a nuestros queridos políticos, sin mencionar la fuerte posibilidad de encontrarme un ladrón específicamente de bicicletas. ¡Lo que hay son opciones de transporte!

La situación es clara. Si el alcalde se preocupa más por la contaminación auditiva que por la seguridad y comodidad de sus ciudadanos, tal vez el cargo le quedó grande. Si su interés es impulsar el sistema de transporte público, del que tanto se vanagloria, entonces mejore la capacidad y el estado de los mismos; la solución no está en forzar al público a usarlo, sino en tener un sistema público tan funcional y útil que el público mismo se acerque a él, viéndolo una opción válida y útil.

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