A propósito de las elecciones en Colombia, suele decirse con razón que los comicios regionales y locales son muy distintos a los sufragios ligados a la renovación de los poderes nacionales; si agudizamos la mirada es posible afirmar que la tendencia es que sean contradictorios; me explico: para votaciones de ejecutivo nacional e incluso del congreso, juegan más lo que han llamado opinión pública y los electores suelen poner mayor énfasis en los cambios que esperan respecto a los asuntos colectivos al momento de votar; en ese escenario, juegan más los posicionamientos mediáticos y hasta cierto punto las adscripciones y corrientes ideológicas que se muevan en la actualidad; acervo al cual recurren los poderes y los proyectos en pugna. En lo local, inciden más las percepciones cotidianas, las necesidades domésticas, los vínculos familiares, las urgencias inmediatas, las afinidades sociales, los mecanismos de control de clientelas y de las empresas o cooperativas electorales que están en la base de la captura del estado
Un elemento igual a las dos contiendas, las nacionales y locales, es que en ambas están presentes las maquinarias de diversas ideologías y orientaciones políticas, haciendo la tarea de cooptar grupos de ciudadanos para lograr hacerse al botín del Estado y beneficiarse particularmente de él; la tradición indica que en ese campo hay muy diversas argucias que operan de acuerdo con el tipo de elección que se presente. Reconstruyamos brevemente la forma como operan estas dinámicas en lo local y regional:
Comencemos por el eslabón más débil, personas que venden el voto por un sándwich o una camiseta y una comida, por la participación en un evento en el cual hacen rifas, por un billete de media o alta denominación, por colaboración al familiar que debe llenar una lista para sostener su empleo o para concretar una obra menor en su comunidad que no se ha podido realizar en años; no importa la hoja de vida del candidato, sus propuestas programáticas, la orientación partidista; simplemente se trata de una transacción de interés particular en la cual quizás solo incida un poco la presentación personal del o la aspirante y el tipo de atención que se haga en los respectivos eventos. Hace pocos días una persona conocida se quejaba que antes por lo menos daban una lechona o un arroz mixto con jugo o gaseosa servido en las mesas en ese tipo de eventos y que ahora solo están dando sándwich o un pastel de hojaldre con jugos de caja al clima.
Examinemos enseguida la capa de contratistas del estado y de los líderes territoriales de las casas políticas que acceden a contratos de prestación de servicios o a oportunidades de empleo en diversos sectores institucionales; ellos suelen jugar un papel más directo en la concreción de listas de votantes, las acciones de propaganda, las reuniones preelectorales y la movilización de votos; se alindera aquí en prácticas normales de campaña que sin embargo, están mediadas por la garantía de un nombramiento provisional o permanente en alguna entidad del gobierno o en las empresas públicas, en la vinculación de familiares y vecinos a algún empleo u oportunidad de estudio temporal. El lenguaje de la transacción aquí es complejo, va desde el compadrazgo con los líderes clientelistas, la coerción velada para que se aporten votos, hasta la cancelación de contrato si no se aportan listas de posibles votantes y la garantía de que votarán en equis puesto. Hace algún tiempo me saludé con una persona conocida, muy aguerrida y contestataria, que casi al llanto me narraba las afugias para sostener su empleo; le escuché con prudencia pues entendía que sus circunstancias implicaban una decisión muy personal; por estos días he visto en sus redes un activismo adulando al candidato que la presionaba entonces. Se siente rara esa situación, aunque es muy común.
Siguen en el sistema los liderazgos locales y regionales con sus respectivas legiones clientelares que se mueven asegurando candidaturas y representaciones intermedias, los puestos en las administraciones, las transacciones con proyectos de inversión, el vínculo amistoso con organismos de control para proteger sus actuaciones y para atacar a sus competidores; estos agentes se mueven en el campo de la inversión en las elecciones y buscan primero sobrevivir y luego tratar de avanzar en las ligas más fuertes del manejo del Estado; con contadas excepciones escasamente tienen consignas, sus discursos son precarios, poco estudian los problemas de la sociedad y la provisión de alternativas las piensan desde el “cómo voy yo ahí”; han aprendido una fórmula y de ella viven. Recurrentemente se narra cómo simulan tener conflictos entre ellos para poner cortinas de humo ante la ciudadanía, cuando en realidad negocian a puerta cerrada posiciones e intereses.
Los gamonales regionales manipulan los avisos de los partidos, hacen puentes con las élites empresariales y mediáticas, administran avales y concilian posiciones para mantener la gobernabilidad corrupta y clientelar
Finalmente, en lo más alto de la cadena están los gamonales regionales que manipulan los avisos de los partidos, generan puentes con los sectores de las élites empresariales y mediáticas, administran los avales a candidaturas y concilian posiciones, aspiraciones y acuerdos para mantener la gobernabilidad corrupta y clientelar; en medio de la disputa por los botines del estado local y regional se atacan unos a otros pero después de las elecciones o incluso en medio de ellas, conciertan milimétricamente sus lugares de manejo de poder y se protegen entre sí. Estos días alguien que conoce algo de estas dinámicas me recomendaba una serie de televisión, señalando que es como la biblia de la real política; observé brevemente las recomendaciones y otras del mismo género y me pareció que ciertamente hay una gran cantidad de series que se ocupan cínicamente de mostrar las perversiones humanas que nos afectan como sociedad y que son de lejos, cartilla para los politiqueros y mafiosos que victimizan el país.
¿Quiénes son las víctimas de esta situación? Ingenuamente podría pensarse que son los eslabones más bajos de la cadena; pero no es así, es el conjunto de la sociedad y la democracia como sistema de convivencia y organización política la que queda precarizada y expuesta al caos, el desorden y la indignidad. Todas las ciudadanías deberíamos reflexionar estas situaciones y pensar cómo podemos contribuir a rectificar al momento de votar, porque con este sistema perverso no vamos para ningún lado.