Hasta los 12 años Toledo tenía que lustrar zapatos para ganarse la vida. Con las manos hinchadas, aun temblando por el esfuerzo, tenía que llegar a su casita en Ancash, al norte de Lima, a hacer las tareas del colegio ayudado por la luz mortecina que irradiaba el cabo de una vela. Los esfuerzos dieron sus frutos: a los 17 años se ganó una beca para estudiar economía en la Universidad de San Francisco. Las notas nunca correspondieron a lo que se esperaba de él pero, gracias a su talento para el fútbol, pudo mantener la beca. Después vendrían un máster en el mismo centro educativo y un doctorado en la Universidad de Stanford en donde conocería a Eliane Karp, la antropóloga belga con la que se casaría y quien lo convencería de que podría hacer lo que él quisiera, incluso presidente de su país. Se inventó un eslogan, “Cholo sano y sagrado” que le hizo recuperar la fe al pueblo peruano que había tenido que sufrir los escándalos de corrupción de sus dos últimos presidentes, Alan García y Alberto Fujimori.
Por fin llegaba a la presidencia un hombre del común, con la piel cobriza del peruano, alguien que había crecido mordiendo el polvo. En su campaña prometió defender el patrimonio regional, volver intocables empresas insignias del Perú como Sedapar, que se encargaba de dar agua potable a buena parte del país, y las hidroeléctricas Seal y Egasa. Sin embargo, cuando cumplió un año en el poder, ya estaba negociando las tres empresas desatando huelgas de hambre, cacerolazos y protestas en todo el país.
Los escándalos familiares durante la Presidencia empezaron a arrinconarlo. Se comprobó que había hecho una concesión millonaria en la que participaron sus hermanos y la propia Eliane Karp, o el soborno que recibió uno de sus hombres de confianza para facilitar la compra de las acciones de la cerveza Backus. En junio del 2006, a días de dejar la presidencia, su popularidad apenas superaba el 7 %, la más baja en la historia de Latinoamérica.
La riqueza recién hecha de Toledo empezó a notar pronto en su opulencia y cambios de costumbre que empezaba a aparecer como un gran millonario internacional. El origen de la nueva fortuna solo se conoció una década después cuando se destapó el escándalo de Odebrecht. La Fiscalía del Perú, gracias a la información del exrepresentante de Odebrecht en el Perú, Jorge Barata, pudo comprobar que la constructora brasilera pagó sobornos US $ 20 millones por la licitación de los tramos II y III de la Carretera Interoceánica Sur, un contrato que costó US$ 820 millones. En el 2012 la Presidencia ya había comprado una mansión de 2.500 metros cuadrados por USD 4.5 millones en el extravagante barrio limeño, Las Casualinas, que está separado de los tugurios por un muro de 10 kms.
El representante Odebrecht Jorge Barata demostró que en una fiesta realizada en Palacio de Gobierno del 2004 el entonces jefe de seguridad Avi Dan On se presentaba como intermediario del presidente Alejandro Toledo y en aquella ocasión se ofreció a favorecer a la empresa en las licitaciones de los tramos 2, 3 y 4 de la Interoceánica. Era tanta la cercanía de Barata a Toledo que tenía una puerta secreta para entrar sin registrarse al Palacio. La empresa que construyó esas obras son Graña y Montero quien también se adjudicó el Gasoducto Sur Peruano S.A, un contrato de más de mil millones de dólares de la mano de los brasileros.
El escándalo estalló a finales de enero. Su casa, donde residía cotidianamente en la localidad de Camacho, en Lima, fue allanada. Allí descubrieron una caja fuerte con 33 mil dólares. En Punta de Salas, en la zona de Tumbes, adquirió para el descanso una casa de playa por USD 276.000
Al Cholo no le quedó de otra que huir de su país, buscar los beneficios que podía traerle el hecho de que su esposa fuera judía e intentar refugiarse en Israel. Los esfuerzos fueron inútiles.
Nadie sabe dónde está Alejandro Toledo. Unos dicen que está en Bélgica, otros juran haberlo visto en San Francisco. La única verdad es que el Cholo que convenció a todo un país de votar por él, el mismo que vendió la imagen de un niño humilde que se pagó sus estudios lustrando zapatos, se ha convertido en uno de los presidentes más corruptos de la historia del Perú. Sobre él pesa una condena de más de 15 años de cárcel.