Una verdad que se cae de madura es que el colombiano más universal no es James Rodríguez, García Márquez o Botero, sino Pablo Escobar.
Hasta 2016, antes de que el entonces alcalde Federico Gutiérrez ordenó demoler el edificio Mónaco, una construcción de 12 pisos donde el capo del cartel de Medellín guardaba su ostentosa colección de autos y vivía con su familia que terminó bombardeada por sus enemigos del Cartel de Cali, los hermanos Rodríguez Orejuela, el lugar era incluso un destino turístico que aparecía en las guías de Medellin. Famosos como el rapero Snoop Dog llegaron a esa ciudad a sacarse fotos al lado de Roberto Escobar, mejor conocido como ‘el Osito’, hermano, albacea y sobreviviente de uno de los grupos delincuenciales más temibles del mundo.
Aunque las relaciones con Estados Unidos siempre fueron complicadas para Pablo Escobar, viajó a Washington en 1981 cuando estaba de presidente Ronald Reagan y empezaba a arreciar la guerra contra las drogas. De ese viaje quedó esta foto con su hijo en plena Casa Blanca, pues Escobar soñaba con poder legalizar toda su fortuna y tener la libertad para vivir en la Casa Rosada en Miami, una de sus propiedades más preciadas.
Casa Rosada de Miami
La compró justamente en ese viaje y le costó 480 mil dólares. En 1987 se la quitó el gobierno norteamericano cuando fue declarado enemigo público número uno. Una pareja de esposos la compró en 2014 por un valor exorbitante para una mansión en decadencia: 10 millones de dólares. En una sorpresiva decisión, el matrimonio decidió derrumbar la casa buscando tal vez guacas, caletas repletas de oro y dólares, pero se quedaron con los crespos hechos porque no encontraron nada.
Un año antes de que lo mataran, en 1992, cuando recién se había escapado de la Catedral, cárcel-hotel que había mandado construir a su medida, Pablo Escobar empezaba las obras de una imponente casa en un paradisiaco lugar de Tulum en México, ubicada a nueve kilómetros de una reserva ecológica.
La idea de Pablo Escobar era escapar a México y nutrir con sus narconocimientos a los entonces incipientes carteles de la droga mexicanos. Jamás llegó a conocer su refugio llamado La casa magna porque fue abaleado sobre el techo de otra residencia en Medellín, el 2 de diciembre de 1993.
En Guatapé, cerca de la Piedra del Peñol, está uno de los lugares más buscados por los expertos en la vida del capo. En 2005, la Oficina de Extinción de Dominio confiscó una de las propiedades –caletas– más queridas por Escobar, La Manuela, en honor a su hija amada. A pesar de los atentados con explosivos hechos sobre la propiedad, buena parte de ella como la cancha de fútbol, se encuentra en perfecto estado.
La Hacienda Nápoles, considerada la joya de la corona del Capo, se ha convertido en destino turístico con fines ecológicos y entre los turistas también siguen llegando admiradores de un hombre que mató a más de 2.000 personas.
Es una finca enorme de 3.000 hectáreas que compró a precios exorbitantes a sus dueños en pleno Magdalena Medio. Allí, en la época de ser una distinguida figura de la política colombiana, pues llegó incluso a ser suplente de la Cámara de Representantes por el Partido Liberal, recibía a senadores, periodistas e incluso llegó a invitar y conocer a Virginia Vallejo, la mujer más famosa del país a comienzos de la década de los 80.
Se enamoró de esa tierra en 1979 cuando paseaba en moto con su primo Gustavo Gaviria y algunos sicarios. Allí, no sólo construyó su casa imponente, sino que mandó a hacer dinosaurios de cemento, pistas de kart y sobre la entrada principal, montó la avioneta utilizada para hacer su primer envío de cocaína a los Estados Unidos.
Para convertir la Hacienda Nápoles en un lugar temático dedicado a la naturaleza, llevó cerca de 1.000 animales de diferentes especies, entre ellos, los controvertidos e invasores hipopótamos africanos para atraer visitantes de cualquier parte del planeta que buscan las huellas de lo que consideran una leyenda. En 1983, esta casa costaba 4.500 millones de pesos. Por el momento, queda la portada y el paisaje donde los turistas se detienen a tomarse la foto.