Nunca vi al Doctor Hernán Peláez tan mal acompañado. No sé si su seso periodístico, calado de experiencias triunfales y su olfato para darle el toque de Midas a todo lo que emprende, se vieron abruptamente empañados en un ejercicio de malas andanzas y a cambio de unos dividendos más elocuentes en su cuenta bancaria. Al menos los que hemos crecido bajo la impronta del cronista más laureado de la radio deportiva, dueño de un talento simplista, descomunal sentido común para hablar de la pelota y una memoria prodigiosa, no lo logramos discernir. Me refiero a esa absurda mezcolanza a la que se vio sometido en medio de Antonio Casale y Martín de Francisco durante la transmisión del recién terminado Mundial de fútbol en Rusia. Por un lado los gritos estentóreos y disonantes del narrador, y por el otro el tormentoso cacareo de su par en los comentarios.
En los medios y el mundo del espectáculo descolla gente creativa y también ocurrente. Los primeros son amigos del talento y cualquiera de sus puestas en escena va endosada de ingenio. Los segundos sólo atinan al disparate y al escándalo, como acicate que levante el rating.
Pero por mera economía del lenguaje no nos metamos con los viscerales alaridos de Casales. Solo pedimos que Edgar Perea y el "negro" Marco Antonio Bustos no hayan sido sustraídos de su descanso eterno.
Nada más traído de los cabellos que pretender amalgamar las virtudes de un hombre como Peláez, cosido a la historia del periodismo deportivo en Colombia, curtido y dotado de absoluta autoridad en el comentario futbolístico con los coletazos de Martín de Francisco, quien no ha entendido que sus tiempos de irresponsable adolescencia pasaron hace mucho y que más bien parece haberse quedado extraviado en algún recodo de su camino a la adultez. Su opulencia idiomática, premeditada y hostigante por demás, innatural, nada seria y ridículamente rebuscada ni siquiera alcanza a descrestar. Solo alcanza el diagnóstico de una patética indigestión semántica. " Pretender sorprender a la audiencia con empalagos lexicales solo es una muestra de inseguridad, tanto literaria como de carácter, y en nada demuestra que se goce de rigor intelectual ". Si RCN Radio creyó que tal blasfemia constituiría un éxito, se equivocó de cabo a rabo. Si acometieron la bufonada de de Francisco como un artificio humorístico, igual, solo provocaron mover el dial.
Es que oír el esclarecido concepto de Peláez reducido a un segundo plano por el fardo inoportuno de adjetivos que emplea de Francisco es un atentado al buen gusto y a la inteligencia; irrita y causa impotencia en el buen oyente. De alguna manera fue como ver al Chapulín Colorado y a Rambo en el cumplimiento de una misión peligrosa. En ese sentido la metida de pata también la tuvo el doctor Peláez, que con el paliativo del tiempo y por sus incuestionables charreteras terminará saliendo ileso y todo quedará supeditado a lo anecdótico, al fin y al cabo cualquiera da un mal paso. Bueno, eso es lo que espera uno.