La lucha contra el racismo adquiere matices; el despliegue de las acciones para defender los derechos de las minorías está supeditado indefectiblemente a la filiación política con la que se identifique el agraviado.
La ofensa de Marbelle a Francia Márquez resulta, por no decirlo menos, un acto ruin y deplorable, pero la agresión del comediante Alejandro Riaño al influencer uribista Miguel Polo no fue de menor gravedad: lo llamó “negro, pobre y gay”; lo discriminaron por su raza, condición y tal vez su orientación sexual, sin embargo, muy pocos se solidarizaron con él, a lo mejor su militancia política no lo hacía digno de merecer nuestra consideración.
Para que nuestro país pueda encaminarse en algún momento por la senda del progreso, una de las primeras luchas que debemos librar es contra la doble moral, no hay racismo bueno y racismo malo, no existe corrupción aceptable e inaceptable, ni un narcotráfico admitido y otro censurado, en todas sus formas son conductas inadmisibles y proscritas.
La valoración y la sanción de lo malo no puede supeditarse al carné de inscripción política que acredite una persona, el racismo, la xenofobia y cualquier forma de discriminación deben convocar el rechazo unánime de la sociedad, pues antes de ser políticos somos ciudadanos y la simple condición de ser colombianos nos convierte en sujetos de derechos.
En 1994 dos poblaciones negras se enfrentaron en Ruanda: los Hutu y los Tutsi, en un genocidio que dejó 600 mil muertos en menos de un mes por cuestiones políticas; si no presentabas tu cédula Hutu te mataban a garrotazos…
Parece que no estamos lejos de tener que acreditar cierta militancia para que no se nos someta a la dilapidación moral; en las narrativas que se predican hoy en día parece que quieren hacernos ver que hay negros buenos y negros malos, apuramos buscando en el diccionario la palabra y el adjetivo más hiriente para no solo descalificar sino humillar a aquel que no es coincidente con nuestras posturas políticas y eso pone de presente que estamos heridos como sociedad, nunca logramos establecer unos mínimos, como lo soñaba Álvaro Gómez Hurtado, “un acuerdo sobre lo fundamental” que convierta a Colombia en un país viable.
Al parecer la paz y el sosiego se han convertido en propósitos inexpugnables puesto que lo que se evidencia es la superposición de la hipocresía y la doble moral como dos condiciones casi que inherentes a nuestra cultura.
Adenda: Así como es grave el racismo, genera especial preocupación que sea una cantante de música de arrabal, la que establezca con sus comentarios los tópicos en torno a los cuales debe girar el debate político.
En Colombia hay intelectuales, escritores, pensadores, mentes prolíficas que deben ocupar nuestra atención, hay temas de interés de los que ni siquiera nos enteramos, por ejemplo, hoy mismo en Policarpa (Nariño) hay cerca de 3 mil desplazados y han sido muy pocos los que se han dignado a pronunciarse al respecto…