Las locuras de la rectora del colegio de Sergio Urrego

Las locuras de la rectora del colegio de Sergio Urrego

Azucena Castillo trataba a los profesores como una tirana y un día mandó a matar los cachorros de una perra adoptada por alumnos porque no le gustaban los animales

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mayo 04, 2021
Las locuras de la rectora del colegio de Sergio Urrego

Cuando Amanda Azucena Castillo decidió asumir la rectoría del Gimnasio Castillo Campestre de Tenjo, en el año 2004, había mucho miedo entre el plantel de profesores que ahí laboraban. Todos la conocían. Llevaba catorce años en la junta directiva del colegio y le conocían su carácter autoritario, que se sintió desde el primer día como rectora. Para completar, era la dueña del colegio.

Azucena Castillo y su esposo Alfredo, se hicieron dueños del colegio Gimnasio Castillo Campestre de Tenjo y el Gimnasio Castillo del Norte en Bogotá desde los años noventa. Asumieron roles directivos y Alfredo asumió la dirección de contabilidad. Pero otra cosa sería tenerla en la rectoría.

La recibieron con tres renuncias de profesores y llegó pisando duro con el tema de los ingresos del plantel educativo. Un primer banderazo de alerta fue la manera cómo se fijarían desde ese momento los sueldos para la mayoría de maestros. Mantuvo un pírrico básico de $750.000 y se inventó un bono de $100.000 compensación que se convirtió en un arma para ejercer la arbitrariedad.  Las renuncias eran frecuentes y la nómina de profesores, fluctuante. A este se añadía otro de $ 300 mil por desempeño que también aplicaba discrecionalmente.

Como si fuera poco, si en alguna salida de campo algún estudiante no participaba en la actividad, el costo del cupo del alumno, lo asumía el profesor. Aplicaba el látigo con la mensualidad, y si algún alumno se retrasaba, le impedía entrar a clase y si no cumplía al fin del mes, el costo lo asumía el docente. Una decisión que problematizaba las relaciones entre estudiantes y profesores.

En el descanso los profesores se debían distribuir estratégicamente para vigilar a los alumnos y estaba prohibido cualquier tipo de charla o contacto entre docentes durante este tiempo. “En el almuerzo que era otro espacio de descanso, no podíamos sentarnos juntos, nos tocaba en mesas separadas y dándonos la espalda. Era una cosa muy chistosa porque Azucena se hacía en un punto desde dónde podía vigilarlo todo”.

En algún momento intentó decomisar los celulares a la llegada de los profesores al colegio para devolvérselos a las tres de la tarde, hora de salida, pero los profesores de la sede de Tenjo no lo aceptaron, mientras que los de Gimnasio Castillo del Norte accedieron.

Los  docentes debían elaborar unas guías de trabajo las cuales eran entregadas al colegio y se vendían a los estudiantes como material didáctico, de cuyas ganancias, el profesor no recibía un solo peso. Alguna vez, una de sus compañeras por tiempo no entregó su guía, y por tal motivo no le reconocieron nada del bono de desempeño por varios meses.

La crueldad de Azucena Castillo llegó al punto de que un día mandó a matar los cachorros de una perra callejera, adoptada por unos estudiantes, porque simplemente no le gustaban los animales.

Sergio Urrego no es el único suicidio que se recuerda. Tres años antes de la muerte de Urrego, debido también al matoneo, se quitó la vida otro estudiante, César Valbuena. El muchacho sufría de un fuerte trastorno depresivo y según testimonios de profesores, se dormía a veces en clase y fueron tales las burlas y las presiones que no resistió.

Entre los docentes del colegio quedó la idea que la rectora había manipulado a los papás de Danilo Pinzón, el novio de Sergio Urrego, para que lo denunciaran por acoso sexual dos meses antes de que se suicidara. Esto fue después de que, por medio de un proceso disciplinario escolar, Amanda Azucena obligara a la pareja de 16 años de edad hablar públicamente sobre su orientación sexual por cuenta de un escándalo que varios funcionarios del colegio se encargaron de escalar con falsas denuncias y divulgando una foto de los dos menores de edad dándose un beso.

Pero fue precisamente gracias al testimonio de Danilo Pinzón que la rectora terminó condenada a once años de cárcel. El pasado martes 20 de abril, después de 6 años del proceso judicial, Danilo junto con su padre se presentaron ante el juzgado 43 de conocimiento de Bogotá como testigo de la Fiscalía General en el juicio que se adelantaba contra Azucena por los delitos de racismo o discriminación agravado, falsa denuncia contra persona determinada y ocultamiento, alteración o destrucción de elementos materiales probatorios.

Nunca antes se había escuchado su versión y el testimonio que dio fue implacable: la rectora del colegio se ensañó con el caso de Sergio Urrego, en el que no escatimó mentiras ni mañas para acosar y desprestigiar al joven alumno y a su familia.

La estrategia de Azucena desde que empezó su proceso con la Fiscalía en el 2015 fue la de dilatar el caso. Logró zafarse del delito de discriminación o racismo porque este prescribió en abril del 2020. Sin embargo, de los delitos restantes Amanda Azucena Castillo fue hallada culpable, según lo determinó el juez del caso, quien la condenó a 10 años y 9 meses de prisión sin beneficio de detención domiciliaria. Tendrá que pagar, además, una multa de 500 SMMLV.

Gracias a la tenacidad de Alba Reyes, la mamá de Sergio Urrego, la rectora Castillo no pudo seguir truncando o frustrando a más jóvenes del Gimnasio Castillo y pagará por las crueldades no solo frente a su hijo que en desespero terminó quitándose la vida, sino por muchos hechos del pasado que ningún padre se atrevió a denunciar. Alba Reyes no pudo disimular su gran logró.


Esta es la tercera condena que se da por el caso de Urrego ya había sido sentenciada la sicóloga del colegio Ibonne Andrea Cheque a 35 meses de cárcel y la veedora Rosalía Ramírez condenada a 27 meses de detención por los delitos de discriminación. Sergio Urrego sentó un precedente importante en la jurisprudencia por lograr la primera condena por el delito de discriminación en la historia de Colombia, aunque esta no fuera para la más grande discriminadora de su historia.

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