Esta vez para defenderse del COVID-19, los israelitas han vacunado en menos de dos meses al 40% de su población. Hace unas décadas, cuando recién se consolidaba como nación, derrotó en 6 días a 4 naciones que al tiempo quisieron aniquilarla y que la superaban 5 a 1 en cantidad de combatientes.
En Colombia, hacemos exactamente lo contrario. La vacunación apenas comenzó y la mitad de los colombianos aplauden las primeras 50.000 dosis, mientras la otra mitad se burla de tan irrisoria cifra. Acá llevamos más de 60 años haciendo la guerra contra nosotros mismos y ni en eso somos contundentes, pues la mitad de Colombia nunca ha podido aniquilar a la otra mitad.
La receta para tener un gran país es simple: unidad, solidaridad y, ante la crisis, contundencia. Así se hicieron gigantes los Estados Unidos, que hoy olvidan esos pilares y entran en decadencia. En Colombia, preferimos vivir en la miseria y el subdesarrollo, y darle rienda suelta a nuestro egoísmo, que ocultamos en un humor que nos presenta como gente alegre y recochera, pero que en el fondo es una expresión indirecta de la envidia que sentimos por el prójimo.