El 23 y 24 de noviembre tuvo lugar en la plaza de Bolívar de Bogotá una feria, en la que firmantes de paz, víctimas y organizaciones sociales de carácter campesino y popular, en pequeños quioscos, ofrecieron los productos de sus proyectos productivos adelantados en diversos sitios del país. Se trataba de mostrar los resultados del Acuerdo Final de Paz firmado cinco años atrás.
El clima de la ciudad no fue favorable para el evento. La fuerte lluvia o las lloviznas intermedias, el frío y la bruma fueron obstáculos permanentes. Estuve allí los dos días, y a decir verdad, me sentí apesadumbrado. El martes apenas se instalaban los puestos, con dificultades logísticas en uno y otro sentido. El miércoles, en el mejor horario, alguien ordenó que nadie pudiera pasar.
Ese día apareció todo rodeado por vallas de metal y personal que controlaba el acceso. La programación prevista desde días antes se trastocó sin anuncio previo. Los porteros explicaban que por determinación superior sólo se permitiría el acceso a partir de la una de la tarde. Sin embargo, más allá de la dos aún no se daba paso a los visitantes.
La razón al parecer era la esperada llegada del secretario general de la ONU, Antonio Guterres, presumo que por motivos de seguridad. Sólo los participantes y organizadores tenían acceso, el público no. Muchos preguntaban airados qué sentido tenía una feria a la que se bloqueaba el paso. Pese a que se trataba de una feria de reincorporación, ni los reincorporados podían entrar.
La feria hacía parte de los eventos programados para la conmemoración de la firma del Acuerdo Final. Entiendo que el día martes, el Presidente Duque y su comitiva viajaron a Dabeiba, Antioquia, al antiguo espacio territorial de reincorporación de Llano Grande, con el fin de enseñar al secretario general de la ONU las realizaciones de su gobierno en materia de implementación.
El lunes se llevaron a cabo sucesivos conversatorios en la Universidad Externado, con la mayoría de los involucrados de uno u otro modo en la firma del Acuerdo y su implementación. El miércoles se cumplió en la sede de la JEP otro evento, en el que se resaltaba la importancia singular que el Acuerdo de Paz representaba para la vida colombiana.
Sin embargo, lo sucedido en la feria relata mejor que nada la realidad de la implementación. La orquesta filarmónica de Bogotá se había encargado de preparar un coro de niños y niñas, hijos de excombatientes, con el propósito de que cantaran a los acuerdos y la paz. También tenía planeado un concierto musical. Solo pudo presentarlo ante los visitantes internacionales.
________________________________________________________________________________
Lo sucedido en la feria relata mejor que nada la realidad de la implementación
________________________________________________________________________________
Y los funcionarios de reincorporación del gobierno nacional y distrital. Todos, incluida la alcaldesa, rodeados por poderosa escolta, pasaron luego a visitar algunos kioscos. La gente afuera gritaba consignas para que le abrieran el paso. Muchos reincorporados, cansados y furiosos, se marcharon enojados a sus casas. No pudieron disfrutar el coro de los hijos de excombatientes.
La atención de la prensa se dirigió a los visitantes, y los que menos contaron fueron los expositores. Sus puestos eran pequeños y sus mercancías pocas. Fue evidente que para los funcionarios oficiales se trataba de simular que hacían mucho por la implementación y los reincorporados. La pantalla. No había compradores, no les permitían la entrada. La feria se tornó en otra ilusión.
Por la mañana, el alto comisionado de paz Juan Camilo Restrepo, desnudaba en los medios la verdadera cara del gobierno. Exigía a los excombatientes cumplir con la verdad, justicia, reparación y no repetición, para que pagaran efectivamente sus crímenes. El caballito de batalla de Duque, su torcida y mal intencionada interpretación del Acuerdo Final de Paz.
Ninguna mención a que los mismos requerimientos fueron atendidos por los agentes estatales, militares y policías, cuerpos de seguridad, financiadores y terceros involucrados en la brutal violencia que sacudió al país por más de medio siglo. Ni la menor alusión a los más de cien mil masacrados por el paramilitarismo en beneficio de empresarios e inversionistas.
Con la complicidad descarada del Estado. Ni a los falsos positivos y sus responsables en alto gobierno. Ni a las operaciones de tierra arrasada cumplidas por las fuerzas militares. Ni a los millones de desplazados y despojados de sus tierras. Como quien dice, hagamos pequeñas ferias para la foto, mientras trituramos como insectos a los que hicieron posible la paz.
A los que dejaron las armas y comparecen masivamente a la JEP. Además dejemos que los asesinen y desplacen en los territorios. Los mismos en los que el desarrollo rural previsto en el Acuerdo brilla por su ausencia. En los que proliferan las mafias y bandas criminales ante la desidia oficial por implementar la sustitución de cultivos.
Contrario a lo que piensa Duque la comunidad internacional se da cuenta de todo. Y los colombianos también, claro.
Publicada originalmente el 26 de noviembre 2021