Vivir con su familia en una isla virgen era uno de los tantos sueños del francés Jean Claude Bessudo cuando era apenas un niño. Su pasión por el viaje, la naturaleza y la aventura hizo un match perfecto cuando llegó a radicarse a Colombia junto a su familia toda decidida a radicarse en el “nuevo mundo” en los años 60. Su padre, don Victor Bessudo, era un ambientalista aficionado a quien la conservación le movía el corazón mucho antes de que esta se volviera un tema central en la sociedad colombiana.
Tras graduarse del liceo francés en Bogotá, teniendo solo 20 años, Jean Claude Bessudo se vinculó a la Agencia de Viajes y Turismo Aviatur, empresa fundada por su padre, que tres años después empezaría a presidir, en 1970. Tenía la vena para hacer del turismo, un negocio redondo que lo puso en un lugar de poder rápidamente. Junto a su familia adquirió completamente la compañía que por años administró de la mejor manera algunos de los destinos colombianos más importantes como el Parque Tayrona en Magdalena, o la Isla Gorgona en el Valle del Cauca.
Cincuenta años de arduo trabajo desde entonces, puso a Jean Claude Bessudo y su familia en las altas esferas de poder cuando de turismo en Colombia se trataba. Todos los presidentes han respetado y escucha atentamente su criterio y recomendaciones por el bagaje de experiencia que lo respaldan. No es casualidad por ejemplo que su hermana, Sandra Bessudo, llegara derecho a la dirección de la fundación Malpelo, la cual ayudó a crear después de haber sido la primera directora de la Agencia Presidencial para la Cooperación-APC, durante el gobierno de Juan Manuel Santos. La influencia familiar en términos políticos enfocados en el turismo y la conservación de Colombia se volvió irreductible rápidamente.
Pero, a nivel personal, Bessudo tenía un sueño pendiente por cumplir. En el escritorio de trabajo que tenía en su casa ubicada en la Calera, a las afueras de Bogotá, Jean Claude guardaba planos del lugar con el que soñaba construir. Entre los papeles en donde consignaba sus ideas y apuntes se leía que su paraíso debía tener mar y selva a la vez, en perfecta armonía con ambos escenarios.
El lugar, que por décadas cambió de ubicación, terminó siendo en la Bahía de Barú, a las afueras de Cartagena. Fueron cinco años en que la familia Bessudo dialogó con las comunidades de dicho territorio para que, por consulta previa, se le diera luz verde al proyecto que siempre había querido: un hotel de lujo, construido en las entrañas de dicho territorio paradisíaco, que fuera fuente de inspiración en la conservación natural pero también un motor económico que generara desarrollo en la región. Finalmente, en el 2014 obtuvo todos los permisos y un año después se pondría la primera piedra.
Una de las promesas cumplidas que suscribió Bessudo para ganarse el respaldo de las comunidades de Barú fue entregarle un terreno a Aguas de Cartagena S.A. para la puesta en marcha de un sistema de abastecimiento de agua en dicho territorio, mediante la desalinización de agua salobre, captada a través de pozos playeros ubicados dentro del proyecto hotelero. Esa propuesta, fue pensada por Jean Claude cuando dialogaba personalmente con los voceros comunitarios de dicho corregimiento.
Dos años después, en el 2017 se inauguraba su gran sueño: el hotel “Las Islas”. El evento de presentación y apertura fue tan aplaudido a nivel nacional que Juan Manuel Santos, presidente en ese entonces, se desplazó al lugar para acompañar a Jean Claude Bessudo y su familia en este gran éxito.
Con una capacidad aproximada de 120 personas, el establecimiento consiste en 54 bungalows que son casas pequeñas de una sola planta y dotadas con todas las comodidades de un hotel 5 estrellas. Cada uno tiene piscina privada, que le da un toque de lujo en el medio del monte. De esas, 30 están al nivel del mar y las restantes 24 en altura entre los árboles.
La infraestructura cuenta con tres restaurantes, cuatro bares, una cafetería, una piscina de agua dulce, centros de deportes náuticos, spa, gimnasio y tienda de artesanías. El hotel dispone de varias lanchas que parten del muelle la Bodeguita en Cartagena y hacen el recorrido hacia el hotel en 45 minutos aproximadamente. Pero este también tiene acceso terrestre y cuenta con un helipuerto en el que aterrizan helicópteros desde la heroica.
Al principio se consideró que la inversión necesaria para poder materializar dicho hotel serían 35 millones de dólares, una cifra poco modesta, por decir lo menos, para un proyecto cuya ambición era hacer un cómodo paraíso entre las tupidas selvas tropicales del caribe colombiano. Pero dicha cifra terminó siendo casi el doble. En palabras del propio Jean Claude, su familia invirtió 60 millones de dólares.
Cuando llegó la pandemia a Colombia, Bessudo se encontraba visitando el hotel de pura casualidad. En cuestión de días tuvieron que cerrar operaciones y todos los huéspedes debieron irse. Sin embargo, él y su familia se quedaron por los seis meses siguientes viviendo una experiencia muy cercana a sus sueños de infancia. Según contó en una entrevista, el hotel quedó completamente vacío con la excepción de él y un príncipe de Mónaco, quien también lo cogió la pandemia de casualidad en el recinto y decidió tomarse los meses porvenir como las mejores vacaciones de su vida, en un paraíso terrenal que ha ganado más de 30 premios internacionales desde que fue inaugurado.
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