La noticia, en boca del ministro de la Defensa, de que se tenían indicios serios sobre un plan para atentar contra la vida de Álvaro Uribe y Eduardo Montealegre, sorprendió a todo el mundo la semana pasada y puso en entredicho la buena voluntad de la guerrilla en la mesa de La Habana. Por ser Pinzón un vocero tan cercano al presidente llevaba a creer que esta información había sido consultada previamente con él y que era cierta.
Inmediatamente se escucharon voces indignadas y los críticos del proceso de paz reforzaron sus ataques, pero fue el propio gobierno el que salió con más fuerza a repudiar estos planes terroristas. Juan Manuel Santos criticó duramente a las Farc y el jefe de la delegación en La Habana, Humberto de la Calle, regañó públicamente a la guerrilla. Además, la demora de las Farc en desmentir el comunicado del ministro Pinzón llevó a creer que estaban aceptando tácitamente su culpabilidad.
El expresidente Uribe agradeció de inmediato al gobierno por informar sobre el posible atentado en su contra y el gobierno ofreció aumentarle su esquema de seguridad. Inclusive, para algunos este intercambio de mensaje parecía un buen augurio sobre la posibilidad de limar las asperezas entre los dos nuevos enemigos irreconciliables.
Pero, sorpresivamente dos días después de armar el escándalo, el propio Santos salió a desmentir la gravedad de lo informado por su ministro. Que eran hechos viejos, dijo, que él los conocía desde su paso por el Ministerio de Defensa, épocas en que eran usuales los falsos positivos. Así la información del plan terrorista quedó también convertida en otro falso positivo. Una vez más el presidente se "patraseaba", como es tan común en él, pero esta vez en una especie de autogol, que dejó la impresión de que Santos es capaz de traicionarse hasta a sí mismo o a su propio equipo de gobierno con tal de no bajar más en las encuestas.
Con semejante reversazo Iván Márquez vio despejado el camino para aparecer como víctima de una mentira falaz y negó indignado la acusación que les hacían. Envalentonado regañó a todo el mundo, al presidente, a De la Calle, al ministro, a los militares y, por supuesto, a Uribe. Aseguró que ellos a lo que estaba dedicados era a la tarea patriótica de hacer la paz, por el bien de Colombia. Y con la ayuda de las incongruencias del gobierno, la posición de la guerrilla en la mesa de negociaciones, mejoró.
Claro que las incongruencias no fueron solo de Santos. Ernesto Samper por su parte, antes de conocer el desmentido del presidente, se apresuró a trinar: "entiendo que las Farc quieran hacerle daño a Uribe, pero no que lo hagan contra el fiscal que es amigo de la paz".
¡Que barbaridad! No se si lo traicionó el inconsciente o si le tiene tanta bronca a Uribe que no le importó decir lo que dijo, pero "entender" que se quiera matar a alguien por discrepar o pensar, así sea radicalmente distinto a las Farc, no tiene ninguna justificación. ¿Acaso "entendería" Samper, por ejemplo, que se hubiera asesinado a Gómez Hurtado por criticar a su gobierno? No lo creo.
Lo que el también expresidente Samper escribió es otra incongruencia que no se puede tolerar en alguien que en los últimos años se ha querido presentar como el adalid de la paz y los derechos humanos. Aceptar el trino de Samper seria legitimar que la paz se logra eliminando a los contradictores y que el terrorismo en un arma legítima de la política.
Este bochornoso episodio del falso positivo informativo deja muchas dudas y sería bueno que alguien del gobierno las aclarara porque así hayamos avanzado en los acuerdos de La Habana las incongruencias matan la confianza y ese es el ingrediente más necesario en una mesa de negociación, la credibilidad en el que está sentado frente a mí.
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