Cuando me eligieron como directora del MAMM, antes de llegar a la ciudad sentí temor por todas esas ideas respecto a que la paisa es una sociedad cerrada, que es difícil insertarse en los círculos sociales. Pero las ganas que le tenía al proyecto del museo eran mucho más grandes.
Desde las primeras conversaciones con la Junta Directiva, me dejaron claro que mi gran reto sería la expansión del museo. A mi llegada me quedó muy claro que la sede se había quedado pequeña para una institución que realiza muchísimas actividades, no sólo en su edificio, sino en la ciudad.
Por fortuna la ampliación fue un proyecto que recibí en una fase bastante avanzada. Ya había habido una convocatoria, los arquitectos estaban seleccionados, era el momento de comenzar la obra.
Cuando llego a Medellín me encuentro con una institución importantísima, que es un gran referente para el sector y, que por ende, ser su directora es importantísimo. Medí la dimensión del asunto el día que entré a trabajar, ese día apareció mi foto en el crucigrama de El Colombiano ¡No lo podía creer! Me imaginaba a todos los jubilados llamando a la recepción para preguntar mi nombre.
Hoy no puedo sino decir que he tenido la mejor receptividad, la más cálida acogida. El hecho de no ser de aquí también abre puertas.