Ucrania ya ha hecho metástasis en todo el orbe. Sus consecuencias se diseminan a todos los órdenes de la existencia. Ha sido un reacomodo tectónico como no se conocía en Europa desde 1945. Ha cambiado la realidad sociopolítica no solo de los ucranios sino de todos sus vecinos desde el Báltico hasta el Adriático.
Los focos se han puesto en Volodimir Zelenski, artífice de esa propagación, como no se había visto antes. La guerra no cambia su careta, pero los medios técnicos son del siglo XXI. Es un mundo interconectado donde una palabra se expande en segundos a todo el planeta, llevando en sus entrañas la dinamita en las dosis que su autor lo desee.
Zelenski como showman
Sus giras telemáticas lo han hecho ubicuo y se desenvuelve con soltura en el manejo del sofisma, que tal vez es lo que le ha dado popularidad, ya que vivimos en la era de la posverdad donde las emociones priman como factor de persuasión, no importa lo que se diga y sí la mímesis que le imprima a su actuación escénica.
Entra a todas partes como las moscas. El martes 17 mayo en la apertura del Festival de Cine de Cannes fue Zelenski el que abrió el certamen a través de videoconferencia, le quitó protagonismo a Eva Longoria, Rossy de Palma, una ‘chica Almodóvar’ espectacular. Pero él se acostumbró a ser la vedette. ¿Olvidaría ya su rol de presidente de Ucrania? Ahora hace parte de la beautiful people que engalana las portadas del papel couché. ¡Mon Dieu!
Y allí, a su escondite, donde quiera que sea, han ido desfilando todos los líderes europeos –llegan de subrepticio- [el penúltimo fue Mitch McConnell], en busca ¿de qué? porque lo que es solidaridad con todos esos millones de transterrados que se han visto obligados a abandonar sus hogares, más bien es poco lo que se ve. Todos ofrecen armas, porque Zelenski ha tenido la prestidigitación escénica para embaucarlos con que “la libertad no puede estar peor armada que la tiranía”. Zelenski ha llegado a empoderarse de su papel de ‘el rey desnudo’, como con tanta finura y arte exquisito lo dibujó Hans Christian Andersen.
¿Alguien ha creído que Ucrania es una democracia?
Primero aventuremos la hipótesis de que, si la guerra le hubiera tocado a Petro Poroshenko, presidente 2014-2019, ¿qué habría ocurrido? ¿habría sucedido este Titánic trágico que ahora vive el pueblo ucraniano? ¿se hubiera dado una capitulación temprana para evitar esta hecatombe? y así evitar todo este discurso de la millonaria reconstrucción, que según dicen, adelantará la Unión Europea con cargo a los erarios públicos de los 27 países miembros. Las 5 o 6 grandes compañías constructoras europeas no dejan de brincar de alegría, al saber que ellas van a emprender tan loable labor.
No dejemos de decir, que con Poroshenko Putin estuvo relativamente controlado y con un poco de suerte –sí, con Putin, además de voluntad negociadora, hace falta suerte, para acordar algo; Putin es ateo, pero porta un sustrato, allá muy debajo, de misticismo- se hubiera logrado algo diferente a la guerra, desde luego, cediendo en zonas que reclama Moscú como Crimea y compartiendo los óblast de Zaporishya, Kherson y Odessa, en gran parte rusófonas desde Catalina la Grande.
Segundo no se debe omitir en la visión panorámica que Ucrania deja ver, su condición de democracia débil, algunos de sus oligarcas tienen fama de mafiosos, de haber hecho sus fortunas a través de trapisondas que son obras magníficas ejecutadas por la corrupción, e institucionalmente subdesarrollada y con bolsas de pobreza rural tercermundistas. La Unión Europea la mira con recelo, desconfianza y sabe sin duda que no reúne los valores que exige el Tratado de Lisboa: estado de Derecho, libertad de expresión, justicia no politizada, derechos humanos, transparencia en la contratación. En Bruselas deberían examinar con prudencia las palabras de Vladimir Putin en su discurso del 24 de febrero: “Es un estado fallido”, refiriéndose a Ucrania.
Zelenski un multimillonario en los ‘papeles de Pandora’
Ya se sabe que es una práctica común por parte de los multimillonarios evadir al fisco mediante la ‘táctica legal’ de depositar sus abundantes beneficios en paraísos fiscales que están dispuestos a secundar su juego. Ellos le tienen una enorme inquina a la hacienda pública a la que ven como un serpentario de indelicados funcionarios dispuestos a compensar sus bajos salarios.
En octubre 2021, tras larga investigación, se dieron a conocer los nombres de todos aquellos que deciden ocultar su patrimonio. El estudio fue bautizado como papeles de Pandora, que mostraban una amplia lista de políticos que enseñaban un denominador común: llegaron al poder mediante la añagaza de ser los ángeles exterminadores de la maldita corrupción y hacer que los dineros fueran dedicados a la bella causa del bien común.
De pandora emergieron cientos de nombres, entre ellos estaba el del Ex Primer ministro del Reino Unido Tony Blair, un laborista que hizo soñar a todos los despojados por Thatcher, que su llamada ‘Tercera Vía’ los iba a redimir, y su esposa Cherie, la DW alemana habla de que compraron un edificio valorado en 8,8 millones de dólares en una inmobiliaria offshore. Lo más llamativo de las listas de Pandora es que tras conocerse los nombres de todos los implicados, no tuvo ninguna consecuencia de tipo penal, sabiendo que se saltaron las leyes a la torera.
Apareció en esa lista afrentosa, el Primer ministro checo Andrej Babis, un multimillonario que llegó al poder en 2017. Salió a la luz pública el nombre de Volodimir Zelenski, flamante presidente de Ucrania, con participación en una empresa fantasma registrada en la Islas Vírgenes británicas, de acuerdo con lo publicado por el diario inglés The Guardian. La oficina de prensa del presidente Zelenski confirmó la noticia, no la desmintió, dijo que lo había hecho para evitar al prorruso Viktor Yanukovich, que se podría quedar con el dinero.
En abril 2022, el partido holandés que dirige Thierry Baudet, Foro para la Democracia (FVD), publicó una noticia donde informaba que la “fortuna personal del presidente Zelenski llega a 850 millones dólares”, dice que habría recibido la mayor parte de este dinero después de su elección en 2019.
Los holandeses en general no se fían mucho de los ucranianos. El 6 de abril 2016 Países Bajos votó un referéndum, no vinculante, sobre un Acuerdo de Asociación entre Ucrania y la UE, ganó el voto “en contra”.
Rand Paul pulsos focalizados y valientes
Los focos se dirigieron el jueves 12 mayo, en el Congreso de Estados Unidos, al senador republicano Rand Paul, quien no está a favor de un paquete de ayuda de EE.UU. a Ucrania de 40.000 millones de dólares por considerarlo un gasto excesivo. Ya había acuerdo entre republicanos y demócratas, algo que muy pocas veces se consigue, para aprobar la ley y la firma del presidente Joseph Biden, cuando apareció Rand, senador por Kentucky y les estropeó el guateque.
Pero el senador norteamericano Paul se salió de la órbita dialectal de Zelenski y siguió su propio camino. El de un político comprometido con sus votantes. “No podemos salvar a Ucrania, hundiendo a la economía de Estados Unidos”. “Mi juramento del cargo es a la Constitución de EE.UU., no a una nación extranjera”, fue rotundo Paul, en el WSJ. ¿Hasta dónde hay pureza en las palabras de Rand Paul? El altruismo en el capitalismo de USA se extinguió desde la época de Jefferson, aún antes de la Doctrina Monroe.
“No siempre tenemos que ser el Tío Sam, el policía que salva al mundo, sobre todo cuando pasa con el dinero prestado”. Al senador republicano le preocupa seguir alimentando sin medida la deuda pública de 30 billones de dólares. El forcejeo en el Congreso americano se recrudece porque Estados Unidos ya llegó a un millón de muertos por Covid-19, el presupuesto se está agotando, y, para el próximo otoño se espera otra ola letal de coronavirus. A pesar de todas las oposiciones, el paquete millonario a Ucrania se aprueba el 19 mayo, pero el senador Paul insiste en exigir que “un inspector general supervise los gastos en Ucrania”
Recep Tayyip Erdogan no quiere ser menos que Solimán I
El 18 mayo, Finlandia y Suecia presentaron sus formularios de ingreso a la OTAN, pero de inmediato el sultán Erdogan dijo no. Esto quedó en algo así como una placa de Petri. El ingreso es posible solo y cuando haya unanimidad de los 30 países miembros. Erdogan no está de acuerdo en que los dos países ‘apoyen’ a los kurdos, que Ankara considera terroristas.
¿A cambio de qué quieren mi voto?, parece decir Turquía. Ankara no está en guerra con Ucrania, es amiga de Putin y le interesa que este vea que dificulta la expansión de la OTAN. Dentro de ese forcejeo de poderes en que se convirtió la realpolitik del mundo con el movimiento de Putin el 24 de febrero, Erdogan quiere negociar concesiones por parte de EE.UU. para ser incluida en el programa de aviones de combate F-35.
Quiere que Estocolmo y Helsinki levanten la restricción de armas que impusieron a Ankara, luego de su incursión en Siria. Ya en clave de política interna, Erdogan quiere enviar el mensaje al pueblo turco que es un líder mundial fuerte y puede hacer temblar a la OTAN con su voz firme y enérgica. La placa de Petri indicará hacia dónde se inclina la inmoralidad en que navega la política de estos tiempos. Si Europa cede ante Erdogan es un pésimo mensaje. Si Europa desconoce el voto de Turquía y Suecia y Finlandia ingresan, es apuntillar a la OTAN. El precio que Ankara pone es muy alto.
Finlandia en el candelero
El canciller finlandés, Pekka Haavisto, declaró: “al unirse a la OTAN, Finlandia saldrá de una zona gris muy peligrosa”. A los finlandeses se les obnubiló la vista. ¿Ya no piensan por sí mismos? Es muy poco realista, para justificar la decisión, decir que Rusia los puede atacar. La experiencia muestra que Finlandia solo ha obtenido beneficios de la política de equilibrios para moverse entre Rusia y occidente, que viene de 1945.
Finlandia era un país pobre. Hoy juega en el club del bienestar euronórdico, exhibiendo algo cercano a una sociedad igualitaria. La política de seguridad ha sido moldeada durante décadas por la no alineación. Con el régimen de Putin no ha habido hostilidades, más bien las relaciones han sido cordiales. La realpolitik finlandesa operó con mucho tino, diplomacia y en beneficio propio entre Moscú y Europa. Lo más inteligente es que haya cordialidad con el vecino. Enemistarse con el vecino es de trogloditas. Esta ha sido la divisa finlandesa.
Los finlandeses –y los suecos- tienen que saber que unirse a la OTAN no los hará más seguros, como dice Thomas Meaney en The Guardian. Si ayer se sentían inseguros, mañana no se sentirán seguros, por el solo hecho de ingresar a la OTAN. La OTAN vale en la medida que Estados Unidos lo quiera, pero si a este le da por virar su nave hacia el indopacífico que es donde está el futuro del mundo, Europa queda desprotegida y simplemente lo que puede ocurrir es la balcanización del continente.
Así Joseph Biden los halague con palabras fementidas el 19 mayo en la Casa Blanca, donde recibió a los dos líderes nórdicos. Les dijo: “Esta es una victoria de la democracia”. El paso de Finlandia es un salto al vacío. Si sentían orgullo de caminar su propio camino, a partir de ahora, ya con la membresía en el bolsillo, vivirán a expensas de lo que venga del exterior. Perderán su sentido de la vida, que es un tesoro infinito.