Las fuentes de consulta en el proceso electoral colombiano
Opinión

Las fuentes de consulta en el proceso electoral colombiano

Para poder decidir acertadamente hay que estar informados, cuestionando la veracidad, integridad e intenciones de nuestras fuentes. No tragando entero

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abril 10, 2018
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He estado tratando de entender el fondo, fondo, de  la mayor parte de los argumentos de los candidatos en la presente campaña electoral.

Dicen “algunos” que la “sociedad civil”, es decir, “una agrupación natural o pactada de personas, organizada para cooperar en la consecución de determinados fines”, según lo define la Real Academia de la Lengua, busca desacreditar al candidato o candidatos que no gozan de sus afectos.

Me rasco la cabeza, y sigo “googleando”; y por más que me esfuerzo, no encuentro en donde entrar en contacto con la “sociedad civil”, con su vocero o con su representante, para que alguno de ellos me indique cuál es su posición oficial. Debe ser porque el “sistema” que no solo mató a Gaitán, le impide a Petro acceder al poder y obstaculiza los acuerdos de paz, también anula cualquier posible contacto con el líder de dicha organización.

Vuelvo a mi fuente, y me dice que el sistema es el “conjunto estructurado de unidades relacionadas entre sí que se definen por oposición”; entonces recurro a las redes, a los buscadores, a los diccionarios y no logro encontrar tal estructura. Debe ser que la “opinión pública”, aquel monstruo de mil cabezas, junto con el “clamor ciudadano”, (los cuales tienen la particularidad de servir a todo aquel que los invoca), me están desviando hacia lo que “miles de oyentes y de lectores” les dicen y les preguntan a los periodistas y me dictan y me controlan mis accesos a la información.

Solo que, a diferencia de Cambridge Analytica, nadie ha encontrado basura en mi computador, ni me han perfilado, pues no soy usuario de redes sociales.

Me queda solo apelar a “la buena fe guardada” y a la “verdad sabida”, como si estuviera recibiendo los sacramentos del propio Altísimo.

 

Cuando pasen las elecciones,
¿quién le va a pedir cuentas sobre la buena fe y la verdad,
a la opinión pública, al Sistema, a la sociedad civil y a la “base del partido”?

 

Después de deambular por todo lo anterior, me pregunto; cuando pasen las elecciones, ¿quién le va a pedir cuentas sobre la buena fe y la verdad, a la opinión pública, al Sistema, a la sociedad civil y a la “base del partido”?

Recordemos que una vez este reinado de belleza se defina, todos los conceptos que buscamos sin descanso en el diccionario político se van a desvanecer. Y después de ello, el “clamor ciudadano” será como una voz esquizofrénica, de cuya existencia nadie da cuenta; ni “la ultraderecha” ni “la izquierda recalcitrante” asumirán consecuencias y mucho menos responsabilidad. ¿Y por qué habrían de hacerlo, si en realidad son creaciones pasajeras? En este contexto nunca hubo, ni habrá, sujeto a quien endilgar responsabilidad alguna.

Salgámonos de los lugares comunes. Leamos, analicemos, evaluemos. Consideremos nuestros valores dentro de la ecuación. Elijamos; y después de elegir, exijamos para que este país salga del letargo que lo tiene condenado a no poder superar el Siglo XVII, cuando la intriga condicionaba a la virtud, el favoritismo relegaba al mérito, el falso testigo enviaba a la hoguera al enemigo, la pluma de ganso y el tintero marcaban la velocidad de la gestión burocrática y la falta de credibilidad en las versiones oficiales llenaban de rumores y de chismes al pueblo en las calles y en los campos.

Pero sobre todo, entendamos que ninguna persona o partido va a solucionar los “problemas del país”, otro lugar común que junto con el “enfoque en lo social” y la “eliminación de las desigualdades” llenan la boca de algunos pretendientes al solio de Bolívar e hinchan el frágil cerebro de quienes aceptan a rajatabla todo lo que el otro les diga. En esta era de conexión global, de acceso a tantos medios de información, resulta triste ver cómo lo único que ha mejorado es la velocidad con la que se propagan estupideces o campañas malintencionadas en los medios, dejando intacta la pobre calidad de los contenidos. Lo único que ha logrado la era digital en la mayoría de nuestros conciudadanos, es aumentar la velocidad de generación de realidades paralelas, aceptadas como dogma por quienes, teniendo acceso a verificar las fuentes, hallan más cómodo sumarse al rebaño de quienes sacrifican gustosos su cerebro en el altar de la ignorancia selectiva. Resulta mucho más fácil vivir con lo que no logro entender, cuando se lo achaco a una inteligencia suprema, extraterrestre; que dedicar tiempo y energía a buscar la verdad. Y ahí es donde los avivatos de todas las pelambres hacen su negocio.

Revertir esta tendencia no es fácil. Aunque parezca lejana, nuestra situación se asemeja mucho a la de la Edad Media, época en la cual unos pocos monjes y aristócratas sabían leer y escribir, lo que los convertía de manera automática en poseedores de la verdad, sin necesidad de tener que revelar sus fuentes. Fue solo la difusión y posterior cuestionamiento de las ideas imperantes lo que permitió el avance de algunas sociedades, no de la “Sociedad en general”, lo que generó las desigualdades en desarrollo, oportunidades y crecimiento; que ahora ciertos candidatos quieren eliminar convocando a la clase politiquera a que lo haga, por medio de asambleas constituyentes.

Para poder decidir acertadamente hay que estar informados, cuestionando la veracidad, integridad e intenciones de nuestras fuentes. No tragando entero.

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