¿Quién podría dudar en este momento que Mick Jagger, a sus setenta años es un hombre feliz? Le ha dado la vuelta al mundo veinticinco veces, gracias a su visión comercial el rock pasó de estar asociado al idealismo hippie a convertirse en un producto que factura millones de dólares al año. Por mucho que le pese a su fiel compañero –y enemigo- Keith Richards fue nombrado Caballero de la Reina en el 2002 y a pesar de que lo ha probado todo en materia de drogas, alcohol, mujeres y demás excesos perjudiciales para la salud, allí está, celebrando en una gira los cincuenta años de una banda que él ayudó a crear.
Sin embargo Jagger es un tipo tan ambicioso que hoy cuando sople setenta velitas sobre un pastel gigante pensará en sus frustraciones. Este hombre obsesivo, que entrena tres horas diarias en un gimnasio especialmente diseñado para él y que ya no desayuna con un trago de vodka y tres rallitas blancas, es ante todo un individualista. Es conocido que mientras el grupo se mantiene en gira Mick, el hombre que alguna vez creyó en que el Rock sería uno de los vehículos que llevaría a la imaginación a tomarse el poder, recibe en sus espaciosas y lujosas habitaciones ya no a una horda de groopies sedientas de él sino a obesos empresarios y mandatarios . Allí mientras Keith y Roonie Wood se ponen de ruana el bar del hotel, Jagger cierra contratos y avisora nuevos proyectos para su productora Jagged Films fundada en 1995, creada para darle un nuevo aire a los jóvenes cineastas independientes británicos pero que hasta el momento no ha podido cuajar un solo éxito de taquilla o un solo premio.
El cine ha sido una de las obsesiones del vocalista de los Rolling Stones. Si bien empezó con pie derecho su carrera siendo protagonista de Performance mítica película de finales de los setenta en donde tiene sexo explícito con Anita Pallenberg, en ese entonces prometida de Keith (Al hombre le encantan las mujeres de sus amigos, o sino que lo diga Eric Clapton o Brian Ferry), la película dirigida por Nicholas Roeg sólo fue un destello en su carrera como actor. De ahí para abajo solo fue cuesta abajo en su rodada. Su papel más célebre sería el que iba a hacer en Fitzcarraldo pero la locura de Herzog impidió que los tiempos del cantante coincidieran con los del exigente rodaje en el amazonas brasilero. Su papel fue cercenado de la película y tan sólo quedan algunos fragmentos en el documental que hizo sobre el filme Les Blank.
Cuando estaba más joven amenazaba ante los medios que estaba cansado de la banda y que lo que él quería hacer era cantar en solitario. Una y otra vez lo intentó y lo único que lograba desatar era la ira de Richards quien cada vez que salía un disco de su querido amigo despotricaba de él en los medios diciendo sin empacho de que Jagger fuera de los Stones no era más que un cantante mediocre. Su último intento fue en el 2011, Superheavy, ¿alguien recuerda a este bebé muerto?.
Los medios lo detestan. En muy pocas ocasiones recibe de buena manera a un periodista (qué afortunado fuiste Juan Villoro) por lo general se mantiene frío, distante, cínico y burlón. De un momento a otro en medio de la entrevista puede levantarse y dar por concluida la conversación alegando tener un sorpresivo dolor de cabeza. Aunque no vamos a justificar a nuestro déspota favorito hay que decir que muchas veces los periodistas lo único que hacen es indagar sobre su vida personal o atacar un aspecto que molesta profundamente al cantante y es la nostalgia. Es sabido de que antes de cada entrevista le pide a su entrevistador que no le pregunte mucho por el pasado… algo que es muy difícil de hacer cuando estás frente a un dinosaurio.
Nadie en la historia del rock ha anhelado más la inmortalidad. Jagger necesita estar renovándose. Las multitudes que llenan los estadios lo que buscan es escuchar una vez más Loving Cup o Wild Horses, en cambio siempre trata de meter dos o tres de sus nuevas canciones que la verdad no les interesan a muchos. Si fuera por él desparramaría en sus tres horas de conciertos canciones de la última década.
A sus setenta años Mick Jagger no se conforma con ser un misionero del blues, un dios del rock, una leyenda viviente. Todavía espera sacar un disco en solitario que esté veinticinco semanas seguidas en el número uno de las listas mundiales e interpretar un papel consagratorio, por el que le den un Óscar. Teniendo en cuenta la longevidad de su familia, su mamá murió de 89 años y su padre de 93, podemos esperar que en los próximos veinte años haga realidad una de las pocas frustraciones que aún tiene. Así su amigo Keith Richards se burle de cada intento que haga por conseguirlo.