La descomunal imbecilidad de las Farc, su cinismo a prueba de todo y su incapacidad para sintonizarse con la realidad histórica, no dejan de sorprenderme.
Cada vez más fosilizados, cada vez más autistas, cada vez más indefendibles.
Encuentro más que justificadas las reacciones de indignación ante la insultante carta de Timochenko en la que afirma la inexistencia de víctimas de las Farc o las críticas profundas a la continuidad del proceso de paz derivadas de los últimos atentados de la guerrilla. El primer requisito imprescindible para terminar un conflicto es la voluntad de las partes, y las miopes acciones de las Farc parecen desmentir por completo su interés en la negociación.
Pero una cosa es entender las dudas ante el proceso de La Habana e incluso considerar justificados algunos de los llamados a su suspensión y otra muy diferente comulgar con la cosecha de odio que por estos días desata la comunidad uribista en las redes sociales.
"Maldito guerrillero triple catre hijueputa. (...) Si es macho lo reto a un duelo (...) dígame donde y cuando y cuadramos esto. Escoja el arma. (...)"
Así trinaba el abogado Jaime Restrepo (bajo el terrorífico nick name de El Patriota) contra el senador Iván Cepeda.
"Los terroristas de las FARC volaron en pedazos a una niñita de 3 años... si usted votó por Santos también tiene las manos untadas con sangre".
Así rezaba un meme que desembocó a mi muro de Facebook hace un par de días. Supongo, bajo esa lógica, que quienes endilgan a los votantes por Santos la sangre derramada por las Farc, tendrán la magnanimidad de asumir como suya la sangre de los más de 500 sindicalistas asesinados durante la presidencia de Uribe o la de los miles de muertos a manos de las bacrim, herederas del amañado proceso de desmovilización paramilitar.
En un reciente artículo sobre la eventual prisión para los jefes de las Farc, los comentaristas se despachaban: "¿Qué es lo que negocian farc-santos y sus lavaperros en la habana? ¡no más maldita farcsa", "La basura guerrillera es el equivalente a un cáncer metastasico (...) al final serán exterminados","arrecie los bombardeos hasta que esos criminales pidan clemencia".
No he encontrado entre los detractores de las eventuales bajas condenas para los guerrilleros, manifestaciones equivalentes con relación a la pronta e inminente liberación de los comandantes paramilitares Ramón Isaza, Ernesto Báez, el Iguano, Botalón, Monoleche, Julián Bolívar, Diego Vecino y Juancho Dique, responsables directos de atroces asesinatos, masacres, secuestros y desplazamientos, quienes habrán pagado como máximo ocho años de prisión.
Si bien la aterradora imbecilidad de la guerrilla consigue dificultar cada día mi postura como defensor del proceso de paz, la tristísima y evidente vocación de venganza de los uribistas (que los coloca a muchos de ellos a 360 grados de las Farc, es decir, en el mismo lugar), es suficiente recordatorio de la Colombia que no deseo y se constituye —¡quién lo iba a creer! — en uno de los principales alicientes para continuar apostándole a la finalización negociada de la guerra.