Querían distraer al gobierno de Belisario Betancur con un proceso de paz largo que les permitiera, en 1982, ganar tiempo para hacer realidad el viejo sueño de crear un ejército del pueblo. Jacobo Arenas, su comandante más inteligente, necesitaba comprobar en la práctica su teoría de que acá en Colombia la izquierda no tendría ninguna posibilidad de llegar al poder por medio de las urnas porque ni tenían la maquinaria política de los dos partidos tradicionales y el estado utilizaría todo el aparato represivo para impedirlo. Por eso, desde el principio, Arenas ayudó a formar a la UP con el único propósito de que fueran exterminadas.
El éxito que tuvo el juez Jaime Pardo Leal en las elecciones presidenciales de 1986 cuando, con casi medio millón de votos, se convirtió en el candidato de izquierda con mayor votación en la historia de Colombia, alertaron no solo a Fernando Landazábal, el oscuro ministro de Defensa de Betancur, y a los grupos paramilitares que se consolidaban en el Magdalena Medio sino a las mismas Farc. Si se descuidaban Pardo Leal podría ser, a futuro, una fuerza política propia.
Por esos años empezaron a hostigar a Rodríguez Gacha, el Mexicano, metiéndose en sus laboratorios y extorsionándolo. En una ocasión incluso llegaron a robarle 10.000 dólares lo que enfureció al temible verdugo. La UP, preocupada por la situación, envió a su jefe de propaganda Álvaro Salazar a una reunión con el narco en un lujoso hotel de Medellín. Allí acordaron que la UP serviría de mediadora con las Farc para que cesara el acoso al miembro del Cartel de Medellín. Rodríguez Gacha había sido muy explícito: si seguían jodiendo iba a armar un ejército para acabar con lo que se conocía como el brazo político de las Farc.
El único miembro del secretariado que se alertó con lo que les contó Salazar fue Alfonso Cano. Él alcanzó a vislumbrar lo terrible que sería para la UP tener un enemigo de ese tamaño. Arenas y Tirofijo desestimaron la amenaza y como si nada siguieron persiguiendo a Rodríguez Gacha. La venganza no tardaría en llegar: en dos años el Mexicano mandó a asesinar, entre alcaldes y congresistas, cerca de 3.000 dirigentes de la UP con el apoyo, por supuesto, de oficiales del ejército y políticos que querían, en su afán patriótico, impedir que el monstruo del comunismo invadiera a Colombia.
Fueron sordos ante las súplicas de los candidatos presidenciales
Jaime Pardo Leal y Bernardo Jaramillo,
del abogado Josué Giraldo Carmona, de José Antequera…
Sí, la UP era un elemento no más en la combinación que planteaba Arenas de Todas las formas de lucha. Cuando el Mexicano atacó con dureza las Farc mandaron a llamar otra vez al monte a Braulio Herrera e Iván Márquez, sus dos ideólogos que en esa época formaban parte del Congreso nacional. Fueron sordos ante las súplicas de los candidatos presidenciales Jaime Pardo Leal y Bernardo Jaramillo, del abogado Josué Giraldo Carmona, del alcalde de Vista Hermosa Meta Julio Cañón, de José Antequera, y de los cerca de 5.000 miembros de la Unión Patriótica que pidieron en vano protección a la guerrilla y que cayeron asesinados ante las balas narcos y estatales.
Desde el principio Arenas y Marulanda crearon las UP como peones, bajas aceptables que servirían para comprobar que en éste país el único medio que tiene la izquierda para llegar al poder es usurpándolo. Con su usual prepotencia estos dinosaurios soviéticos, sanguinarios y crueles, acabaron el tejido social de la izquierda. Miles de dirigentes de la UP no tuvieron otro camino, después del asesinato de Bernardo Jaramillo, que tomar los caminos del monte. Y es allí cuando la izquierda deja de ser una opción aislada, arcaica, asociada con el bandolerismo fariano.
Los comandantes de las Farc, desde La Habana, deben pedirle perdón también a los miles de integrantes de la UP asesinados a finales de los ochenta. No se pueden hacer los locos, la historia lo sabe y es una jueza despiadada y chismosa. Seguro pasarán de agache ahora que el proceso les dará un estatus de mártires patriotas, serán más prepotentes, más sordos e ignorantes que nunca.