Es conocida por todos la historia bíblica de Job, quien en repetidas ocasiones es sometido a múltiples desgracias con el objetivo de comprobar su verdadero compromiso con Dios. Hoy pareciera que el proceso de paz fuese sujeto a toda una cadena de padecimientos cuyo fin fuera quebrar la voluntad de paz de la insurgencia para reventar el escenario de paz.
La habilidosa salida política y jurídica que le dieron las partes al golpe generado por la pérdida del plebiscito, el cual representó que las FARC volvieran a ceder en diversos puntos y se lograran incluir dentro del acuerdo algunas apreciaciones y consideraciones de sectores de la sociedad (fundamentalmente del ala religiosa del país), fue tirado a la caneca de un plumazo por el fallo que emitió la Corte Constitucional el mes de mayo, tumbando elementos sustanciales del Fast Track y abriendo la posibilidad a la modificación parcial o total de lo acordado a interior del Congreso. De igual manera, la serie de denuncias que han venido emitiendo los PTN y las ZVTN sobre los incumplimientos logísticos del gobierno al interior de estas zonas, se suman a algunas de las diversas adversidades a las cuales la guerrilla hasta ahora ha reaccionado poniéndole buena cara a los desaires institucionales. Sin embargo, un gobierno que no tiene la capacidad de garantizar unas construcciones prefabricadas, es síntoma de la desidia con la que la cumple su papel dentro de lo acordado.
A estos “tropiezos” se suman el reciente ingreso de personal del ejército a la zona veredal que está en Guaviare, de la cual se desprendió un intercambio armado que dio como saldo un militar herido y otro capturado; los sobrevuelos de helicópteros sobre la zona donde se encuentra concentrado Timochenko; y la reciente captura del miembro de las FARC Jimmy Ríos mientras cumplía tareas de la implementación, son hechos a los cuales el gobiernos solo ha explicado como errores humanos.
En ese sentido, es una reacción apenas lógica que el comandante de las FARC haga un ultimátum relacionado con la entrega de armas, en un ambiente que el propio Estado se ha encargado de enrarecer en la medida en que mina la confianza sobre el proceso de paz. La clase política dominante parece empeñada en hacer cada día más empedrado el camino que conduce a la dejación de armas, en una lógica peligrosa de intentar medir hasta donde llega la paciencia de la insurgencia en la construcción de la paz.
Hasta ahora las FARC EP han demostrado tener la paciencia de Job; sin embargo, mientras persistan los incumplimientos, desaires y provocaciones se seguirá transitando por la peligrosa línea que divide la paz de la guerra.