Las Farc decimos adiós a las armas, otros reniegan
Opinión

Las Farc decimos adiós a las armas, otros reniegan

Nadie podrá imputarnos jamás haber faltado a la palabra. Las necedades que en ese sentido balbucean los sectores de la ultraderecha, quedarán hechas polvo y cenizas

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junio 23, 2017
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El Acuerdo Final pactado entre el Estado colombiano y las Farc es un hecho irreversible. La dejación de armas de nuestra organización se encuentra en su última fase y en unos cuantos días la totalidad de ellas reposará en manos de las Naciones Unidas. Eso significará sin argumento válido en contrario, que las Farc dejaremos de ser una organización alzada en armas.

Nos transformaremos en un partido político legal, que solamente apelará a la palabra y que ejercerá su actividad de manera pacífica y democrática. Las armas quedarán atrás para siempre. Nos interesa sobremanera que el Estado colombiano cumpla con todas las garantías pactadas, de seguridad jurídica, de seguridad personal y de reincorporación económica y social.

Las primeras tienen que ver con la libertad física de todos los integrantes de las Farc, amnistía, indulto, levantamiento de todas las órdenes de captura en su contra, visas especiales para extranjeros que pertenecieron a filas, ley estatutaria de la JEP ceñida estrictamente a lo acordado por ambas partes en La Habana.

Las segundas comprenden la aprobación de las normas que crean la Unidad Especial de Investigación sobre el paramilitarismo y las reformas constitucionales que garanticen su funcionamiento, las que crean el Sistema Integral de Seguridad para el ejercicio de la política, al igual que el Programa Integral de Seguridad y protección para las comunidades y organizaciones en los territorios. Además de la Subdirección especializada de la Unidad Nacional de Protección. A esto se añade la puesta en marcha del Cuerpo Élite de la Policía Nacional.

En las últimas se incluye el inventario de tierras para su utilización en proyectos productivos agropecuarios para las Farc y las comunidades, y la aplicación de las normas para la reincorporación económica y social. A esto habrá que añadir los mecanismos de monitoreo, acompañamiento y verificación internacional, que incluyen una segunda misión de la ONU.

Los hechos incontrovertibles los constituyen la dejación completa de las armas por parte de las Farc y la entrega de bienes para la reparación de las víctimas. Acontecimientos verdaderamente históricos. Nadie podrá imputarnos jamás haber faltado a la palabra. Las necedades que en ese sentido balbucean los sectores de la ultraderecha, quedarán hechas polvo y cenizas.

Por el contrario, somos las Farc quienes tendremos que pugnar por el cumplimiento estricto de todo lo acordado por parte del Estado. Este ha dado suficientes muestras de su negligencia y corre el riesgo de mostrarse como fallido ante la comunidad mundial, por cuenta de su paquidérmico modo de implementar lo que hace tiempo debía estar funcionando.

Ante hechos tan contundentes, no deja de llamar la atención la aparición de una nueva argumentación por parte de los enemigos de la paz y la reconciliación del país. Su seria preocupación por las investigaciones y responsabilidades que se derivarán de la puesta en práctica de la Jurisdicción Especial para la Paz o JEP, y en general del Sistema Integral de Verdad, Justicia, Reparación y No Repetición, los lleva a concebir las más sorprendentes invenciones.

Que resultan muy sospechosas además. Porque se ligan a la aparición de una serie de atentados terroristas realizados en la capital del país. Empleando maromas inauditas, el discurso de la ultraderecha se funda en que los Acuerdos de Paz han restado efectividad a la justicia colombiana, consagrado la impunidad absoluta e incitado y promovido el terrorismo. Están usando estas acciones repudiables del modo más sucio, de ahí que resulten suspicaces.

 

La concepción y la práctica de acciones terroristas
apunta a sembrar un clima general de repudio
contra el más importante acto de paz de los últimos sesenta años

 

No es necesario hilar muy delgado para pensar que la comisión de esos actos repudiables está siendo explotada como un nuevo recurso, desesperado además, para volver a la población colombiana en contra del Acuerdo Final. O para decirlo más claro, que la concepción y la práctica de esas acciones terroristas apunta realmente a eso, a sembrar un clima general de repudio, no contra ellas, sino contra el más importante acto de paz de los últimos sesenta años.

Pudiera pensarse incluso en una trama mayor. Los ataques primero contra el proceso de paz y luego contra los Acuerdos firmados han sido incesantes desde su anuncio inicial, pese a lo cual han sido aplastados una y otra vez por los anhelos de paz del pueblo de Colombia. El Fiscal General alista sus maniobras contra la JEP y la Unidad de Investigación Especial, haciendo eco a la ultraderecha. Y esta explota los atentados terroristas en la misma dirección.

Mientras la gente sensata apunta al rechazo total de la violencia y el terror, hay otros que se regocijan con ellos, porque les alimentan su discurso de odio contra la paz y los demás colombianos. Eso da para pensar. Las Farc nos aprestamos a decir adiós a las armas, a entregar todos los bienes que conformaron nuestra economía de guerra, mientras esperamos que el Estado cumpla con lo suyo. Nosotros no fallaremos, esperamos que ellos tampoco. Ojalá así sea.

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