El posconflicto con las Farc políticas y desarmadas, las que preferimos todos los colombianos, ha permitido escuchar de las gentes de la Colombia escondida, increíbles testimonios en democracia, que están iluminados por la fraternidad y la confianza, que se ha venido tejiendo en cada espacio donde se practican diálogos sinceros con múltiples actores sociales.
Pero escuchar del propio Fiscal General de la Nación los vicios sobre el uso de los fondos para la paz, deja en la retina de los observadores del acuerdo, señales por falta de control e improvisación, y pone al patético fantasma de la corrupción, en las puertas de los programas de gobierno encargados de la implementación del Acuerdo.
Los fondos para la paz, del posconflicto con las Farc desarmadas, deberían ser intocables durante el difícil camino que los convierte en obras, esos fondos deberían carecer del impuesto que cobra la burocracia que los administra, porque son para seres humanos sin buen techo, son para proveer bienes de uso público en las zonas marginadas por la ignominia del conflicto con las Farc; son para construir escuelas, centros de salud, infraestructura básica, muelles para acceso fluvial en medio de los manglares y las selvas, son para esa respuesta rápida que cierra brechas; son para desarrollar proyectos productivos, que impulsan las economías de comunidades sin acceso a derechos.
Casi en simultáneo con esta vergüenza, se recibe otro golpe que estalla sobre el rostro del Acuerdo de Paz; observar a Jesús Santrich entre las sombras del delito, sumergido sin luz, entre los bajos fondos de las tentaciones del narcotráfico, rompe la poca confianza ciudadana hacia los dirigentes del partido político de las Farc.
La captura y reclusión de Santrich en la cárcel la Picota, donde seguirá su huelga de hambre, evidencia la reincidencia delictiva de uno de los líderes de ese partido político, y sugiere a sus compañeros que no lo defiendan argumentando un supuesto montaje, o descalificando al fiscal; es mejor que guarden distancia con su camarada, porque la solidaridad airada suena a complicidad.
Marlon Marín, el sobrino de Iván Márquez, puso más dinamita sobre el acuerdo, cuando las autoridades descubren que estaba encargado de sacarle coimas a los fondos contratados para la paz; la Dea coordinada con autoridades nacionales, obtiene una posición privilegiada y prefiere no relacionarse con la novel Justicia Especial para la Paz; por eso decidió llevarse a Marín para Nueva York, protegiéndolo como su testigo estrella, quien a pesar de enfrentar duros cargos por narcotráfico, saldrá beneficiado cuando cuente todo lo que sabe de Santrich, sobre otros líderes de las Farc desarmadas que pudieran relacionarse con narcotráfico y seguramente señalará al capo del cartel de Sinaloa, e informará sobre desvergonzados funcionarios públicos que ferian los fondos para la paz.
Ahora, el asesinato de tres ciudadanos ecuatorianos, sumado al secuestro de otros dos nacionales del hermano país, ha descargado un inmenso despliegue militar conjunto binacional sobre los 586 kilómetros, que desde el río Güepí hasta la desembocadura del río Mataje en la Bahía Ancón de Sardinas, constituyen la frontera con Ecuador; sobre ese teatro de operaciones, las autoridades de ambos países esperan poner a buen recaudo las facciones de las Farc armadas.
Los comunicados que firman las Farc-Ep armadas, confunden a la opinión pública; eso estimula la desconfianza y los cuestionamientos: ¿es cierta la cantidad de armas que entregaron a la ONU?, ¿existen remantes de armas y pertrechos reservados a nuevos desertores?
Al no hacer diferencia entre las Farc armadas y las Farc desarmadas, millones de colombianos se preguntan sobre cuál paz con las Farc, si siguen secuestrando, narcotraficando, extorsionando y asesinando..., cobrando por ventanilla el error estratégico de las Farc políticas, desarmadas, que decidieron conservar su nombre de lucha.
Por tanto, aumentan las afirmaciones del consentimiento asistido con quienes reconfiguran la guerra desde las disidencias de Gentil Duarte, el Guacho, Cadete, Iván Mordisco, Giovanni Chuspas, Calarcá, John 40, David, Juvenal, y otros 1200 excombatientes que hasta hace poco rompieron filas con las Farc que firmaron el acuerdo. ¿Son estas facciones el brazo armado, de las Farc políticas que llegarán al congreso el próximo 20 de julio?
Ciertamente el monitoreo sobre las acciones de quienes armados hoy firman como Farc-Ep, destaca la coordinación de acciones entre las diferentes facciones criminales, para ejercer el control de corredores de movilidad y abastecimiento, extendiéndose sobre las fronteras y los teatros de operaciones, donde las fuerzas militares y policiales históricamente combatieron a las Farc del Acuerdo.
Será tan grande el desafío de usar todo el poder de combate de la fuerza pública, para combatir a las Farc armadas y los diversos grupos armados que hoy tienen en jaque a la institucionalidad, como corregir la disfuncionalidad de las estrategias de implementación del proceso de Paz, donde la gente no encuentra diferencias entre las Farc armadas y las Farc desarmadas.
P. D. Para avivar las tormentas, el presidente de Ecuador, Lenín Moreno, anunció que la Mesa de Quito con el ELN, no va más.