Parece una hipérbole, pero hoy por hoy la ECDF es un factor que atenta contra la salud, la dignidad y la competitividad de los maestros. Es un estrés que se genera antes, durante y después de realizarse y ya se reportan algunas muertes por la tensión que esta propicia. Extrae a los docentes de su escenario pedagógico natural y los convierte en actores famélicos y precarios; quedándose corta en determinar el asunto de la calidad y de la innovación. El vídeo no es más que una farsa, un espectáculo banal cuyo fin —pareciera— es propiciar una renta al Icfes y a ciertas universidades que participan en ese proceso y recaudan cierta cuantía monetaria importante.
La ECDF surgió en el 2015 en común acuerdo entre Fecode y el MEN, ambos estamentos presididos por Luis Grubert y la ministra de Educación de entonces, Gina Parody, y reemplazó al examen de competencias, el cual se realizaba anualmente y estaba enfocado al ascenso de los maestros —que como es sabido su mejora salarial no se da por titulación, años de servicio o producción intelectual, sino que ellos deben evidenciar que son competentes a través de una evaluación, muy a pesar de haber diluido sus pestañas con maestrías y doctorados— (contrario a la ECDF que se realiza cada dos o hasta 3 años). Y la forma actual es a través de un vídeo de 50 minutos máximo, que no evidencia el proceso o las dinámicas reales que se presentan en un aula de clases. Es tan elemental y falaz la fundamentación de la ECDF que ni siquiera atiende a las experiencias exitosas, ni a los proyectos importantes que se dan en las instituciones.
El vídeo no resulta ser más que un elogio a la farsa, en primer lugar porque le corresponde al docente corroborar lo que ya ha certificado una universidad acreditada, incluso del exterior. Ahora, hacer el vídeo no garantiza el ascenso, se deben cumplir con otras evaluaciones, es decir, cuatro evaluaciones en una: la evaluación del vídeo (realizada por un par anónimo), la autoevaluación, la evaluación de los estudiantes, la evaluación de desempeño (realizada por el rector anualmente). Solo faltó la bendición papal para completar el paquete para así “ultrademostrar” que el docente merece el ascenso.
Sería pertinente determinar si la ECDF jurídicamente carece de fundamentos, pues ¿por qué un profesional tiene que comprobar más de cuatro veces (cuatro vídeos según la dinámica de ascenso establecida en el decreto 1278 de 2002 que rige a la mayoría de los docentes del país) su competitividad? Además, ¿qué otros profesionales del país o funcionarios públicos deben someterse a esa forma de evaluación?, ¿por qué el gobierno y hoy la sociedad no creen en la importancia del maestro en los cimientos de la nación?, ¿cuáles son los criterios pedagógicos para constatar que una clase grabada demuestra la idoneidad de un docente?, ¿no será esto una forma de propiciar el espectáculo y la vacuidad?, ¿de qué manera la ECDF contribuye a mejorar la calidad de la educación?
A parte de lo comentado está la tensión vivida por el docente al someterse a una cámara, pues el maestro no fue formado en técnicas de actuación (tal vez las universidades deberían añadir esta metodologías a sus pensums: curso actoral intensivo, por ejemplo), el costo de la grabación que debe asumir, incluso más de una vez si se presentan errores (cada clase grabada oscila entre los doscientos mil y trescientos mil pesos). Si por alguna circunstancia no pasa, debe esperar un “repechaje” del 12% de no aprobados a nivel nacional para realizar un curso remedial que increíblemente supera el nivel de cualquier especialización, para no ir más allá, y pagar un 30% de ese curso, en el que los docentes deben hacer acrósticos con la palabra maestro. La ECDF es forma, no contenido y en la actualidad afecta la salud mental de los maestros y maestras de Colombia
A propósito, hoy es el día 158 de 2019 y aún los profesores no reciben su aumento legal, el mismo que ya recibieron los demás trabajadores del país desde el primero de enero.