Inevitable asistir al "Hay festival" y en tanto y tan interesante conversatorio sobre literatura no hablar sobre Gabriel García Márquez, Nobel de Literatura colombiano por su obra maestra "Cien años de Soledad", quien nació en Colombia, vivió en el mundo, y murió en México.
Inevitable también que al salir de uno de esos conversatorios, asista todo el auditorio, como en una segunda parte del evento a ver, tocar y tomarse la obligada "selfie" en el lugar donde yacen sus cenizas o al menos parte de ellas - digo yo - que hoy reposan bajo el sol canicular de Cartagena de Indias, en un bronceado mausoleo en El Claustro del Convento, dentro de la ciudad amurallada.
Tal vez por eso esta versión del Hay Festival es diferente a todas las anteriores. Porque los asistentes pueden por vez primera estar como nunca cerca de Gabo.
Y digo parte de sus cenizas, porque sospecho que a escondidas una parte de ellas se quedaron en el México que lo recibió de su exilio de Colombia y al que tanto amó. Allá un rayo inspirador le obligó a dar un timonazo a su carro, en el que iba con Mercedes y su Hijo Rodrigo hacia Cancún, y regresar de inmediato a su casa en México a encerrarse para escribir uno de los libros más leídos en el mundo.
El más conocido, traducido y vendido es el clásico aquel, que cuando uno lo abre para leer, las diminutas letras negras impresas comienzan a moverse y se convierten en hermosas mariposas amarillas que emergen de las páginas y vuelan a tu alrededor hasta que lo terminas de leer.
Una suerte de embrujo como los que realizaba el gitano Melquíades, pintoresco personaje de esta obra macondiana.
Y también sospecho, la otra parte está en su casa en Cartagena en un bello cofre dominando su sagrado estudio, y que otra ultima porción de sus cenizas se las guardó en un lugar que solo ella sabe, Mercedes Barcha. Su esposa y compañera de toda la vida. Ella, creo, pidió las cenizas de los huesos de sus manos, sus falanges, porque con ellas Gabriel la tocó, acarició y amó.
Y porque con ellas escribió una de las obras más portentosas de la literatura española.
Cien Años de Soledad.
Alfonso Acosta caparros