Ya es hora de embarcarse en los buenos usos de la inteligencia artificial en colegios y universidades. Los cambios provocados por la tecnología andan a tasas exponenciales. Pareciera que el interés de los agentes de la educación en Colombia, con algunas excepciones, va a paso de tortuga.
La educación es uno de los campos en los que la inteligencia artificial generativa (IA-g) puede tener mayor impacto. Se van a presentar cambios profundos en cuatro campos: las formas en que los estudiantes aprenden y los profesores enseñan, los métodos con los que se evalúa el aprendizaje y cómo se crea conocimiento. Los beneficios pueden ser enormes, como también los riesgos de quedar rezagados si los actores de la educación (maestros, estudiantes, las instituciones educativas, las autoridades del ramo, los centros de investigación educativa, los padres de familia), no inician caminos para promover el buen uso de estas nuevas tecnologías.
El famoso ChatGPT, la aplicación estrella que hoy cuenta con numerosos pares (entre otras Bard, Pi, Jasper y las ya miles de aplicaciones disponibles en el mercado, que se sustentan en los llamados “lenguajes naturales grandes”) salió al público hace apenas 14 meses. A noviembre 30 del año pasado ya contaba con 180 millones de usuarios, una cifra sin precedentes. Para formarse una idea, Facebook tardó cuatro años para superar la cifra de 100 millones de usuarios; al cabo de su primer año, twitter contaba con 400 mil cuentahabientes y tik tok con 10 millones. Esto de la IA-g es una revolución dentro de la revolución digital.
Más allá de las cifras, la clave de esta tecnología es que se basa en modelos entrenados en grandes conjuntos de datos que pueden realizar tareas como traducción automática, generar textos, responder a preguntas, interactuar con los usuarios. Realizar videos, elaborar imágenes a partir de instrucciones textuales, reproducir la voz de cualquier persona, sintetizar contenidos, son tareas que pueden realizarse sin dificultad.
Al comienzo, entre fines del 2022 y primeros meses del 23, el desconcierto de muchos profesores y de numerosos colegios y universidades fue notorio. En los Estados Unidos, en el Reino Unido, en distintos países de alto ingreso, algunos optaron por la venta del sofá ante la presencia de la infidelidad: vedar el acceso a OpenAI, la firma proveedora de ChatGPT. El temor: los algoritmos promueven el plagio (que los maestros no pueden detectar fácilmente) y por lo tanto amenazan invalidar los sistemas de evaluación y, por ende, las certificaciones institucionales otorgadas quedan sin piso.
No obstante, durante el 2023 se han presentado en distintas partes del mundo grandes avances en las propuestas y guías para el uso de la IA-g en la educación, aunque las autoridades educativas en Colombia, públicas y privadas, parecen reacias a considerarlas.
La tradicional forma de examinar a los estudiantes se basa en probar su capacidad de recordar o utilizar hechos y sistemas de conocimiento que los profesores les han enseñado. Tales procesos de evaluación deben ser reformados
Sobre el temor relacionado con las evaluaciones que se realizan en las instituciones educativas y el uso de la IA-g, vale la pena decir que la tradicional forma de examinar a los estudiantes se suele basar en probar su capacidad de recordar o utilizar hechos y sistemas de conocimiento que los profesores les han enseñado. Tales procesos de evaluación deben ser reformados. Para ello deben abordarse preguntas clave:
¿Contribuyen los distintos tipos de evaluación a las experiencias de aprendizaje de los estudiantes y a la eficaca de la instrucción en el aula? ¿Cómo propiciar que los estudiantes reciban retroalimentación a partir de evaluaciones facilitadas por la IA-g? ¿Otorgan las instituciones formación a los maestros acerca de los usos de la IA-g en el aula? ¿Son entrenados para detectar anomalías que los algoritmos pueden generar (sesgos sociales, prejuicios, alucinaciones, por ejemplo)?
Hay enormes riesgos en el uso de la IA-g en la educación. A la privacidad de los alumnos, a la protección de la propiedad intelectual. Peligros de los sesgos que tales modelos pueden reproducir. Riesgos de fraude, de difamación, de manipulación de las personas, de bullying sofisticado.
También, para finalizar, hay dos temas preocupantes en Colombia si de usar masivamente las nuevas tecnologías de la inteligencia artificial se trata:
Primero, el internet no llega a todo el mundo. Las escuelas rurales, de todo el país, tienen poco acceso en comparación con las urbanas. Las dos costas, los territorios de la Orinoquía y la Amazonía, tiene alto retraso de conectividad.
Segundo: la interlocución y el aprovechamiento pleno de herramientas como el ChatGPT están basados en el lenguaje. Los chicos colombianos que participaron en las pruebas PISA, cuyos resultados fueron divulgados en diciembre pasado, fueron muy pobres en lectura, un obstáculo que inhibe el buen uso de la tecnología.
Más vale tarde que nunca: colegios y universidades deben comenzar cuanto antes. Ya hay catálogos de buenas prácticas de un camino que se empieza a recorrer y que puede contribuir a mejorar la calidad de la educacióm y democratizarla.
