Ayer en Bogotá hubo una batida por parte de la policía en contra de colectivos de artistas y de medios opositores del gobierno. Los policías que buscaban pruebas de contenido revolucionario y panfletos invitando a marchar en contra del gobierno fueron cuestionados por los propios allanados acerca del delito detrás de las órdenes que les dieron, pero los agentes no supieron contestar el porqué de tales irrupciones. ¿Qué buscaban detrás de los bastidores o en el contenido de las hojas de artistas, escritores y periodistas? ¿Desde cuando es un delito apoyar un paro que no es más que el síntoma de una sociedad cansada de las mentiras de sus líderes? ¿La gente no puede cuestionar un sistema que les está fallando?
Ese es el problema de estigmatizar, de etiquetar. Recuerdo cuando me decían guerrillero porque simplemente no estaba de acuerdo con el gobierno de turno. O como muchos colombianos consideran que ser "tibio" (no estar en ningún extremo de la izquierda o de la derecha) es también un pecado imperdonable. Los más jóvenes ahora están siendo etiquetados de millenials, de vándalos, de vagos. La diferencia con el resto de nosotros es que no tienen miedo. Entonces cuando los señalan, los generalizan, pues responden que nadie ha hecho nada por ellos y si están condenados a vivir en un sistema que los va a poner a pagar su propia educación por el resto de sus vidas, precarizando su condición laboral. Entonces, los políticos de turno en su sapiencia infinita responden cómo. Ustedes no saben nada, les mandaremos el Esmad o apoyaremos a gente como El Patriota, que se sienten con el derecho de pisotear los derechos de todos los demás en nombre de la seguridad. Lo de siempre.
Pero quizá el problema de las etiquetas de nuestra pobreza somos las que nos imponemos a nosotros mismos. Las etiquetas de las que estamos orgullosos y que alabamos en cada anécdota que contamos a los extranjeros. Nuestra malicia indígena y viveza, ¡qué orgullo! El colombiano que no se vara y que recurre a lo que sea. Esas etiquetas son las que nos tienen atrás. Porque por estar encerrados en ellas no hemos podido comenzar a pensarnos como un colectivo que no permite que le pisoteen sus derechos. Observamos al vecino con desconfianza, juzgamos a los más jóvenes porque no saben nada y son unos "chiquitos desocupados" que solo piensan en realities y jugar videojuegos.
Es el momento de dejar atrás estas etiquetas. Dejemos de pensar en nosotros mismos, recuperemos la charla con el amigo de al lado. Pongámonos en el lugar del otro para labrar un futuro en conjunto, que es la única forma en la que podemos allanar (aquí si que es válida la expresión) las diferencias y trabajar en equipo. De eso se trata el paro o por lo menos de eso me gustaría que fuera. Todos estamos inconformes, pero no tenemos claro los factores en común. Juntémonos en paz (cuya base natural es el diálogo), sacudamonos las etiquetas de nuestra pobreza (que nos han impuesto pero que también nos hemos fabricado) y saquemos adelante a Colombia.
