El pasado 19 de junio de 2020 se dio en Colombia lo que internacionalmente se conoció como el "Covid-Friday", este hecho vergonzoso fue el resultado de la cultura de irresponsabilidad y de ignorancia colectiva de nuestro país, irresponsabilidad que va desde el presidente hasta el más común de los ciudadanos.
El tema político, de contagio y de responsabilidad ciudadana es algo sobre lo que se habló mucho durante los días posteriores a este suceso, pero, abordando el tema de manera económica y financiera, vemos cómo el país tiene una tendencia alta a la necesidad de consumo de bienes que no son indispensables y/o no son de primera necesidad, esto en una aparente forma de mostrar que se tiene lo último de tecnología, aun cuando la alacena está vacía.
Este tema nace en 2013 como una de dos propuestas de investigación: modelos de gestión del conocimiento para el sector productivo de la panela y un estudio relacionado con la educación financiera del país y los posibles resultados de una “adecuada educación financiera como modelo de desarrollo socioeconómico”, este último parte de la premisa de que el ahorro es la base inicial del ciclo económico y la inversión es el motor de la economía.
El ver y leer diferentes historias como “la gente que tenía el trapo rojo en sus casas por falta de dinero para comer llega a ellas con un televisor de 50 pulgadas”, “el señor que no tenía dinero para pagar el taxi después de comprar un televisor”, “la oleada de personas que ingresaron a un reconocido almacén de cadena del país en el marco del día sin IVA” o escuchar en la radio que “los televisores y los celulares son una forma de estatus económico, así como en los años 80 y 90 lo fueron los zapatos de marca y los equipos de sonido”, entre otras situaciones, es una evidencia de que tenemos prioridades de inversión/gasto algo erradas. Sí, y digo erradas, porque desde el modelo actual que tenemos estamos dejando nuestros dineros netamente en el consumo de bienes y servicios (gasto), pero estamos obviando y olvidando conceptos que también son importantes para el desarrollo de la economía de una región: “ahorro, inversión y emprendimiento”.
El resultado del bombardeo mediático que tenemos por parte de las grandes empresas y cadenas de almacenes, la facilidad de préstamos que existen para créditos de consumo que nos llevan a endeudarnos por más de lo que podemos pagar (hoy mal llamados “de libre inversión”), la masificación y variedad de productos, la competencia publicitaria y demás variables llevadas de la mano de la inadecuada o inexistente educación financiera que existe en un país donde temas de finanzas personales usualmente se ven por primera vez en Cátedras universitarias, nos ha llevado a que seamos victimas del consumismo salvaje y de un inadecuado manejo de nuestros flujos de caja personal. Una evidencia de lo anterior es que el 66% total de la deuda de los colombianos pertenece a cartera de consumo, además del nivel de morosidad que hay en el país.
Esta situaciones me lleva a plantear y a proponer nuevamente que en Colombia debería existir una política de educación financiera en todas las etapas de la vida, donde se nos enseñe a gastar y a invertir correctamente, es desde, ahí donde parte mi premisa de que una adecuada educación financiera que nos brinde buen discernimiento a la hora de gastar, invertir y emprender nos permitirá plantear una buena base que contribuya al desarrollo socioeconómico de la nación.