Agrio sabor dejan las equiparaciones a las que acuden los periodistas de La W para no molestar a la mitad de sus oyentes, dada la aguda división de opiniones de los ciudadanos cuando se trata de muchos de los problemas que afronta Colombia.
Algunas veces estas maniobras para dejar tranquilos tanto a tirios como a troyanos no afectan mayormente el resultado del tema que se discute, porque el objetivo de su publicación y debate no se altera en mayor medida por el pretendido equilibrio que se busca entre su audiencia.
Pero en otros casos (de verdad cruciales) la herramienta compensatoria antes que lograr el pretendido balance donde ninguna opinión aparezca en desventaja, lo que consigue —antes que exaltar la verdad de algunos hechos, que básicamente es el objetivo del periodismo en determinados casos— es relativizarla, dejando en buena parte de la audiencia la impresión de que la verdad, o por lo menos un serio acercamiento a ella, no vale la pena.
El caso más evidente de estos tratamientos ligeros se llevó a cabo el jueves 20 de enero de 2022, cuando en el programa Sigue la W, conducido por Juan Pablo Calvás, los periodistas de la emisora entrevistaron al señor Benito Osorio, exgerente del Fondo Ganadero de Córdoba y exgobernador del mismo departamento.
Entrevista encaminada a que Osorio ratificara lo dicho ante la Justicia Especial de Paz (JEP) sobre la intervención de personajes importantes de la vida nacional en el robo de tierras, desplazamientos de campesinos e indígenas y arreglos políticos y económicos adelantados por el paramilitarismo en sus años de amplio auge.
A las respuestas del entrevistado, en las que se ratificó en todo lo dicho ante la JEP —un tribunal donde no decir la verdad acarrea castigos penales considerables— y que como consecuencia de dichas revelaciones les confesó que ha puesto en peligro su vida y la de su familia, los periodistas antes que resaltar la dramática verdad sobre el tema y considerar el riesgo inmenso asumido por el entrevistado, deciden finalizar el programa con algo que pareciera irrelevante pero no lo es.
Y es la lectura, precedida de la respectiva advertencia compensatoria del director, de 2 mensajes sobre las acciones condenables de las FARC, que bien pueden tener detrás a un oyente educado de derecha o a un integrante de las bodegas para sabotear lo que no les conviene, fórmula salomónica que relativiza lo que no puede ser relativizado sin causarle un daño grande al país.
Lector asiduo de las columnas de Calvás, y, en general de acuerdo con muchas de sus posiciones, no encuentro aceptable que un periodista de sus quilates y responsabilidades recurra de manera frecuente a ese tipo de muletillas, que no siempre resultan inofensivas.
Especialmente, porque lo que menos favorece la construcción de verdad que buscamos y un futuro diferente para Colombia es banalizar hechos concretos con simples opiniones sin compromiso alguno, para que la conclusión general del programa sea, en pro de un equilibrio de la audiencia, que sigamos en la mismas, porque no hay verdad, solo opiniones encontradas al gusto de cada uno de los participantes.