La designación de los dos nuevos codirectores del Banco de la República puede parecer una noticia sin ningún interés para el ciudadano de la calle y pasar desapercibida, pero tiene grandes connotaciones políticas y sociales. Resulta que estos dos personajes son hijos de dos exministros de Estado de este gobierno y de otro anterior (Taboada y Villamizar).
Nadie duda que son nombramientos legales, que cumplen los requisitos y que tienen una formación en las mejores universidades del país y del exterior, pero es indudable que si no fuera porque que son hijos de quienes son estarían buscando un trabajo o contrato con todas las dificultades como las que tienen millones de profesionales colombianos. O tal vez andarían aspirando a un concurso de carrera que con seguridad pasarían por su alta formación. Sin embargo, eso es casi que imposible porque ellos fueron formados para dirigir o gobernar.
Es sabido que las élites, desde el colegio pasando por la universidad, van formando las roscas que gobernarán al país y dirigirán las grandes empresas. Se nombrarán los unos y los otros en cada gobierno, y pasarán de un sector a otro sin ningún problema ni rubor porque entre ellos hay solidaridad de clase. De pronto algún anónimo podrá colarse como directivo, pero tendrá que hipotecar su pensamiento y hacer más laxa su ética, o alguien de una universidad de élite concursando para un cargo de carrera (que los hay, porque no hay cama para tanta gente, pero son casos muy excepcionales).
Esto es para el caso de los directivos más visibles del Estado y que los medios informan, porque hay otros cargos igual de apetecidos para estas élites que la mayoría de colombianos ignoran, como las representaciones del país (que no son las embajadas y consulados) ante organismos internacionales como el Banco Mundial, el FMI, BID, OCDE, ONU, etc. Por ejemplo, Duque salió de la universidad a ocupar uno de estos cargos por recomendación de Santos y había sido su única experiencia laboral antes de que Uribe lo eligiera como uno de los suyos.
Así las cosas, estos son cargos para repartir entre las élites y sus familias desde la colonia, de manera excluyente, y cuyas prácticas se mantienen a pesar de la promulgación de un Estado social de derecho que tiene como uno de sus principios pilares la igualdad de oportunidades. Situación que no cambiará sino hasta el día en el que se elija a un presidente de las entrañas del pueblo o se establezca una verdadera carrera administrativa y meritocracia donde se garantice el ingreso del funcionario desde el nivel más bajo hasta el más alto cargo directivo de cada entidad del Estado.
Y no estoy diciendo que necesariamente sea un gobernante de la izquierda, porque en Bogotá ya vimos cómo ellos también tienen sus roscas y reproducen los vicios del clientelismo de la derecha, desde el alcalde Lucho Garzón hasta la actual alcaldesa.