En el blog de la semana pasada, hice una comparación entre la situación la Primer Ministra May en la GB y la que enfrenta el Presidente Duque. En este blog, quiero complementar lo escrito, con unas reflexiones sobre el resultado de las elecciones del pasado domingo para el Parlamento Europeo. Y hay varias razones para tratar de entender lo sucedido a más de 8000 km de nuestra costa, porque su efecto lo estaremos sintiendo aquí, aunque no lo veamos así.
Como lo han observado varios analistas, estas elecciones se caracterizaron por algunos aspectos muy significativos. Atrajeron una participación sin precedentes de votantes en relaciones a procesos anteriores; mostraron un cambio en el tipo de confrontación política como consecuencia de unas tendencias que están en marcha; y han convertido a la Comunidad Europea (CE) en un inmenso laboratorio donde está en juego el sistema democrático con un gran impacto global.
Por las razones anteriores, estas elecciones para el Parlamento Europeo, no pueden ser vistas simplemente como proceso para elegir a unos representantes. No, la realidad es mucho más compleja y de grandes repercusiones a nivel internacional.
Si aceptamos lo anterior, hay que entender que en estas elecciones se ha hecho mucho más visible, una confrontación teutónica que se está dando en el continente europeo. Es la lucha, entre los nacionalistas populistas, y los partidos tradicionales que han dominado la política europea desde que se conformó la CE.
Esta confrontación movilizó una votación masiva, que se puede interpretar como un referéndum, entre quienes piensan que la CE hay que defenderla, a pesar de sus visibles limitaciones, y quienes creen que hay que acabarla, que fue lo que precipitó el Brexit en la GB.
La expectativa de estas elecciones era una gran disrrupción de los movimientos de la extrema derecha europea, que han venido surgiendo en ese continente. Se esperaba que tuvieran una mayoría que les permitiera socavar desde adentro, las instituciones de la CE. Estas han sido construidas con gran esfuerzo durante décadas, para soportar el proceso de integración más importante que se haya visto en el mundo, conformado hoy por 27 naciones descontando a la GB.
Estos movimientos han aprendido a utilizar las elecciones, dentro del juego del sistema democrático, para minarlo y coptarlo desde adentro. Es un libreto que ya se ha visto en operación en casos como Venezuela, Rusia, Turquía, Polonia y Hungría. Y es una demostración, de lo que se puede lograr, aprovechando las mentiras y la gran insatisfacción de los votantes con los partidos tradicionales.
A pesar de que los extremistas de ultra derecha no lograron su cometido, hay una cruda realidad que parece calcada de lo que sucede en Colombia y los Estados Unidos. La polarización radical, y el debilitamiento de los partidos tradicionales, son cada día mayores. A pesar de que los extremistas no tuvieron el impacto que se les pronosticaba, y eso ya es una ganancia, la verdad es que hay un proceso en marcha que es muy peligroso para la integridad de la CE.
Y hay señales muy preocupantes. El partido de Marine Le Pen en Francia, superó al del Presidente Macron. En la GB sucedió algo sorprendente. Primero, que pudieran votar cuando están en el caótico proceso del Brexit. Y lo segundo, que el populista Nigel Farage, con un partido fundado hace dos meses, sacó la mayoría de votos superando a los Conservadores y los Laboristas. Y lo irónico es que este señor fue el causante de la debacle del Brexit.
El fenómeno populista de derecha nacionalista, es una epidemia que está afectando los proceso democráticos en otras partes del mundo. Hace dos semanas, en la más grande democracia del mundo que es la India, el Primer Ministro Modi consiguió abrumadoramente su reelección. Hace unos meses, llegó Bolsonaro al poder en el Brasil. Dos personajes con rasgos autoritarios, que supieron explotar la insatisfacción con los partidos tradicionales en sus respectivos países para llegar al poder.
La falta de liderazgo político, cuyo efecto es una desorientación creciente de los votantes, se está traduciendo en un aumento en el apoyo a dirigentes políticos autoritarios, que prometen respuestas fáciles a problemas complejos. Y en muchos casos, también proponen el regreso a un pasado que fue mejor, y buscan culpables externos como la globalización.
En medio del rechazo a los partidos tradicionales, hay una tendencia creciente de los votantes a elegir dirigentes políticos autoritarios que no tienen ningún reparo en ir contra las normas que definen los sistemas democráticos. Los casos de Viktor Orban en Hungría, y de Trump en los Estados Unidos, muestran un increíble nivel de tolerancia a comportamientos, que en otros tiempos, habrían sido rechazados con contundencia por los ciudadanos.
No hay duda que hay un tsunami en marcha que está poniendo en serios peligros a la democracia en el mundo. Hay una insatisfacción creciente con los partidos políticos tradicionales como las cadenas transmisoras entre la sociedad y el Estado. Esto ha abierto el espacio a una polarización creciente, atizada por obscuros personajes como Farange en la GB.
Como ya lo mencioné, este proceso, está siendo alimentado por un inmenso vacío de liderazgo político, en un entorno cada vez más volátil e incierto. En estas condiciones, se ha abierto la oportunidad para que los populistas utilicen las reglas del juego democrático, para impulsar sus agendas autoritarias.
Los resultados de las elecciones en la CE el pasado domingo, también muestran que la lucha política entre la izquierda y la derecha, está siendo remplazada por la tendencia creciente entre quienes apoyan el nacionalismo populista y quienes se le oponen.
En Europa, después de la crisis financiera del 2008, que creó una división entre el norte y el sur, ricos y pobres, y una reacción en contra de los emigrantes provenientes de Siria, Este fue el caldo de cultivo perfecto para disparar el populismo, en cabeza de partidos pequeños y marginales, que atrajeron a los votantes decepcionados, con un impacto enorme para los partidos tradicionales.
En medio de este complejo panorama, la buena noticia por ahora, es que los partidos extremistas no lograron el objetivo de poder minar desde adentro la institucionalidad europea. Sin embargo, si hay un surgimiento de partidos como los Verdes y los liberales, que apoyan la integración europea.
Bueno, se preguntará el lector, y porque nos debemos interesar por lo que pase a 8000 km de nuestras costas. La respuesta es muy sencilla. En un mundo cada vez más interconectado, el proceso de la CE es el prisma a través del cual se debe observar estas nuevas realidades que se están reproduciendo en diferentes partes del mundo.
En Colombia, Duque y su partido, han demostrado que son unos fieles representantes de la extrema derecha descrita en este blog, cuyo efecto ha sido la polarización creciente de la sociedad colombiana. Pero están jugando con fuego, y ya en el gobierno, las consecuencias las están pagando con una pérdida de gobernabilidad y una muy baja de popularidad.
Esta dinámica está teniendo un impacto muy negativo en el ánimo que se respira en el país y en la economía, como lo manifestó recientemente una entrevistas el gerente del Banco de la República. La insistencia de Duque y su partido, en buscar modificar como sea lo acordado con las FARC, le ha hecho perder unos muy valiosos meses, que podrían haber sido mejor utilizados en proponer un norte compartido que uniera a la mayoría de los colombianos, para así poder enfrentar los problemas gruesos que comprometen el futuro del país.
Como se ve, las pasadas elecciones al Parlamento Europeo, son un buen prisma para leer nuestra propia realidad.
*Este texto fue publicado originalmente en el Blog Ciudadano Global.