La ofensiva militar ordenada por Putin a Ucrania el 24 de febrero alcanza niveles de invasión militar que podría prolongarse en el tiempo dada la resistencia de los ucranianos pese a la superioridad militar de Rusia, el apoyo de la OTAN que había instalado bases militares en sus fronteras. Dos narrativas intentan explicar el conflicto, que no sabemos cómo ni cuándo termina.
La más extendida proviene de occidente (USA), que responsabiliza a Rusia de ser un Estado expansionista y Putin la expresión de esa ambición de construir un imperio ruso. En palabras de Joe Biden, "esto fue… siempre sobre una agresión desnuda, sobre el deseo de imperio de Putin por cualquier medio necesario" (24-02-2022).
Del lado opuesto se argumenta la preocupación de seguridad rusa que al expandirse la OTAN buscaría cercar este país y aplastarlo como potencia. En gobiernos anteriores (Boris Yeltsin) cedieron a occidente el control de la economía, y otra parte se la apropió la élite de empresarios rusos. Putin amenazó que si continúa la expansión encontrará una seria resistencia, incluida una acción militar, pues la considera una provocación. Opinión compartida por el director de la CIA del presidente Biden, William J. Burns, quien lo advirtió desde 1995, siendo embajador estadounidense en Moscú: “la hostilidad hacia la temprana expansión de la OTAN se siente casi universalmente en todo el espectro político interno aquí".
La Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) es una alianza militar creada por USA, Canadá y varias naciones europeas para contener a la URSS y la expansión del comunismo (1949). Aunque se diga que no es una alianza anti rusa sino un “acuerdo de seguridad colectiva”, es una débil explicación pues ya concluyo la Guerra Fría, pero a partir de 1997 ha sumado 14 estados nuevos, la mayoría antiguos miembros de la URSS. El Pacto de Varsovia creado por los soviéticos en 1955, fue una respuesta a la OTAN, conocido como Tratado de Amistad, colaboración y asistencia, integrado por los países comunistas del este, le salía al paso al rearme de Alemania Occidental y sumaba Albania, Bulgaria, Checoslovaquia, Alemania Oriental, Hungría, Polonia, Rumanía y China como observador. Se disolvió en julio de 1991.
Pese a muchas advertencias de la élite rusa y la opinión pública, que no comparten la expansión ni la colocación de misiles en Polonia y Rumania, y el fortalecimiento militar de Ucrania, estas voces fueron ignoradas. Cuando Bill Clinton preparó la inclusión de Polonia, Hungría y la República Checa en la OTAN, Burns señaló: la decisión fue "prematura en el mejor de los casos e innecesariamente provocadora en el peor".
Destacados intelectuales y expertos en política exterior firmaron una carta dirigida a Clinton (junio de 1997) subrayando el error expansionista: "Es un error político de proporciones históricas" que "perturbará la estabilidad europea". En 2008 William J. Burns le recordó a la Secretaría de Estado Condoleezza Rice: "La entrada de Ucrania en la OTAN es la más brillante de todas las líneas rojas para la élite rusa (no solo para Putin”).
No se ignora que Putin, antiguan agente de la KGB, desde su ascenso al poder en el 2000 se convertido en un jugador destacado en la política internacional, dominada por Estados Unidos desde 1991 cuando la URSS perdió un tercio de su antiguo territorio, la mitad de su población, y quedo a merced de las potencias rivales. Ello explica la incursión de Rusia en zonas de conflicto en Europa Oriental, Asia y Oriente Medio, buscando convertirse en interlocutor legítimo. Aunque muchos rusos comparten la estrategia de Putin para saldar la deuda de resentimiento y humillación, también es cierto que no quieren más guerras, según encuestas recientes y analistas rusos, prefieren la vía diplomática.
La anexión de Crimea después de la revolución pro democracia de Ucrania en Maidan (2014) combinó un imperativo estratégico para mantener la base naval del Mar Negro en Sebastopol y una justificación nacionalista, recordar el cristianismo ruso y una conquista histórica de los zares de la "Madre patria". La historia se inicia con lo que se llamó Kievan-Rus, compartían una misma religión y una historia común; algunas batallas como la de Poltava en 1709 fueron por la libertad rusa, la Flota del Mar Negro que proyecta su poder en el Mediterráneo, tiene su base en Sebastopol, en Crimea. Disidentes famosos como Aleksandr Solzhenitsin y Joseph Brodsky reconocen que Ucrania era una parte integral de la historia rusa.
Ucrania, país con 44 millones de habitantes políglotas, tiene una historia compleja. La parte occidental se incorporó a la URSS en 1939, según acuerdo de Stalin y Hitler. Crimea, con un 60% de población rusa pasó a formar parte de Ucrania en 1954, cuando Nikita Jruschov, ucraniano de nacimiento, la otorgó como parte de la celebración del tricentenario de un acuerdo ruso con los cosacos. Occidente es mayoritariamente católico; Oriente en gran parte ortodoxo ruso. Occidente habla ucraniano mientras Oriente habla ruso. Tratar a Ucrania como parte de una confrontación Este-Oeste hundiría durante décadas cualquier posibilidad de llevar a Rusia y Europa, a un sistema internacional cooperativo, debería funcionar como un puente, que las dos partes internas cooperen entre sí, nunca una barrera frente a Rusia. (H. Kissinger, The Washington Post, 2014).
Cómo termina la crisis de Ucrania
Hay quienes se preguntan si Putin ya ha perdido la guerra, dados los supuestos en que basó su estrategia: “Al planificar su invasión de Ucrania, Putin podría contar con muchos hechos conocidos. Sabía que, militarmente, Rusia derrotaría a Ucrania. Sabía que la OTAN no enviaría tropas para ayudar a Ucrania. Sabía que la dependencia europea del petróleo y el gas rusos haría que países como Alemania dudaron en imponer duras sanciones. Sobre la base de estos hechos conocidos, su plan era golpear a Ucrania duro y rápido, decapitar a su gobierno, establecer un régimen títere en Kiev y superar las sanciones occidentales” (Yuval Noah Harari, 28-02-2022).
Se pregunta si aprendieron la lección Estados Unidos en Irak y los soviéticos en Afganistán, pues no es lo mismo conquistar un país por la fuerza y mantenerlo bajo su control, es decir diferenciar “Poder” y “Autoridad”. La apuesta de Putin podría fallar al aumentar la resistencia que con cada tanque ruso destruido y cada soldado asesinado aumentaría la solidaridad exterior con los ucranianos incluso dentro de Rusia que comenzaría a padecer los costos de la guerra con las sanciones al sistema bancario(SWIFT), la inflación que se dispara y golpea sus bolsillos. Los rusos pueden ganar la guerra, pero sería “una victoria pírrica”.
Surge también la posibilidad de un Acuerdo, como el propuesto por el Kremlin el lunes 12 de febrero (Tercera ronda), que exige una Ucrania neutral, una Crimea rusa y un Donbas independiente (Donetsk y Lugansk), mantener los corredores humanitarios y un alto al fuego.
Otro escenario contemplado por Thomas Friedman, es el de “Guerra corta y brutal” donde Rusia escala sus operaciones militares empleando bombardeos indiscriminados en ciudades principales (Kiev) e involucra su fuerza área. También ciberataques a la infraestructura, destrucción o aislar fuentes de energía y a pesar de la resistencia de los ucranianos, derrocar el gobierno y reemplazarlo por un régimen prorruso. Aunque sería censurado por la OTAN y la comunidad internacional como un crimen de guerra, aislaría a Rusia y convertiría a Putin en el nuevo Hitler de la posguerra fría.
Putin no es el loco enfermizo con ansias de convertirse en nuevo zar como lo pinta occidente y ha mostrado ser un estratega que conoce la historia rusa. Pero también es verdad que la comprensión de la historia y la cultura rusa no es una fortaleza de los legisladores estadounidenses, en medio de un país polarizado, inflación y un débil liderazgo de Biden frente a Europa y Latinoamérica (“patio trasero”)
El mundo ideal para Ucrania sería crear un gobierno compatible con la voluntad de su pueblo, donde líderes de ambos bandos optaran por una política de reconciliación entre sus etnias y facciones culturales, en búsqueda de su libre determinación sin intervención extranjera.
¿Podemos buscar la paz sin prepararnos para la guerra?
Lo contradictorio en esta guerra, es como líderes de los países que más exportan armas y que tienen un gran arsenal nuclear, son al tiempo voceros de la paz, condenan el terrorismo y proclaman la democracia y la libertad de los pueblos para decidir su futuro. Si observamos las armas nucleares por países entenderemos la paradoja.
En el conflicto Ucrania-Rusia, diferentes países del eje occidental defienden al país ucraniano, condenan los ataques a civiles y la ocupación de ciudades. Países como Estados Unidos, Francia y otros miembros de la OTAN han enviado armamento y ayuda humanitaria. El conflicto ha escalado al punto que el Kremlin ha dicho, que las sanciones contra Rusia serían el inicio de una Tercera Guerra Mundial, que "sería una guerra nuclear devastadora”. Se observa en el gráfico, el poderío nuclear que tiene Rusia, el mayor del mundo (6,225 armas), seguido de USA (5,550). Podemos advertir que los aliados de Rusia (China, Pakistán, Corea del Norte, India) superarían a los aliados del bloque occidental que lidera USA (Israel, Francia, Gran Bretaña). Los efectos de estas armas son devastadores, perduran en el tiempo, si es que quedan pedazos del planeta libres de sus nefastas consecuencias. Nagasaki e Hiroshima, impactadas por bombas nucleares norteamericanas en la Segunda Guerra, siguen siendo afectadas por la radiación y hoy aparecen nuevas patologías.
El mercado de las armas delata otra faceta de la guerra: la industria militar que mueve millones de dólares en el mundo. Los países que más exportan armas entre 2016 - 2020 lo lideran Estados Unidos, Rusia, Francia Alemania, como se puede ver en el gráfico.
¿Quiénes se benefician de esta guerra?
Estados Unidos y China son las economías más fuertes en el mundo, no obstante, la recesión que trajo la pandemia, los síntomas de reactivación son leves, para recuperar el empleo, disminuir la pobreza y la desigualdad, en especial en países menos desarrollados que no han podido superar el Covid 19. El comercio mundial paso del Atlántico al Pacifico y allí juega un papel muy importante China, Rusia, India e incluso Sur Africa y Brasil.
Hay temas muy sensibles como Taiwán, que hace 50 años, en el histórico encuentro Nixon-Mao, que buscaba aislar a la URSS, quedo claro que China es una sola, y que se trata de “un solo país dos sistemas” (Taiwán). Se asiste a una suerte de clonación de la globalización tecnológicamente hablando, el surgimiento de ecosistemas tecnológicos diferentes a gran escala, con gran impacto económico y estratégico. Por el otro, hay temas importantes, como la pandemia y el cambio climático, que demandan un abordaje de cooperación y fortalecimiento del multilateralismo donde China puede jugar un papel decisivo.
Lo que Estados Unidos compró fue la Guerra Fría con Rusia que ahora emerge y se avizora larga, peligrosa y muy exigente. Ello significará priorizar al que objetivamente es el menor de sus rivales, descuidando al mayor: China.
Como consecuencia, una economía que es un quinto de la suya, una población relativamente menor y cuya ventaja es ser un gran productor de hidrocarburos, habrá de desplazar su atención al competidor principal. Una economía que en pocos años habrá de superarlo y que lo reta con tecnologías de punta. A diferencia de Rusia centrada en su esfera de influencia regional, China aspira a convertirse en la potencia global y diseñar las nuevas reglas del orden mundial con su exitosa estrategia da la Nueva Ruta de la Seda (Franja y la Ruta).
En el más largo plazo, Rusia podría ser el mayor perdedor después de Ucrania. Su economía puede resistir en el corto plazo y sustituir las sanciones económicas, el sector de hidrocarburos, granos como el trigo y minerales, con los mercados asiáticos (China). Por otra parte, “es probable que aumenten los presupuestos de defensa en Europa, Estados Unidos y algunos otros países como reflejo de la situación global cada vez más riesgosa. Esto no implicará una reducción del PIB, pero perjudicará el bienestar de la gente, ya que los recursos destinados a defensa no se podrán asignar a consumo o inversión en educación, sanidad o infraestructura” (The Economist, 03-01-2022).
Otro efecto de largo plazo será acelerar la división del mundo en bloques económicos con Rusia que se verá obligada a integrarse al Este. En Occidente, políticos y empresarios se preguntan si el principio básico de la globalización, comerciar con todos no solo con sus aliados sigue siendo válido. China evaluará las sanciones a Rusia y fortalecerá su política de autosuficiencia. Habrá un replanteamiento del funcionamiento de la economía y de la gobernanza mundial en las próximas décadas.
En lo que respecta a Colombia, un despistado presidente Duque anuncia que se reunirá con Biden “para abordar la condena al ataque de Rusia contra Ucrania”. Mientras ignora que las consecuencias van a ser muy negativas, pues, aunque los altos precios del petróleo nos benefician, la realidad es más compleja: “Rusia es un gran productor no solo de hidrocarburos, sino también de alimentos y minerales. No hay cómo impedir que las sanciones económicas afecten los precios de productos, como los granos, fertilizantes y el propio petróleo –que le pegan directo al bolsillo de los consumidores” y dispara la inflación que pauperiza a los colombianos. (Mauricio Cárdenas, El Tiempo, 05-03-2022).
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