Las dos tristes cartas de Carlos Pizarro que nadie olvida

Las dos tristes cartas de Carlos Pizarro que nadie olvida

A pequeña su hija María José, hoy senadora, le envió un mensaje para la vida y a su padre, el almirante Pizarro, le escribió desde la cárcel su testamento político

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junio 19, 2024
Las dos tristes cartas de Carlos Pizarro que nadie olvida

Escribir era una de las pasiones de Carlos Pizarro. Fue también por muchos años la única manera de comunicarse con los que amaba. Mientras estuvo oculto en los cambuches en medio de selvas y tres años preso en la Picota, el comandante del M-19 escribió cartas de amor, algunas para sus hijas y fue la única de manera en comunicarse con su padre, el almirante de la Armada Nacional y comandante de las Fuerzas Militares, Juan Antonio Pizarro, quien murió en Cali en 1982, con el dolor de que su hijo fuese guerrillero y de no poder volverlo a ver.

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Después de que asesinaran a Carlos Pizarro en un avión de Avianca el 20 de abril de 1990, muchas de las cartas que envió y recibió fueron saliendo a luz pública. Se conocieron las que les escribió a las mujeres que amó, con las que tuvo tres hijos y que lo acompañaron durante su lucha armada y fuera de ella. Pero dos cartas que marcaron aquella faceta de buen escribiente y que se recuerdan fueron aquella que le envió a su padre, quien agonizaba en su casa de Cali, y que escribió desde la celda, y también la que envió a su pequeña hija María José Pizarro, hoy senadora, cuando ella tenía cinco años y estaba escondida con Myriam Rodríguez, su mamá, en Ecuador.

Estas son aquellas recordadas cartas:

Carta al almirante Pizarro

Enero 19 de 1980

Querido Padre:

Sé, a ciencia cierta, que esta carta es casi un epílogo al diálogo que un día, ya remoto, comenzamos. Hasta ahora nuestras conversaciones no han trascendido la intimidad familiar. Pero, esta carta, será pública. Debe ser así, porque mis torturadores, carceleros y jueces, pretendiendo herirte y humillarme, han trasgredido todos los límites del respeto. Debe ser así, porque aquellos que debieron aprender el respeto a la ley, a la dignidad humana y a su propia misión libertadora, han querido que mi nombre y mis ideas se liguen a tu nombre. Y debe ser así, porque en mí, desde el día de mi captura, han pretendido escarmentar los principios y criterios, que han guiado cada uno de mis actos, criterios aprendidos de tu boca sabia y de tu vida ejemplar.

Es pues, el momento de hablar en voz alta. Es, necesario aceptar el desafío. Reinicio, pues, el dialogo. Hay quienes pretenden hacer ver en nosotros, miembros activos del M19, elementos extraños a nuestro país, a las ideas de sus gentes, a las tradiciones y esperanzas de sus hombres y mujeres. Pero aquellos que difaman olvidan, o temen reconocer, que desde nuestro primer hecho político hemos rescatado nuestra historia patria. Que apasionadamente prolongamos nuestras raíces culturales y humanas a las más antiguas tradiciones de nuestro pueblo. Como tú, y la inmensa mayoría de los colombianos, provenimos de familias liberales y conservadoras. Quienes tuvimos el privilegio de la educación, hemos sido formados, desde los primeros años escolares, en escuelas y colegios regentados por sacerdotes y religiosas o por el Estado mismo. Desde la más temprana edad aprendimos de boca de nuestros padres y maestros el respeto a las instituciones políticas del país, a sus servidores públicos y a las Fuerzas Armadas. Como colombianos y como latinoamericanos aprendimos a honrar con nuestras palabras y nuestros actos a los gestores de nuestra nacionalidad y a sus ideas de libertad, igualdad y fraternidad.

Carlos Pizarro - Las dos tristes cartas de Carlos Pizarro que nadie olvida
El almirante Pizarro, muy cercano al general Rojas Pinilla, murió en Cali mientras su hijo Carlos Pizarro estaba preso en la cárcel Picota de Bogotá

Durante toda nuestra infancia y nuestra juventud aceptamos como hechos indiscutibles que, nuestros partidos tradicionales, sus jefes políticos y el Estado que ellos manejaban, procuraban la prosperidad nacional. Durante años aceptamos que los ideales cristianos de servicio, amor y justicia señalaban el quehacer de servidores públicos, industriales y banqueros,… Durante gran parte de nuestras vidas confiamos nuestra honra, nuestros bienes, nuestra seguridad personal y la de la Patria a las manos de las fuerzas armadas. Durante una época excesivamente larga acatamos ingenuamente los poderes públicos y creímos en sus palabras. Más aún, colaboramos activamente en sus propuestas políticas, sociales y económicas.

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Pero ese país que reconocíamos como nuestro se fue desdibujando. Ante nuestros ojos sorprendidos apareció una nación adolorida. Esa patria que tú y nuestros antepasados quisieron para nosotros no fue el país que recibimos. Durante los últimos años, la rectitud, la honorabilidad y la justicia se han visto, como nunca antes, desterradas. Sobre los dineros del estado cayeron aves de rapiña y hoy dilapidan la riqueza nacional. Una clase política, oportunista y perezosa, comenzó a traficar con las leyes, con la justicia y con los puestos públicos. Hoy, para vergüenza nacional, se cambia una reforma constitucional por un incremento en las dietas parlamentarias. La democracia, la heredad de todos los colombianos, se cambia por el usufructo del poder ejecutivo. Tantos votos se cambian por tantos puestos públicos. Hoy, aquellas Fuerzas a las que dedicaste con, con la mayor honestidad, los años más productivos de tu vida; aquellas Fuerzas Armadas con las que colaboraste inculcando el respeto a las instituciones democráticas; aquellas Fuerzas Armadas destinadas, desde la gesta libertadora, a ser garantes de los derechos humanos, la dignidad nacional y protectoras del ciudadano inerme; aquellas Fuerzas Armadas que tu ayudaste a forjar paulatinamente, fueron cambiando su función social y traicionando su mandato constitucional. Hoy, el país ya no se inclina reverente y agradecido ante los hombres de uniforme. Se espanta a su paso.

A nosotros, que observamos tu ascenso en la Armada hasta la más alta investidura dentro de la jerarquía militar, Comandante de las Fuerzas Armadas Colombianas y Vicealmirante de la Marina de Guerra, en base a la calidad profesional, la ética militar y la rectitud de tu carácter, nos indigna ver instalarse en las Fuerzas Armadas, como costumbre y requisito de ascenso, la entrega de la soberanía y la tortura. Hoy, la soberanía de los poderosos es el lenguaje de los altos mandos, y con gestos y palabras irrespetan a la patria. Si intimidad a magistrados de la Corte Suprema de Justicia, consejeros de Estado y presidentes, ¿Qué puede esperar el ciudadano de la calle? Hoy se habla de desenfado de aplastar con el paso de unas armas, las cuales no les pertenecen, toda protesta social. Huelgas, invasiones de tierras, manifestaciones públicas de descontento, son clarines de guerra para un ejército cansado de custodiar nuestras fronteras y nuestra soberanía; para una Marina alejada de los mares y que entrega nuestras doscientas millas de mar territorial y una Fuerza Aérea indiferente al cielo patrio, fácil al soborno y activa en la tortura. Hoy es hecho repetida y condenable la invocación al golpe de estado, el desprecio al débil y al humilde. Nuestra patria ha ido cambiando y con ella todos hemos sido transformados. Hoy, tu hijo se rebela contra la injusticia social porque nos enseñaste el culto a la igualdad y a combatir la miseria. Hoy, tu hijo se rebela contra la lacerante realidad de una libertad asesinada porque no nos enseñaste el idioma de la cobardía. Porque como demócrata y patriota, nos inculcaste el odio a muerte a los tiranos. Hoy, tu hijo, se rebela contra la actual dependencia y servidumbre nacional porque no nos indicaste el camino del oprobio y si nos señalaste el futuro de grandeza que aguarda a nuestra patria. Hoy, tu hijo, se rebela contra la creciente concentración de la riqueza nacional, contra la acumulación de los poderes del Estado en el ejecutivo y contra toda forma de monopolio en la actividad social porque no tiene la contextura ideológica para soportar ninguna dictadura, ninguna oligarquía, ningún privilegio de casta o de fortuna.

En fin, hoy te expreso, no sin orgullo, que me enaltece ser preso político y combatiente del M-19, porque el M-19 es una fuerza política nueva que ha dado pruebas suficientes al país de su justicia política y de su audacia operativa. Porque el M-19 es una fuerza auténticamente unitaria, cuya política expresa las más queridas ambiciones de los colombianos. Porque el M-19 ha mantenido las puertas abiertas al dialogo y a la acción a todos los sectores políticos y sociales siempre y cuando, estos sectores, estén interesados en el bienestar nacional y en la conquista de la democracia. Porque el M-19 ante la traición de un sector de la Fuerzas Armadas, está dispuesto a trabajar hombro a hombro, arma con arma, con todos los militares demócratas quienes, leales a la Patria y a su pueblo, se niegan a suplir con la tortura y el vil garrotéelas secuelas de la mala administración gubernamental, el clientelismo político, la aberrante concentración de la riqueza, las ambiciones políticas y económicas de una minoría de apátridas privilegiados. Porque el M-19 está dispuesto, y lo ha demostrado, a ser parte del torrente nacional que cree posible derrotar a la minoría oligárquica civil y militar que rompe los mas antiguos valores nacionales y acapara la riqueza. Por último, porque el M-19 cree posible y necesario construir un orden social con democracia económica, social y política y no está dispuesto a disminuir la intensidad de lucha. El M-19 cree en la victoria, trabaja por ella y la construye. Tu bien sabes que no he eludido, ni eludiré, mis responsabilidades en múltiples hechos y que he suscrito manifiestos públicos que el país de sobra conoce. No he inclinado la cabeza ante interrogadores y torturadores mi vida pública y privada está y estará frente al país y sus gentes. No tememos, mis compañeros y yo, al juicio que hoy nos siguen, montado para condenar nuestra dignidad de patriotas y nuestro indoblegable amor al pueblo. No nos espantan las condenas porque jamás hemos abandonado la convicción de que la Patria lo merece todo, la vida, la comodidad personal, la libertad individual.

Además, el único veredicto válido es el que dicta la historia. A él nos acogemos. Y sabemos que nuestros sacrificios bien habrán valido la pena. Siempre y cuando existan, como existen, demócratas honestos en los partidos tradicionales y en las nuevas fuerzas políticas. Siempre y cuando en el clero recupere el sentido evangelizador y humanista de su misión histórica t retorne, como hoy retorna, al humilde, al pobre, al desprotegido, para recuperar derechos conculcados y un porvenir liberador. Siempre y cuando en las Fuerzas Armadas, en todos los rangos y jerarquías, haya quien mantenga encendido el fuego de la nacionalidad y el respeto a la ley y nuevos hombres se opongan, con inteligencia, energía y organización, a quienes pretenden despeñar al país por los abismos de la dictadura, el terror, la dependencia nacional y el oprobio ciudadano. Siempre y cuando, los campesinos, los desempleados, las clases medias, los intelectuales, los obreros e industriales nacionalistas, entiendan que es el país el que está en juego y que son su prosperidad y felicidad lo que se nos hurta, el provenir de Colombia lo que se arriesga. Por esto, haciendo eco a tus palabras, que hoy son las nuestras, clamamos por la unidad de todos los patriotas en torno a un gran propósito nacional, que en el actual estado del país no puede ser otro que la conquista de una auténtica democracia en todos los órdenes de la actividad social. Alcanzar una sociedad donde los derechos no solo enuncien sino, que además, se realicen, es la única forma de ser libres como individuos y grandes como nación. Para terminar, tú bien sabes que siempre he actuado de acuerdo a los dictámenes de mi conciencia. Tu ejemplo me enseño que todo hombre vale por sus propias condiciones humanas, por su inteligencia, por su honestidad, por la rectitud de su carácter y que no debe recibir prebendas o usufructuar beneficios que tú hayas merecido pero que yo no haya ganado. He reconocido y agradecido tu culto a la libertad ajena, lo cual me ha permitido construir mi vida madurando en la lucha cotidiana, aprendiendo de éxitos y errores.

Siempre he querido que mi vida sea juzgada por la opinión pública nacional por mis propios méritos e independientemente de la tuya. No eludo, eso sí, las responsabilidades que llevar tu sangre implica. Reconozco con orgullo que las sólidas bases morales que iluminan mi vida son obra de tus manos. Jamás renunciaré a ver en ti mi más importante gestor. Rendiré culto perenne a tu honradez de hombre público y tu inmaculada vida privada. Mantendré la mas firme convicción de tu vida no requiere de defensores improvisados, aunque uno de ellos sea tu hijo. Mantengo la certeza que desde tu lecho de enfermos posas tu mirada inteligente sobre mis pasos actuales. Sé que continuaras implacable frente a mis yerros y continuaras confiando en mi carácter. No es tare a tu lado en la hora de tu muerte, pero nunca he estado lejano. Recibe mi mensaje eterno de agradecimiento y amor.

Carta de Carlos Pizarro a su hija a María José

"Mi niñita:

Tengo en mi alma para ti un montón de sonrisas y mariposas. Algún día juntaremos los soles que tú pintas con los soles que yo hago nacer y tendremos para los dos, para los tres y para todos, unas caras felices. La gente nos mirará y van a querer nuestras sonrisas. Ese día llegará; por ahora, que nos toca continuar lejos el uno del otro, recuerda siempre que no importa dónde estés y lo que hagas, yo te amé antes de que nacieras y te amo más hoy que te conozco, hoy que no te sienten rara ni mis ojos, ni mis manos, ni mis sueños.

Carlos Pizarro - Las dos tristes cartas de Carlos Pizarro que nadie olvida
Después de que Carlos Pizarro salió de la cárcel la Picota, donde pagó tres años de cárcel, se reencontró con su hija María José Pizarro, hoy senadora, y volvió a tener una relación con la mamá de ella, Myriam Rodríguez.

(...) Sé sabia, amor mío. Ser sabio es conocer en cada época todo lo que ella nos depara, vivir apasionadamente cada camino y cada extravío, saber siempre que el saber es un árbol infinito donde siempre se escala, ser sabia, mi niñita, es saber gozar de las cosas pequeñas de la vida y saber estar siempre al lado de los ideales justos. Y sé buena, también, niña mía, que tu alma siempre esté vestida de fiesta para recibir al amor y para hacer brotar amor. Nadie se resiste a un alma que va de fiesta por la vida. La risa convoca la risa. El amor llama al amor. Odia, mi niña, la injusticia y a los injustos, odia el dolor que provocan unos hombres en otros, rebélate contra toda injusticia que veas cometer a tu lado. No importa si sufres un poco por ello, con el tiempo tu estatura se habrá agigantado y te regocijarás con el orgullo en tu propio valor personal, un orgullo sano, dulce y humano.

Mi niña, yo no te he podido dar toda la ternura que mi vida había acumulado para alimentarte y recrearme. Tengo atrasadas un sinfín de caricias que sólo tú, mi hija, podrías despertar y debías recibir. Las guardo en mí. De pronto algún día podrán florecer en tus manos o en las de tus hijos.

Que nunca existan lágrimas en tus ojos, búscame cuando estés triste en el sol y las estrellas, en el aire, en todo lo que hay bello en la vida. Yo no pude acompañarte en la vida, pero te di la vida y no me arrepentiré jamás. A ti te corresponde hacerla luminosa, trabaja y juega; juega y trabaja, y serás feliz.

Espero, mi amor, que tu vida se agigante con tus propios desafíos y sea lo que el destino te tenga trazado. Convoca para tu alma y tu cuerpo el amor del hombre o los hombres que te sean entregados por la vida. Sé generosa en el amor, no cuentes en tiempo, ni te reserves nunca para el futuro en cosas del amor. Desgárrate siempre que ames. Ama con todo el amor de la vida cuando el amor te asalte. Sé apasionada. Haz de cada época de tu vida una leyenda (...)"

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