Más que nunca, quisiera que todas las palabras que presento a continuación me las tenga que tragar y ojalá que sea muy pronto. Sin embargo, luego de más de dos semanas de protestas, abusos y demás situaciones sobre las cuales poco aporta redundar, he llegado a concluir (con base en mis observaciones) que infortunadamente existen dos factores indivisibles que llevarán al traste con los esfuerzos alrededor del paro nacional.
Perdimos, los inconformes y los manifestantes perdimos la batalla (quiero creer que la guerra aún no), porque, más allá de las más que justificadas razones para el paro, hemos fallado como sociedad porque:
1. No sabemos escuchar. No sabemos cerrar la boca y abrir la mente para entender lo que los demás tienen para decir, por el contrario antes de escuchar ya hemos hecho un juicio de valor basado en nuestra hemoplejia moral. No nos interesamos en quedarnos quietos por un instante para recibir, entender y analizar opiniones, sino que con la velocidad del rayo condenamos y ponemos etiquetas. Si somos de pensamiento derechista, todos son vándalos y todos son esbirros del Foro de São Paulo, de los reptilianos o de los aliens. Si somos de izquierda, entonces sin siquiera escuchar calificamos de tibios, uribistas enclosetados o fachos a cualquiera que tenga una opinión diferente. El más claro y actual ejemplo de lo anterior lo vi ayer 7 de mayo, cuando Iván Duque convocó a la autodenominada “coalición de la esperanza” (mi opinión personal sobre tal colectivo no es el punto acá) a palacio a fin de iniciar el diálogo con diferentes sectores políticos. Acto seguido y luego del encuentro, Humberto de la Calle emitió una declaración la cual inició con dos claridades importantes: Fueron invitados y no llevaban la vocería ni iban en representación de nadie. Pues bien, mientras veía la transmisión en vivo por redes, pude ver como de inmediato los cibernautas sacaban comentarios del tipo “ustedes no representan a nadie”, “tibios”, “fueron por mermelada”, “¿quién los invitó?”, “más de lo mismo”, “no han solucionado ni mierda y salen a sacar pecho”. No tenemos la capacidad ni la voluntad de escuchar.
2. Lo único que realmente nos importa es tener la razón, esto claramente es una consecuencia directa del punto anterior. Y es que es imposible que como sociedad generemos la sinergia que necesitamos para poder trascender en nuestros objetivos. Publicamos frases ingeniosas y divertidas para que obtener “me gusta” y retuits. Buscamos imponer nuestro criterio sobre el de los demás, aplicamos el obsoleto y anacrónico lema de que si una persona no piensa como yo, entonces es mi enemigo. Nos reunimos a gritar “Uribe paraco, el pueblo está verraco”, pero eso e intentar atrapar el viento con las manos produce los mismos resultados. Lanzamos propuestas al aire o en nuestras redes, tales como reformar el congreso para que solo se elija un representante por cada departamento. Suena muy bien y no creo que sea una idea malintencionada en absoluto, ¿pero nos hemos detenido a analizar lo contraproducente que podría ser eso?, ¿o simplemente repetimos como loras porque suena bonito y nos sentimos bien lanzando ideas?, ¿nos hemos detenido a pensar que si eso se implementara el remedio sería peor que la enfermedad porque las pocas curules serían para los partidos de siempre porque son los que más maquinaria y músculo financiero tienen?, ¿hemos contemplado que sin una verdadera reforma política, reducir el Congreso solamente concentraría aún más el poder en manos de los mismos de siempre?
Honestamente y muy a mi pesar, siento que mientras no seamos conscientes de nuestras propias falencias, estamos condenados a seguir a merced de aquellos que sí se han preocupado por perfilar al colombiano del común y por ello saben muy bien cómo dividirnos, cómo engañarnos, cómo manipularnos.
El cambio que todos anhelamos requiere consensos, requiere que lleguemos a acuerdos, requiere que sepamos negociar. Y como no sabemos escuchar ni entender verdades diferentes a la propia, los esfuerzos son en vano.
Hagamos un acto de reflexión y pensemos en algo: tumbar a Duque, tumbar la reforma tributaria y las otras que vienen en camino no son soluciones de raíz, Colombia necesita cambios estructurales en muchos aspectos, pero considero (humilde opinión sujeta a errores) que las prioritarias son la reforma política y la reforma a la justicia. Pero para impulsarlas, un pueblo divido no sirve y quienes manejan los hilos del poder a su antojo lo saben muy bien.
¿Qué sigue ahora?
Iván Duque, con su nadadito de perro y su aparente incompetencia, va a la delantera. Lo único que ha tenido que hacer hasta el momento es lo que él mejor sabe hacer: nada. No se pronuncia, no concerta, no lidera, no propone. Simplemente espera a que los ánimos se disipen y las personas nos sigamos dividiendo y desgastando.
¿Por qué no aprovechamos los ánimos alborotados de las personas y en lugar de reunirnos a parchar mientras escuchamos canciones de Molotov y Ska-P, nos sentamos a leer la constitución? ¿Por qué no aprovechamos la concentración de personas y hablamos sobre lo que significa un estado social de derecho, sobre las ramas del poder público, sobre los mecanismos de participación ciudadana, sobre historia y economía? Acusamos al estado por su adormecimiento e indiferencia, ¿pero sabemos al menos cómo está conformado el Estado? ¿Sabemos la diferencia entre estado y gobierno? ¿Por qué no antes de proponer soluciones inocuas, nos sentamos a analizar las causas raíz de lo que vemos y vivimos? ¿Será que no podemos siquiera hacer algo así (no necesariamente lo que yo digo, habrá de seguro muchas ideas mejores)? ¿Será que no podemos como sociedad ponernos de acuerdo en algo?