A su primera esposa la conoció desde que eran niños. Martha Dereix tenía ocho años y Salvatore Mancuso, diez. Eran vecinos. Ambos vivían en el barrio Costa de Oro, un buen sector de Montería. De los juegos inocentes pasaron luego a un noviazgo consentido por sus familias migrantes: los acomodados Mancuso de sangre italiana y los ricos Dereix, de ascendencia francesa.
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Tanto los Dereix como los Mancuso llegaron a Colombia por Barranquilla, en las primeras décadas del pasado siglo. Y se establecieron en la capital de Córdoba. Los Dereix, quienes llegaron unos años antes, compraron tierras y bosques fértiles junto al río Sinú. Los árboles de fina madera que caían cada cuanto fueron el motor de la riqueza de la familia francesa. La sabana que iban abriendo con la caída de los árboles, fue otro de sus prósperos negocios; una parte la usaban para pastar reces y otra para la vendieron parcializada a buenos precios.
Por su parte Salvatore Mancuso D’Angiolella, era técnico en reparación de plantas eléctricas de profesión, nacido en Salerno, al sur de Italia, logró una economía acomodada con un taller de reparaciones de electrodomésticos a principio de la década de 1960. Terminó casado con Gladys Gómez, una cordobesa que fue participante en el reinado nacional de la Ganadería.
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Salvatore Mancuso Gómez, el segundo hijo del técnico eléctrico y la exreina, y Martha Dereix, se casaron a escondidas a mediados de 1981, cuando ella tenía 23 y él ya había abandonado su carrera de ingeniería civil en la Javeriana de Bogotá. Los recién casados armaron viaje para Estados Unidos huyéndole también un poco al secuestro que estaban poniendo de moda las guerrillas de las Farc y del Epl en la región en contra de las familias más pudientes. Pero volvieron a comienzos de los 90 en medio de un país rural amenazado por la guerra.
Por aquellos inicios de los 90 Martha Dereix heredó de su padre recién fallecido la finca Campamento, donde junto a su esposo Salvatore empezaron la vida de ganaderos.
Con el conocimiento de que la guerrilla rondaba la región buscando a las buenas y a las malas dinero de los hacendados, Salvatore junto a su esposa, quien se ocupaba de los hijos y la casa, empezó a manejar la finca heredada. Fue precisamente defendiendo aquellas tierras, que empezó la incursión de Mancuso en la guerra de frente. El sacar de sus predios con escopeta en mano a tres guerrilleros que lo buscaban fue el inicio de todo.
Sin que Martha se diera cuenta, Mancuso, buen amigo de los militares del batallón Junín de Montería, se relacionó también con los tres hermanos Castaño Gil, Fidel, Vicente y Carlos, liderados por el mayor (Fidel), quienes para la fecha eran unos bandoleros reconocidos y ricos. Con ellos y usando su cercanía con el Ejercito y su liderazgo entre los ganaderos de Córdoba, Mancuso empezó a tener poder social y militar. Salvatore Mancuso ya nunca sería el mismo, se había convertido en un patrón con escoltas y pistola en el cinto.
En 1996, apenas siete años después de casado, y con una primera orden de captura en su contra, Mancuso entró a la clandestinidad y Martha Dereix se quedó con la familia en la casa en el barrio La Castellana mientras su esposo se convertía en uno de los jefes con más peso dentro de las Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá, convertidas luego en las AUC.
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Mancuso y Martha Dereix se separaron en 2004. Entró a su vida Margarita Zapata, una mujer 17 años menor que él que conoció había conocido durante la negociación de paz de Ralito en el gobierno de Álvaro Uribe. Su matrimonio en 2005 fue un acontecimiento en la finca Puerto Amor, en el municipio de Puerto Escondido en Córdoba, una casa que terminó formando parte del conjunto de bienes que el comandante paramilitar entregó para la reparación de víctimas. Convivieron solo ocho meses.
En agosto de 2006 Mancuso fue detenido por incumplir el acuerdo de paz firmado, señalado por el gobierno Uribe por seguir exportando cocaína. La relación sobrevivió a los 15 años de cárcel. De Margarita Zapata poco se sabe. Ni de la relación que mantienen, pero lo cierto es que, ahora como gestor de paz, Mancuso se trasladará a vivir a Medellín. Allí tendrá que presentarse periódicamente ante un juzgado cada tres meses y con el compromiso de no delinquir y de contribuir a crear puentes de diálogo con las cabezas de los distintos grupos armados a quienes conoció en la guerra, para acercarlos a la paz total. Con la JEP tiene el compromiso de colaborar con la verdad sobre la relación de algunos miembros de las Fuerzas Militares con las AUC, el monstruo armado que ayudó a construir.