En estas sociedades posmodernas, al retomar los elementos de análisis del filósofo y sociólogo francés Jean Baudrillard —contenidos en sus principales obras: La sociedad del consumo y Crítica de la economía política del signo—, se observa que las reflexiones de este pensador tienen sentido y trascendencia debido a la importancia que los individuos le están otorgando a esa incesante búsqueda de un estatus de diferenciación social, el cual se fundamenta en el creciente consumo (como elemento o rasgo característico de esa “compulsión creciente” de comprar no ya para satisfacer una necesidad en específico, sino para marcar esa diferencia de estatus con relación al resto).
Pareciera ser que los significantes comunes en torno a la racionalidad del comportamiento humano en ciertos sectores de la sociedad con respecto a las funciones del gasto y el consumo se sincronizaran alrededor de un ejercicio social instrumentalizado que responde a lógicas de manipulación mediática, donde los consumos disfuncionales son más importantes que los consumos funcionales. Esto es lo que sucede precisamente con las denominadas estrategias de “entretenimiento al vacío”, entornos en los cuales los individuos se sumergen a las lógicas de consumo cosmético, claramente influidas por la disrupción emulada de fenómenos y comportamientos caracterizados por:
1. La exagerada hipersexualización del comportamiento humano (fundamentado en el culto al cuerpo) y la apariencia que como rol importante, adquiere en calidad de un signo que fetichizadamente genera placer asociado a ese consumo.
2. La condición delirante de ser “famoso” a través de la realización de material audiovisual mediante el cual se busca captar la atención de otras personas en las redes sociales, esto conlleva cierto tipo de prácticas narcisistas y de comunicación subliminal que adhieren a pautas comportamentales totalmente estereotipadas.
3. La tendencia hacia la “infantilización de la sociedad”, la cual es utilizada como un inductor de dominio para promover un mayor consumo y que se encuentra profundamente influida por los mercados, la publicidad y las industrias culturales. La manifestación concreta de esta tendencia es por ejemplo, la producción generalizada de películas de dibujos animados como La Bella y la Bestia, Aladino, El Rey León, Pocahontas, Harry Potter, La Princesa del Hielo, entre otras, que contribuyen al modelamiento intersubjetivo desde una esencia maquiavélica de luchas hiperreales entre el bien y el mal.
En definitiva, la sociedad se ha cimentado sobre el entretenimiento vacío. Es decir, gentes que trabajan, pagan sus facturas, hacen sus viajes, se deleitan con sus bienes, expresan su condición de statu quo, no ostentan ningún tipo de principios íntegros sobre los cuales fundamentar su existencia y relacionamiento con otros, recrean realidades virtuales aumentadas con base en la subsunción prolongada a los medios masivos de comunicación y sus redes sociales.
Estos síntomas preocupantes de naturaleza distópica que describen acciones comportamentales en las sociedades actuales que atraviesan profundas crisis y que transitan en el paradigma del “mundo feliz” son en su orden los siguientes:
1. Convertir la vulgaridad en un hábito socialmente aceptado.
2. Declinar a los principios de integralidad ética y moral que ceden su lugar a la ramplonería, la deshonestidad, la deslealtad y la corrupción como signos inequívocos de la conducta social.
3. Renunciar a la reflexión y pensamiento problematizante y su reemplazo por estilos de vida caracterizados por la estupidización intrascendente.
4. Sumergir a los individuos de esa sociedad en la inmediatez de transferencia de copiosa información sin una previa selección racional, para de esta forma aumentar los consumos disfuncionales visibles como patrón hegemónico conductual.
Una conclusión se obtiene como producto de este análisis: se está originando una peligrosa tendencia a reducir la existencia de las personas a situaciones de experiencia vivencial relacionadas con pautas de comportamiento inducidas por el consumo cosmético de productos distópicos que generan más alienación y que tienen como efecto directo una mayor estupidización social. La anterior caracterizada por la trivialidad, la vulgaridad y la intrascendencia que imposibilitan y desactivan lecturas y narrativas críticas acerca de los entornos políticos, económicos, culturales y ambientales, respectivamente. Este es un síntoma sumamente peligroso que revela el rediseño de una nueva arquitectura fundamentada en la creación de redes neuronales desprovistas de epistemología del pensamiento desde la intersubjetividad para convertirlas en estrategias eficaces de control social global.