El exalcalde de Bogotá, Gustavo Petro, parece no un profeta de la paz sino de la guerra; un ave de mal agüero vaticinando muertes de exguerrilleros que para él no son sinónimo de violencia, porque luego afirma que ésta regresará en forma de narcotráfico y barbarie. ¿Acaso el asesinato no es un acto barbárico?
Esta es una personalísima forma de ver la guerra-- como si las actuales guerrillas o la clase dominante no dimensionaran los aspectos socioeconómicos y sociopolíticos. Reducir la misma a un asunto meramente militar es tratar el acuerdo de La Habana como un acuerdo entre guerreros.
¿Pero sí se entiende que un civil es quien ordena la guerra? ¿O un político-militar y por ende participante de la guerra y objetivo militar y de justicia transicional? Ahora, aunque según él nunca empuñó un arma, pero fue guerrillero, que estuvo de acuerdo con el Frente Nacional que dio origen a guerrillas como las del M-19 ¿Quienes serán sus contertulios militares con los que hizo la guerra? ¿La hizo, participó en ella? ¿Un civil partícipe de la guerra, amnistiado?
Y empieza la egolatría a funcionar. Para ello se victimiza con el fin de ser el centro de atención. Es decir, que cuando empieza a hablar de política vuelve a la persona la máscara: el actor a protagonizar. Y en su análisis de la política, ve a Santos como a su igual y se le olvida que Santos, al representarse a sí mismo, representa a la clase dominante, la de la elite, clara en sus intereses y fines de la negociación, a diferencia de pequeños burgueses que olímpicamente dicen que salieron más pobres de lo que entraron luego del paso por el gobierno distrital.
Y la aventura propia de la burguesía aflora en el personalísimo Petro, que no le importa que la reacción gane y vuelvan los tiempos de la inquisición, de la cual fue víctima y que no se arrepiente de haber –contracorriente- votado por el inquisidor --procurador Ordoñez--. Parece ser que le gusta que se repita la historia. ¿Anhelará la constitución del 1886?
En su personalísimo modo de argumentar, lo que sí se evidencia es que Petro y Uribe son más cercanos de lo que aparentan ser: se juntan en el personalismo, expresión de la mentalidad colonial. Petro no es del todo moderno y contemporáneo, es decir, que la astucia de la razón emerge y la historia se repite como comedia. Afirma diciendo que gracias a él se desenmascaró el narcoparamilitarismo y que gracias a él hay parapolíticos en la cárcel. Sí, es innegable su aporte parlamentario, pero otra cosa es desconocer el aporte antes de él en las denuncias y la lucha contra la barbarie.