En sus estudios sobre esta enfermedad irreversible y pestífera, por ser el alcohol una droga adictiva, algunos investigadores la describen en diferentes componentes expansivos: depresiva, confusional, delirante y comatosa. Otros armonizan los conceptos y la enmarcan dentro de cuatro etapas: excitación, embriaguez semiplena, embriaguez plena o completa y embriaguez letárgica.
Estas últimas cuatro etapas son las que operan en el organismo humano en un solo periodo de libación, o sea en una borrachera. Los efectos del adicto o consuetudinario bebedor son ominosos, deplorables y hasta mortales. Afecta el organismo en varios de sus órganos: cerebro, corazón, pulmones, estómago riñones, sistema nervioso central y hasta en ese miembro al cual los varones le ponemos mucha atención en su funcionalidad. En algunos países desarrollados generalmente llaman a la secuela de esta deficiencia en el hogar: “el adulterio como resultado del alcoholismo conyugal”. Tocaremos el tema de la desgracia económica (esta es por la que más es rechazado), familiar y social, más adelante.
Primera etapa de la embriaguez: Aquí la psiquis no experimenta severos trastornos. Es en esta etapa en la cual el sujeto se encuentra en un estado anímico agradable, exuberante, el humor aflora, su entorno es ameno, la fantasía se excita. El pensamiento se agiliza, con todas sus consecuencias favorables. La facultad de la palabra se convierte en locuacidad, dando esto pie a la elaboración de proyectos o planes para la realización de los cuales el obstáculo de cualquier género es salvable. (Es cuando viene la debacle). Los placeres originados por esta primera etapa de la embriaguez, cuando se es un alcohólico, son los que incitan a un crecido porcentaje de bebedores a persistir en ella.
La segunda etapa: En este periodo de la embriaguez se encuentra sometido a nuevas condiciones, los soportes psíquicos sufren serios trastornos en la naturaleza y forma de su movilidad. El yo consciente del individuo comienza a desvanecerse en proporción a la cantidad de alcohol que se va ingiriendo, y acude a reemplazarlo el psiquismo inferior con sus reflejos y con sus desventajosas automatizaciones.
En esta tercera etapa: Se filtran ya con abundancia en el sistema nervioso los efectos del licor para perturbar las extensas zonas corticales donde se elabora el desarrollo superior de los procesos intelectuales, trastornándolos.
Con el desvanecimiento de la razón, acarreado por la cantidad inmoderada de alcohol, coexiste el desprendimiento notorio de energías orgánicas, cuyos resultados apreciamos en las manifestaciones características del borracho. La energía vital agotada deja al cuerpo falto de firmeza, por el efecto de la droga en el sistema nervioso motor, el habla se desestabiliza, no se autosostiene zigzaguea al caminar, etc. El individuo se hace susceptible de ofender a la mayor brevedad, la menor insignificancia lo hiere.
En este punto de la borrachera se pueden producir varias formas de comportamientos: La depresión in situ, porque hay otra posalcohólica. Vienen las querellas por los reveses del destino, reminiscencias de acontecimientos ingratos, aflora el sollozo, el llanto y simulaciones de un profundo sufrimiento. Puede surgir también en su lugar la forma furiosa. El ebrio representa entonces la reacción y el recuerdo desagradable. Vienen las palabras salidas de tono, la frases ásperas y burdas. Las manifestaciones de venganza son altisonantes y el desacato a las solicitudes complacientes del amigo que intenta calmarlo. A otros produce la verborragia encomiosa y se cae en la necedad de la lisonja y del elogio: su compañero es un gran amigo, lo mejor que ha conocido, honorable, bueno honrado y concomitantemente los abrazos efusivos y hasta besos de amistad.
Ahora. El borracho crápula, incontrolable, constituye un peligro para la sociedad y para la familia, destruyéndola, ya que no halla una comprensión de que el sujeto es un enfermo y hay que tratarlo como tal. Pecando la familia con el rechazo o cohonestándole las oportunidades de las libaciones. Aquí en este estado lo catalogamos como enfermos de intolerancia alcohólica