Las cosas son al revés, no nos engañemos
Opinión

Las cosas son al revés, no nos engañemos

Sobre Petro hay que caer con todo el peso posible, hacerlo añicos, sacarlo antes de que culmine su insoportable período

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abril 24, 2024
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Ayer en la mañana busqué en Google el Informe sobre Corrupción y Derechos Humanos presentado por el Departamento de Estado de los Estados Unidos este año. Obtuve más de un 1.780.000 resultados, de los cuales aparecieron en pantalla los principales, más de dos decenas, todos los cuales se referían a los escándalos denunciados en torno al hijo y el hermano de Gustavo Petro.

El primero de todos pertenecía a Infobae, y titulaba así: “Informe del Departamento de Estado revela grave situación de derechos humanos en Colombia, aunque destaca los esfuerzos del Gobierno”.   Enseguida, las cadenas radiales y televisivas con mayor audiencia en el país y los medios escritos tradicionales ocupaban sus titulares para destacar que sobre el gobierno pesaba, en los Estados Unidos, una grave alarma por la corrupción y violación de los derechos humanos.

No pude, basado en medios colombianos, saber de qué se ocupaba el informe en mención. Cualquiera diría que se trataba de una amplísima denuncia del Departamento de Estado sobre la verdadera catadura del régimen petrista, cuando la realidad es que el secretario Blinken, al presentar el informe, no hizo la menor mención a Colombia. Otros fueron sus señalamientos directos, entre los más de 200 países y territorios cubiertos por el informe.

Tuve la impresión de que, con el escándalo armado por los medios de comunicación colombianos, se intentó deliberadamente aplacar y apagar la indignación que originó el reciente informe, también norteamericano, sobre documentos desclasificados de la CIA, en el cual expresidentes colombianos y altos mandos militares estuvieron implicados en actividades de narcotráfico desde los años setenta del siglo pasado. Vacas sagradas a las que no se puede tocar.

Porque son ídolos del Establecimiento. Sobre ellos, acaso, se puede sembrar algún manto de duda pasajero después de cuatro décadas, y cuando están muertos. Sobre Petro, en cambio, hay que caer con todo el peso posible, hacerlo añicos, sacarlo antes de que culmine su insoportable período. Es esa la decisión clara de los más altos círculos del poder económico y político en nuestro país. Y quizás, no solo de estos, sino de los que anidan al norte del río Bravo.

Que, con la ligera mención de su hijo y hermano, o de algunos crímenes ocurridos en el pasado reciente, parecen querer decirle a nuestro presidente que ande con cuidado, que tienen cómo apretarlo, si lo necesitan. No podemos olvidar la malicia indígena. El señor Blinken comenzó sus estigmas con Bielorrusia y Venezuela, pasando, como es apenas de esperar, a Rusia, Nicaragua, Tayikistán, Sudán, Birmania, Afganistán e Irán. Los malditos.

Los peores violadores de derechos humanos. Estos son solo algunos ejemplos de los muchos países que abarca este informe, dijo. Tres renglones dedicados a Hamás y a los grandes trabajos del gobierno de los Estados Unidos para normalizar Palestina, sin la más ligera mención al reconocimiento pleno de esta como Estado soberano. Sobra decir que no se ocupó para nada del apartheid y el genocidio que Israel cumple impunemente hace décadas.

Desde luego que había que hacer guiños, los cuales, indudablemente, también envían mensajes en clave a esos gobiernos. A Estonia, Japón, Mauricio, a los sindicatos de Sudáfrica, México y Brasil, y claro, a Jordania, que recientemente dio muestras del mayor servilismo. Así obra el imperio. Su agencia, el FMI, alaba el manejo económico del actual gobierno colombiano y los proyectos de reformas que se propone. Una especie de sigue portándote bien, hijo.

Porque el día que lo decida, puedo incluirte en la lista oprobiosa. La orientación de la que hasta recién pudo ufanarse de ser la potencia hegemónica mundial no deja dudas. Que todo el mundo quede enterado de lo que es políticamente correcto, de quienes es imposible hablar bien de algún modo, a quienes en cambio hay que despreciar en todos los escenarios Las implacables sanciones económicas y de diverso tipo se encargarán de otorgar fuerza a la condena.


Lo que el gobierno de los Estados Unidos proclama a escala internacional, y lo que peroran aquí los medios colombianos, reflejan con exactitud su hipocresía y ruindad.


Lo que el gobierno de los Estados Unidos proclama a escala internacional, y lo que peroran aquí los medios colombianos, reflejan con exactitud su hipocresía y ruindad. Eso de presentarse como adalides de los derechos humanos y la transparencia económica constituye una de las más grandes falsedades contemporáneas. No existe en el mundo un mayor violador de los derechos humanos ni un patrocinador mayor de violadores de estos, que los Estados Unidos de América.

Y no existe una clase económica y política más envilecida por su avaricia y podredumbre, que la que ha mantenido el poder en Colombia durante incontables décadas. Sus crímenes no tienen nombre. Aunque ahora, ante un gobierno que se les salió de las manos, que no resulta funcional a sus perversos intereses, que avanza a tumbos en la oscuridad en busca de la luz, intente posicionarse como la fuente de la pulcritud y la santidad.

Las cosas son al revés, pese a todo.

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