Una fiesta colombiana donde los ricos disfrutan viendo a los pobres.
Las corralejas son la expresión de un pueblo servil, es el remedo de un circo romano pero en los palcos no hay emperadores romanos sino gamonales costeños y en vez de cristianos en la arena lo que hay es borrachos en el barro.
El mantero es típicamente flaco de pelo apretado y presa de una desesperación cercana a la muerte, para envalentonarse ingieren cantidades innavegables de ron.
Cuando plaza, mantero, papayera, están embrutecidos por el sol y el ron, se sueltan a los toros que han sido ya toreados en diez mil plazas y que son de difícil engaño, entonces da la célebre ecuación: borracho + manta + ron = a muerte.
“Po´que corralejas sin muet´to no es corraleja” diría cualquier ganadero de los departamentos de Sucre, Córdoba y Bolívar.
Pero a pesar de la barbarie queda un sabor dulce porque estas fiestas cumplen su objetivo final, junta a ricos y pobres, si… ricos con ricos y a pobres con pobres.
Las corralejas no forman parte de lo mejor del folclor costeño es decir de la cultura popular, las bandas de músicos si, la belleza de un porro también. Las corralejas se las inventaron los ganaderos como una forma de sometimiento social a sus trabajadores.
Lo que se ve hoy en día es que un ganadero coloca un billete de cinco mil pesos en el cuerno afilado de un animal, un cebú de esos que parecen un barco y la pobre gente los que más lo necesitan se hacen matar por un billete de cinco mil pesos, la mayor parte de esas personas son de escasos recursos y van a las corralejas a tratar de recoger algo de dinero.
El folclor costeño y la cultura Caribe tienen un enorme valor son demasiado grandes para creer que una corraleja donde se expone la vida humana a cambio de unos pocos billetes, tenga algún verdadero valor o algún verdadero sentimiento cultural, eso no puede ser verdad.