Una vez, en un evento en Medellín, Alvaro Tirado Mejía tuvo que aguantarse la reprimenda del entonces inmaculado cardenal Alfonso López Trujillo. En ese momento no se conocían los escándalos homosexuales, racistas, casi mafiosos, por las que este nefasto personaje pasó a la historia. A mediados de los años ochenta era el respetado prelado que estaba muy cerca de Juan Pablo II. Su palabra era ley. Cuando Tirado Mejía le dio la mano López Trujillo le incordió por la vasta obra que el historiador antioqueño había emprendido, la Nueva Historia de Colombia, un libro que condensaba, por primera vez, una visión del país que hasta el momento no teníamos. La rabia de este siniestro hombre de Dios era porque el capítulo que había dedicado a la iglesia lo había escrito una mujer que estaba separada. Con desprecio Tirado Mejía se desligó del cardenal. "Los tiempos cambian para todos cardenal, menos para usted".
Con anécdotas como estas, en donde involucran a Galán, López Michelsen y figuras absolutas de la historiografía mundial como su maestro en la Sorbona, Pierre Vilar, el padre de la historiografía colombiana, Álvaro Tirado Mejía, se confiesa en su autobiografía, El presente como historia, un libro fundamental para entender el siglo XX en Colombia y, sobre todo, para adentrarnos en la figura de un hombre que se define con una palabra: educador. Su labor como profesor ha marcado generaciones de profesionales salidos de la Universidad Nacional.
Un libro riguroso, la autobiografía de un historiador que entiende, además, que su vida estuvo ligada a los avatares del siglo de las catástrofes. Otro imperdible de Penguin Random House