Muchos se desgañitan por pertenecer a alguna de las comisiones de empalme nombradas por el presidente electo, cualquiera que sea éste. Como en el eterno retorno, no importa, en realidad, si se trata de Samper recibiéndole a Gaviria, Uribe a Pastrana, Petro a Duque, el proceso de empalme no deja de ser una especie de llamarada de papel periódico, de fugaz duración y sin efectos perdurables, que a muchos participantes en las dispendiosas reuniones con los funcionarios del gobierno saliente les produce la ilusión del puestico asegurado.
Ocurre que buena parte de los miembros de tales comisiones, que suelen ser muy numerosos, creen, de corazón, que formarán parte de la cúpula de tal o cual ministerio o institución o empresa adscrita, que su designación es garantía de chanfa en el nuevo gobierno. "Pertenezco a la comisión equis, nos hemos reunido ene veces con el equipo saliente, estamos en el proceso de redacción del informe final...", dicen con entusiasmo. Las expectativas de puesto son altas.
Algunos de los ministros del nuevo gobierno, incluyendo a Álvaro Leyva, Cecilia López y José Antonio Ocampo, exfuncionarios de gobiernos pasados, verdaderos pesos pesados que pondrán lo mejor de sí en el gobierno entrante y que, en contraste con sus antecesores del 2018, que despreciaron el proceso de paz y los compromisos derivados del Acuerdo, estarán atentos a formular las preguntas pertinentes y a extraer la información que requieren de las respectivas carteras en el actual proceso de empalme: lo aprovecharán.
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Además, de quienes con ingenuidad se sienten ungidos, también nos informamos acerca de las inconformidades de quienes se han sentido excluidos. Entre varias, está el caso de Fecode
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Desde el día en que se conocieron los resultados electorales, en este caso el 19 de mayo pasado, escuchamos y leemos, quizás en exceso, acerca de las comisiones de empalme en cuanto sector del ejecutivo hay. Además de quienes, con ingenuidad se sienten ungidos, también nos informamos por las redes y los medios tradicionales acerca de las inconformidades de aquellos que se han sentido excluidos. Entre varias, está el caso de Fecode, que resintió no haber participado en el empalme del sector educativo, así como de tantas otras organizaciones que sienten tener el derecho de estar presentes en la transición y no fueron invitadas.
Los empalmes entre los equipos de la administración entrante y la saliente tendrían algún sentido si alguien se leyera los informes que, de manera juiciosa, elaboran las comisiones que representan al nuevo gobierno después de fatigantes encuentros y del análisis de los reportes de los funcionarios salientes. Salvo por el caso de uno que otro ministro, como el de los mencionados, los informes no tienen quién los lea.
Y, como se dijo, habría sentido si el equipo de empalme correspondiera al de los futuros funcionarios que llevarán las riendas de ministerios y demás entidades que conforman el ejecutivo. Ninguna de las dos condiciones se cumplen: por un lado, pocos leerán los informes y, por otro, la inmensa mayoría de los miembros de las comisiones no hará parte de la nómina del futuro gobierno.
Así, los ministros nombrados tendrán que vérselas después del 7 de agosto, con muchos, demasiados, aspirantes a la nómina… y puesto no habrá para tantos. Podrá haber, en algunos casos, alguna compensación por la vía de algún contratico, alguna consultoría en el futuro, aunque no para todos. Y, como se sabe, el nombramiento de viceministros y de personas que ocupen cargos de dirección en el ejecutivo, incluyendo entidades y empresas públicas, obedecerá a la dinámica política.
Para cualquier presidente electo el nombramiento masivo de miembros en las comisiones de empalme es una forma, tan sólo una más, de hacer política. Primero, con militantes y simpatizantes, creando la ficción de la participación efectiva en el nuevo proyecto. Y, segundo, con cuanto lagarto de los partidos ansiosos de mermelada, que han declarado no hacer oposición y que aspiran a colincharse en una que otra chanfa. La verdad es que es imposible que haya puesto para tanta gente, la propia y la de los partidos.
El empalme será cuento olvidado después del 7 de agosto.
