Los dolores que sentía Dioscelina Sánchez cada vez que llegaba su ciclo menstrual eran intolerables. En la EPS le diagnosticaron quistes en los ovarios con una inaplazable intervención quirúrgica. Antes de pasar por el quirófano una prima le aconsejó ir a la Casa de José Gregorio Hernández en la transversal 94 con 84, uno de los cerca de 300 lugares de culto que tiene el médico venezolano en Bogotá. Allí, después de pagar $7.000 pesos, un médium la miró intensamente a los ojos durante unos segundos y después le pidió una muestra de orina. Dioscelina, expectante, se la dio. El espiritista sólo le pidió unos días de espera.
A las tres semanas, cuando los dolores de Dioscelina, desesperanzada, continuaban, recibió la llamada del médium: “Anoche hubo junta de médicos y alguien cercano a José Gregorio me dijo que la operación sería esta noche”. Le pidió alistar un vaso de alcohol y una mota de algodón. Sólo hasta la madrugada Dioscelina se quedó dormida. Según cuenta, en su sueño vio al doctor, con su imperturbable saco gris, recorrer su cuerpo con las manos, abrirle la piel, y sacarle los quistes. Jadeante y sudorosa, envuelta en el calor sanador de José Gregorio Hernández, Dioscelina supo que había sido curada.
Las maneras de curar del médico venezolano, quien murió atropellado por el único carro que tenía Caracas hace 98 años, depende del medium. Hay curaciones colectivos como los del barrio Guayaquil en Medellín, donde los enfermos se reúnen en torno a la figura de yeso de José Gregorio y queman ramas de ruda. El olor del humo de la planta, unido a la oración y a una ramita verde que los enfermos compran en la entrada por mil pesos, resulta curativa. El médium convoca los espíritus de los médicos alemanes y filipinos, el del peruano Montoya Pava y el del coreano Jon Yon Kong. Cada paciente escogido termina con una cruz de madera colocada sobre el pecho, acostada en una camilla y el espiritista, ya convertido en José Gregorio Hernández empieza a operar. La cirugía la presencia la gente a través de movimientos de manos que simulan la extracción del tumor maligno o el órgano enfermo. Igual sucede con enfermedades menores como las alergias.
Entre los médiums que invocan a José Gregorio Hernández se repite un patrón: el de las personas que han sufrido tragedias devastadoras en sus vidas, ancianos que envejecen solos o niñas huérfanas y desvalidas que han sido purificadas por la desgracia. La mayoría de enfermedades que pueden curar son las sicosomáticas, las que provienen de la sugestión como el asma o las alergias.
Aunque cientos de miles de personas llevan proclamando los milagros de José Gregorio Hernández durante casi un siglo, la iglesia los ha desestimado. Sólo hasta 1986 el Papa Juan Pablo II lo nombró Venerable que es apenas un primer paso hacia la canonización. En julio del 2013 Nicolás Maduro visitó en Roma al papa Francisco para hablar, entre otros temas, de la necesidad que tenía Venezuela de tener un santo. Las conversaciones al parecer no dieron los resultados esperados.
José Gregorio Hernández nació en Isnotú, una pequeña población del estado de Trujillo en 1869. En París fue el pupilo de Mathias Duval, fundador de la embriología francesa. En su regreso a Caracas fundó el laboratorio de Fisiología de la Universidad Central y trajo consigo el primer microscopio que se conoció en Venezuela. Fundó la Comisión de Higuiene Pública y fue el médico de mayor clientela en todo el país. Hombre de misa y comunión diaria, autor de la novena a la virgen de las Mercedes, hablaba francés, inglés, alemán, italiano, latín y griego.
Después de su muerte su tumba se convirtió en un lugar de peregrinaje y su imagen se transformó en un tótem que curaba enfermedades y sacaba del cuerpo maldiciones. En Colombia hay cerca de 2000 templos en donde se le rinde culto y cada vez son más los testimonios de personas que afirman que este aspirante a santo es más confiable que cualquier EPS en el país.