Preguntan "dónde están nuestros padres". Tienen la razón: los jóvenes colombianos somos hijos de una generación que nunca ha sido adulta. Su irresponsabilidad y falta de creatividad los delata. Deberían estar marchando a nuestro lado.
Esa generación forjada por el romanticismo, todavía cree que todo tiempo pasado fue mejor: que la familia tradicional funcionaba, pero su generación reluce por los padres que no cumplen sus obligaciones alimentarias, entre otras obscenidades de las familias que han sido y son; que la tecnología está acabando con las relaciones humanas, pero es que nunca hemos asistido a una conversación sincera y espontánea, su superficialidad agobia; que ya la música no le canta al amor como en los buenos tiempos, pero es que la salsa romántica que ponen en las fiestas deja las náuseas de sus relaciones sexuales monótonas y opresivas.
Los "adultos" que me formaron son en cierta medida chiquillos con corbatas: trabajan para emborracharse el fin de semana, en un juego de la vida que asumen como felicidad; se casaron para irse de sus casas y la imposibilidad de esa elección la creen una virtud; se relacionan con los otros por aburrimiento y a esa futilidad la llaman la vida. Nunca dejaron el juego de la mamacita, la escuelita, pero su Monopolio tiene billetes de verdad.
Viven en un juego y sin embargo ya no juegan. Sus roles reificados, sus fetiches obscenos los hacen tanto unos chiquillos irresponsables, como unos ancianos prosaicos que solo esperan, pensionados, vivir "tranquilos", ese es el resto de la proporción, no son adultos: son irresponsables y prosaicos para pensar en las posibilidades de una vida para la que ya están muertos.
¡Sean adultos! Asuman el descrédito de su generación. Este tiempo es nuestro, es nuestra responsabilidad y crearlo es nuestra única posibilidad. Ya no apelamos al pasado, ya sabemos que no funcionó; tampoco a las futuras generaciones, seguramente nuestra falta de creatividad desacreditaría a las suyas. No somos dueños del futuro, no creemos en el pasado, pero el presente se nos ha vuelto imposible.
¡Sean adultos! Marchen con nosotros. Conozcan el mundo que estamos haciendo. Coja su cacerola y acompañe nuestra valentía y decisión para enfrentar la responsabilidad de nuestra generación. Nuestra elección.