Las cámaras de comercio, y los cargos directivos, otro fortín a repartir de la clase política.
Si un gobernante a sabiendas de que su candidato a ser gerente de una entidad pública o, privada, es de dudosa conducta, y con CLAROS antecedentes que así lo demuestran, como lo comentó detalladamente un columnista de El Tiempo, todo por pagar un favor que este hizo en ejercicio de funciones públicas, sin duda que este es un gobernante tolerante con la corrupción y practicante del clientelismo. Y es una clara afrenta al país decente, a la democratización y despolitización de los cargos directivos.
Y, así las cosas, como se puede pretender decir que es el gobierno del cambio. Todo lo contrario es la continuidad de las prácticas clientelistas y corruptas que tanto daño le han hecho a la democracia y que van en contravia de la meritocracia constitucional.
El clientelismo perfumado de los cargos directivos del Estado, y de las empresas privadas donde este tiene asiento, no ha tenido ni tiene ningún control, ni disciplinario, fiscal, ni social ni mucho menos político.
La clase política de todos los colores se disputan con ansia esos cargos para sus clientelas , y hacen de estos una propiedad privada. De ahí que les resulte odiosa la propuesta de su democratizacion y punto de llegada de los funcionarios de carrera, o del diseño de procesos de selección pública meritocrática.
Claudia Lopez había prometido hacer de estos cargos una posibilidad para los sin palanca y contrariando su discurso anticorrupcion hizo de estos cargos una repartición para la clase política que la apoya y para delfines de los partidos tradicionales.
