La presentación del informe de la Misión de Empleo el 12 de enero reveló una buena noticia: tras dos años de trabajo, unos grupos de personas e instituciones ganaron unos cuantos millones de pesos por cuenta del erario y de organismos tales como el Banco Mundial, el PNUD, el Banco Centroamericano de Integración Económica, la OIT y el BID. En medio de tanto desempleo profesional, es una buena noticia, por lo menos para ellos.
La segunda buena noticia es que el regresivo informe no servirá para nada, pues sus escasas recomendaciones no podrán implementarse durante el presente gobierno. Los mismos directores de la Misión lo reconocen al afirmar que no se trata de cambios puntuales, que se requieren cambios profundos y no reformas aisladas y que el gobierno está preparando la legislación correspondiente. A dos meses de elegirse el nuevo Congreso de la República y con los parlamentarios actuales en campaña electoral y el gobierno con los más bajos niveles de popularidad, al punto de enfrentar la oposición abierta o soterrada incluso de miembros de su propio partido, lo que ha obligado a su jefe máximo, el promotor de la nefasta reforma laboral de 2002, a recomendar tener presente la agenda social, difícilmente se va a arriesgar a promover una agenda aún más regresiva y agresiva. No pudo el año pasado tramitar las reformas pensional y laboral y en el primer intento la tributaria fracasó. Enfrentar un nuevo estallido social en vísperas de elecciones seguramente no estará en la agenda del primer mandatario.
La tercera buena noticia es que el informe debió reconocer al fin que el panorama laboral es catastrófico. La informalidad, el desempleo, la brecha que aumenta entre mujeres y hombres, etc. Claro que los autores se habrían podido ahorrar unos pesos si le hubieran consultado al movimiento sindical, que desde hace años no se cansa de señalar estos y otros males del mundo laboral.
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Su fórmula simplista: garantizar un ingreso básico a toda la población a costa de disminuir los ingresos de los asalariados, es decir, nivelar por lo bajo
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Las malas noticias son muchas. El diagnóstico no es nuevo, son temas que no solo los sindicatos han venido diagnosticando sino también numerosos expertos independientes y las soluciones propuestas parecen de Perogrullo: la regulación del mercado laboral. Y su fórmula simplista, garantizar un ingreso básico a toda la población a costa de disminuir los ingresos de los asalariados, es decir, nivelar por lo bajo.
¿Hacen alguna contribución al debate académico y teórico sobre el desempleo? No. Parten de supuestos cuestionables, al analizar el problema del empleo en sus aspectos regulatorios, como si este fuera una realidad autónoma, sin indagar cuáles son los factores económicos, productivos, comerciales y el papel del Estado, que han determinado las características del mercado laboral.
En una economía que se desindustrializa, con un sector agrario en plena decadencia, con una importación masiva de alimentos, con un Estado que ha perdido capacidad regulatoria por los compromisos adquiridos en los tratados de libre comercio y con un país cuya única ventaja exportadora es la mano de obra barata y desorganizada y la exportación de recursos naturales a unos precios que no cubren los costos ambientales y sociales de su explotación, ¿qué mercado laboral podían encontrar?
La platica de la Misión se perdió. En muchos países del mundo se está replanteando la letanía de que, disminuyendo los salarios, flexibilizando las condiciones laborales y deprimiendo el consumo se reactiva la economía y se estimula la inversión. No hay pruebas ni teóricas ni prácticas a escala mundial de que la cábala haya funcionado. Si se ha generado un nivel de crecimiento en algunos países, no ha sido gracias a estas políticas sino a pesar de ellas. Y el crecimiento puede ser explicado por factores distintos como la fuerte intervención estatal, como puede ser el caso de Estados Unidos con su desarrollo tecnológico, militar y su fortaleza financiera, logrados tras décadas de supremacía y saqueo del mundo, o el de China, que no es un modelo de neoliberalismo sino de economía dirigida y que en los últimos años ha apostado a fortalecer su mercado interno más que a vivir de las exportaciones.
No es ninguna originalidad ni mérito de la Misión recomendar seguir por la misma senda que nos ha llevado a la catástrofe no solo laboral sino productiva. El gobierno hizo la Misión de Reforma Tributaria, ahora la de Empleo, pero no se la ha ocurrido ninguna misión para la política industrial o para la revisión de los TLC. Además, la experiencia indica que muy poco tienen en cuenta los gobiernos algunos buenos consejos que ocasionalmente salen de estas misiones, cuando los hay.