Han pasado ya once meses desde que concluyó la administración de Jorge Iván Ospina y sus efectos devastadores aún se sienten en Cali.
El legado que dejó Ospina fue una autoestima derrumbada, falta de credibilidad en la institucionalidad, desorden, resistencia a la autoridad, etc. Contra todos esos flagelos ha tenido que luchar Alejandro Eder y, poco a poco, la ciudad parece ir retomando el rumbo.
Pero hay otra herencia de Ospina que aún no se ha podido enderezar: la de los contratos leoninos que dejó a medias y que aún siguen sin ejecutarse.
Me voy a referir a uno de ellos, porque es de los que más afecta a la ciudadanía: el de la semaforización inteligente. Ese contrato tenía por propósito poner los semáforos en línea, con el objeto de mejorar el flujo vehicular en la ciudad.
La idea era crear las famosas olas verdes para que los vehículos que circulan por las arterias encuentren los sucesivos semáforos dando vía. Y no como ocurre ahora que usted espera varios minutos el cambio del semáforo y llega al siguiente y le pasa lo mismo.
En esa materia Cali tiene un atraso inexplicable porque en todas las grandes ciudades del mundo, y en las no tan grandes, hace rato la semaforización está en red. Por eso cuando el gobierno Ospina anunció la puesta en marcha del proyecto de semaforización inteligente, la noticia fue recibida con alborozo.
Pero el anuncio terminó en una nueva frustración. Porque Ospina contrató 50 intersecciones semaforizadas y apenas dejó funcionando cinco. Además le mintió a la ciudadanía porque afirmó que estos semáforos eran inteligentes y que tenían un mecanismo que le permitía autónomamente regular los tiempos en que estaban en verde, para facilitar el flujo de carros.
Falso de toda falsedad. Los semáforos adquiridos sí están en capacidad de integrarse a una red inteligente, pero el cerebro no está en los aparatos sino en una central que es la que regula su forma de operar. O sea que si los aparatos no están en red ni conectados a esa central operan exactamente igual que los que sustituyeron.
Pero el problema más grave no fue la mentira de Ospina, sino las irregularidades que rodearon la firma y la puesta en ejecución de ese contrato.
Para comenzar, Ospina les pagó el 80 % del valor del contrato, que ascendía a los $38.000 millones a los dos contratistas, la unión temporal SCC-Sits 2023 y a SKG tecnología SAS, a pesar de que como ya se dijo, apenas dejaron ejecutado el 10 % del mismo.
¡Muy poco inteligente! con el 80 % del valor del contrato en el bolsillo, los contratistas se fresqueraron. Esa es una de las razones para que el proyecto no haya avanzado.
O razón es aún más inexplicable: el contrato no tiene interventor, mejor dicho no tiene quien lo vigile. Y ello fue posible gracias a un esguince jurídico que hizo la Alcaldía de Ospina: no presentó el proyecto como un contrato de obra, sino como una compra de equipos.
Lo cual es absurdo porque la compra de los equipos es apenas una parte del contrato. Tan importante como esa adquisición es el montaje y puesta en funcionamiento de los mismos, por lo cual era un contrato de obra que requería interventor.
Quien se meta a vigilar ese contrato a esas alturas tiene grandes posibilidades de salir quemado
La actual Alcaldía lleva diez meses tratando de encontrar el interventor, pero esa tarea ha resultado muy compleja. debido a los enredos que tiene el proyecto. Quien se meta a vigilar ese contrato a esas alturas tiene grandes posibilidades de salir quemado.
La otra dificultad para terminar el contrato es que Cali tiene dos centrales de control, cada uno de las cuales cuenta con algunos semáforos en red. Lo primero que debió hacer la administración Ospina, antes de adquirir los semáforos, era compatibilizar esas dos centrales. Pero por el afán de suscribir el millonario contrato no se hizo ese proceso, que, al parecer, apenas ahora se vino a realizar
Lo cierto es que año y medio después de que Ospina anunciara con bombos y platillos que Cali se aprestaba a entrar en la era de la semaforización inteligente, ese sueño aún no se materializa.
Es más, en algunos casos la situación ha empeorado con la puesta en operación de esos aparatos. Por ejemplo, en la Pasoancho con carrera 83, desde que se instaló el nuevo semáforo los trancones se duplicaron. Y si no me creen échense una pasadita por el sector en horas pico.
Las irregularidades ocurridas alrededor de ese contrato son tan groseras como insólitas: a quién, aparte de Jorge Iván Ospina, se le ocurre entregar el 80 % del valor de un contrato cuando solo se ha ejecutado el 10 % del mismo. Y quién se atreve adjudicar un contrato sin interventoría.
Este es uno de los tantos entuertos que el alcalde Eder heredó y que lleva meses tratando de desenredar. Como este, en la anterior Alcaldía de Cali se firmaron decenas de contratos plagados de anomalías.
Lo grave es que el tiempo pasa y ni La Fiscalía ni la Procuraduría dicen ni mú frente a las múltiples denuncias colocadas en contra de Ospina.
Los caleños tememos que con estas investigaciones ocurra lo que aconteció con las que se abrieron durante el primer gobierno de ese personaje: el 90 % prescribieron por vencimiento de términos.
Con lo cual las andanzas de Ospina quedarán en la impunidad y no se extrañen si este personaje vuelve a presentarse como candidato a la Alcaldía. Y como a los caleños, al igual que los semáforos instalados en la ciudad, parece faltarnos inteligencia, de pronto lo volvemos a elegir.