Es común escuchar de diferentes voces mediáticas que los militares al igual que los policías son enemigos de la paz y que han sido un palo en la rueda para las negociaciones que el gobierno del presidente Santos ha sostenido con la organización armada al margen de la ley autodenominada como FARC-EP.
Por supuesto la anterior apreciación de diversos sectores muchos de ellos ligados a su extremismo y dogmatismo ideológico es errónea, sin embargo esta apreciación ha sido sostenida a lo largo de los diferentes procesos de paz que los gobiernos de turno han sostenido con organizaciones insurgentes
Los argumentos de diversos sectores en contra de los miembros de las fuerzas armadas son muy marcatizadores entre ellos “que por orgullo no renuncian a una derrota militar de las guerrillas”, “que ven a los guerrilleros como enemigos personales y no como enemigos institucionales”, “que no entienden de política y que por ello no creen en la solución negociada” entre otros.
Si se analizan esas y otras tantas apreciaciones con base en el carácter civilista de la fuerza pública y la formación de sus cuadros de mando tanto oficiales como suboficiales es muy fácil concluir que se tratan de sofismas distractorios, puesto que si existe un sector de la sociedad que comprenda los avatares de una confrontación y de la imperiosa necesidad de que la misma se resuelva de manera política es sin duda alguna el soldado y el policía de Colombia, en especial la cúpula de las instituciones castrenses quien respalda unánimemente la iniciativa de su comandante en jefe el presidente de la república, esta visión hace del militar y del policía un baluarte de la concertación antes que un obstáculo para la misma.
Que existan uniformados tanto activos como en retiro que han hecho de la guerra su fuente de enriquecimiento y rédito tanto político, como mediático y económico, claro que sí, es un fenómeno afirmativo y quizás públicamente palpante en la sociedad colombiana; sin duda alguna en unas fuerzas armadas tan grandes no es raro que no se escape al actuar de mentes y fuerzas oscuras, pero si se analiza de fondo y no con ánimos atenuantes de lo anteriormente enunciado la gran mayoría de uniformados se retiran al cumplir sus expectativas y tiempo de servicio y sigue perteneciendo a la clase media y popular ; como cuando ingreso a las filas de su respectiva fuerza. Muchos de ellos gozando de un sueldo de retiro o pensión se ven obligados a emplearse de nuevo para proveer las carreras universitarias y los estudios de sus hijos y en muchos casos las necesidades de sus hogares.
Que a los militares y policías les gusta la guerra es algo que no se puede negar así como al arquitecto diseñar, al médico diagnosticar y curar, al periodista indagar e informar, al abogado defender los derechos así sea de criminales reconocidos y repudiados por la sociedad, la naturaleza del militar y el policía es hacer la guerra, para eso se enlisto en las diversas escuelas de formación de oficiales y suboficiales, sin embargo ello no quiere decir que sean unos inválidos mentales que lo único que saben hacer es echar plomo, hoy los ciudadanos que ingresan a las escuelas formación tanto de oficiales como de suboficiales cuentan con carreras complementarias a nivel profesional (ingeniería civil, derecho, administración, relaciones internacionales, educación física) y a nivel tecnológico (gestión pública, derechos humanos, criminalística de campo, logística) ; todas estas carreras que brindan un conocimiento más amplio y por supuesto complementario al estudio de las ciencias militares.
Los militares y policías de carrera son en la actualidad seres vanguardistas con capacidad no solo de conducir, administrar, entrenar, reentrenar al personal bajo su mando, también están en plenas capacidades de ejecutar labores distintas al ejercicio y arte de la guerra aunque ello implique en que mientras estén activos ser los responsables de la conducción y ejecución de la guerra pues es la naturaleza de cualquier miembro de una institución castrense.
Que se pretenda creer y hacer creer que al interior de la fuerza pública se desconocen las connotaciones políticas del conflicto es una misiva desaforada, por eso pese a que ha habido desaciertos de los gobiernos en cuanto a las negociaciones de paz ello no ha sido motivo para que las instituciones castrenses sean como tal un obstáculo imperante en dichas disyuntivas.
La percepción del militar y policía como un obstáculo para la paz es cosa del pasado pero si indagamos cual es la posición respecto a proceso con las FARC y a la posibilidad de un proceso con el ELN, la respuesta es lo que ellos piensan que son las intenciones de dichos grupos irregulares y de sectores dogmáticos de la izquierda.
Según algunos teóricos de extrema derecha tan diversos en los medios de comunicación y en la política las guerrillas cambiaron del escenario de combinación de todas las formas de lucha para varias su concepción estratégica hacia la toma del poder por medio del pase de una acción preponderantemente militar a una acción política amplia.
Según aquellos analistas y sus seguidores tanto en las filas activas como en la reserva el gobierno ha facilitado las vías de aproximación de las guerrillas hacia la toma del poder, se dice que a través de un “frente amplio” de masas a nivel político las guerrillas transformadas en fuerza política en conjunto con fuerzas políticas de diversa índole pretendieron afianzarse en el poder local en el 2015 a través de diferentes espacios cívicos que abonaron el terreno por la firma de los acuerdos para luego proceder al poder nacional al 2018 o 2022..
Esa es la concepción que se tiene a nivel general y seguramente de este tipo de concepciones se puede deducir lo que al interior y de tiempo atrás se estaría viviendo en torno a las fuerzas armadas en cuanto a los temores disipados por agentes desestabilizadores que conocen muy bien a la fuerza pública porque en algún momento pertenecieron a ella o han tenido nexos con la misma de allí que los rumores de que “ van a echar gente”, “que van a meter guerrilleros a las filas”, “que van a acabar con x o y prestaciones sociales”, “ que van a meter a todos aquellos que tuvieron resultados operacionales a la cárcel”, “que el castrochavismo se va a tomar el país” entre otras divagaciones estén causando mucho daño e irritación.
El gobierno mira el proceso desde una perspectiva y una tónica de la necesidad vital por la paz, la sociedad colombiana también, al igual que las guerrillas, y por eso muchos sectores radicales desafectos a dicha necesidad vital han visto al gobierno de Santos como un facilitador del camino a la toma del poder por parte de las guerrillas.
Ante esos aspectos que no son de poca monta, un militar o policía influenciado por dichos sectores radicales que se han puesto a la tarea de vender un panorama desolador podría reflexionar algo parecido a lo siguiente:
“se ha combatido a un enemigo durante varias décadas y se le ha impedido la toma del poder por la vía armada, pero ahora es posible que lo hagan a través de la lucha política amplia para implantar su visión de sociedad y estado y por ende un régimen acorde a sus intereses ideopoliticos”.
Ahora bien si las guerrillas llegan al poder por la vía política tras la dejación de armas pues es un juego normal dentro de la dinámica de la democracia y la subordinación del poder militar al poder civil es algo que va ligado al control de la sociedad sobre la institucionalidad pues lo que está en juego es la estabilidad y el futuro del país y es por ello que el mensaje que debe prevalecer es el de una voluntad férrea por rodear la institucionalidad en su ánimo por construir un modelo de nación diferente, esta es la única forma de cerrarle el paso a quienes en el pasado ostentaron el poder y ahora pretender oxigenarse con el veneno que esparcen sobre las instituciones del estado.
Por eso ante posibles malestares tanto los evidentes como los que puedan surgir el gobierno de Santos debe tomar las medidas respectivas pues es necesario la inclusión total de los estamentos castrenses en la construcción de la paz con justicia social estable y duradera, pues fueron estos mismos estamentos castrenses quienes a la clase dirigente le crearon el ambiente de concertación que hoy se está dando y en virtud de tal situación tampoco se les puede desconocer del trasfondo político pues recordemos que “es el soldado quien por encima de todo anhela la paz porque es el que sufre las hondas heridas y cicatrices que deja la guerra”.